1/10/2019, 17:24
La bala impactó de lleno en la cabeza de Naia, que rebotó contra el suelo con un fúnebre chasquido que sólo auguraba el oscuro final para la Náyade, que quedó inmóvil en el suelo, con sus hermosos ojos esmeralda mirando sin ver perdidos en el infinito y un hilo de sangre brotando desde sus carnosos labios.
Ayame se había quedado paralizada en el sitio, con la mano ejecutora aún pendiendo en el aire y conteniendo la respiración. Sin terminar de creer que todo hubiese acabado al fin. Sin terminar de creer que aquella víbora no volvería a levantarse del suelo. Sin terminar de creer que hubiese ganado aquella batalla a muerte.
Pero un trueno bramó en el aire, haciendo temblar cada adoquín de la Plaza de los Delfines como si celebrara la victoria.
Al final, bajó la mano lentamente y exhaló un largo y profundo suspiro. Apartó la mirada del cadáver de Nakura Naia y alzó la barbilla hacia el cielo. Se había acabado. Las Náyades no causarían más dolor y sufrimiento en Oonindo a nadie más.
«Llueve...» Quizás había sido por la adrenalina del momento, pero no se había dado cuenta hasta ahora de que prácticamente estaba diluviando a mares. A Ayame no le disgustó. De hecho, se permitió el lujo de cerrar los ojos y dejar que Amenokami la bañara.
Pero con la desaparición de la adrenalina, aparecían los problemas hasta el momento ocultos: El dolor... la fatiga... el cansancio... Todo cayó sobre ella como una pesada losa, y la muchacha cayó al suelo de rodillas, temblando entre extenuados jadeos.
—Misión cumplida, ¿eh?
Aunque bien conocida, aquella voz la sobresaltó en su calma, y Ayame tensó todos los músculos del cuerpo. Sobre todo cuando la abrazó con fuerza por la espalda. No podía evitarlo. No después de lo último que había vivido cuando la habían abrazado por última vez de forma inesperada. Pero no tardó en darse cuenta de que se trataba de Daruu, y la muchacha se relajó con otro suspiro y apoyó la cabeza contra su hombro.
—Misión... cumplida... —sollozó Ayame, llena de felicidad.
—Tengo los ojos, Ayame. Todo ha salido bien. Todo ha terminado. Shannako también está muerta.
Ayame giró la cabeza, y un escalofrío recorrió su cuerpo al ver el cuerpo decapitado de la otra Náyade, varios metros más allá. No merecían menos, y aún así no podía evitar sentirse horrible ante aquella visión. Quiso preguntarle a Daruu cómo era que habían acabado ambos en la plaza, pero el muchacho se le adelantó:
—Ayame... Dentro de la guarida de las Náyades encontré muchas cosas. Algunas muy preocupantes. Entre ellas, que hay un miembro más, y que podría estar oculto en Amegakure. Envié un Kage Bunshin a informar sobre ello.
—¡¿Qué?! —exclamó, con un hilo de voz. ¡Si había una Náyade dentro de Amegakure, eso quería decir que no habían terminado! ¡Kiroe aún podía correr peligro!
—También encontré que Naia secuestró y torturó a mi padre durante semanas, hasta lavarle el cerebro y poder manipularlo a voluntad —siguió confesando, roto de dolor—. Todo para vengarse de mi madre. Hanaiko Danbaku nunca fue un traidor, Ayame. ¡Nunca! ¡Obligó a mamá a matarlo! Y seguramente se lo habría revelado llegado el momento para hacerle más daño. Dejé los documentos en el despacho de Yui también, para limpiar el nombre de papá... —Daruu sollozó, y Ayame le estrechó con fuerza entre sus brazos con un doloroso nudo en la garganta—. Los ojos están en la Bruma Negra —continuó, reponiéndose—. Queda por ver qué hacemos con los cadáveres... me imagino que Yui querría verlos. Y luego, tenemos que buscar al tal Senbazuru, el contacto que Yui nos dio aquí. Todavía hay trabajo que hacer en la guarida. Tienen una mazmorra llena de personas, Ayame.
—Espera. Espera. Todo esto es demasiada información —pidió Ayame, llevándose una mano a la frente, fatigada. Respiró hondo, intentando poner en orden las ideas, intentando asimilar todo lo que había soltado Daruu de golpe, y sólo pasados algunos segundos habló—: Podemos llevar los cadáveres a Amegakure... Bueno... Yo me he quedado sin chakra, así que no podría teletransportarme ni aunque quisiera... —añadió, con una risilla nerviosa—. Pero tenemos que sacar a esa gente de las mazmorras, Daruu. Ahora que no están ni Naia, ni Shannako, ni la otra, no creo que necesitemos a Senbazuru, podemos bajar y sacarlos nosotros mismos. ¡No podemos dejarlos ahí!
Ayame se había quedado paralizada en el sitio, con la mano ejecutora aún pendiendo en el aire y conteniendo la respiración. Sin terminar de creer que todo hubiese acabado al fin. Sin terminar de creer que aquella víbora no volvería a levantarse del suelo. Sin terminar de creer que hubiese ganado aquella batalla a muerte.
Pero un trueno bramó en el aire, haciendo temblar cada adoquín de la Plaza de los Delfines como si celebrara la victoria.
Al final, bajó la mano lentamente y exhaló un largo y profundo suspiro. Apartó la mirada del cadáver de Nakura Naia y alzó la barbilla hacia el cielo. Se había acabado. Las Náyades no causarían más dolor y sufrimiento en Oonindo a nadie más.
«Llueve...» Quizás había sido por la adrenalina del momento, pero no se había dado cuenta hasta ahora de que prácticamente estaba diluviando a mares. A Ayame no le disgustó. De hecho, se permitió el lujo de cerrar los ojos y dejar que Amenokami la bañara.
Pero con la desaparición de la adrenalina, aparecían los problemas hasta el momento ocultos: El dolor... la fatiga... el cansancio... Todo cayó sobre ella como una pesada losa, y la muchacha cayó al suelo de rodillas, temblando entre extenuados jadeos.
—Misión cumplida, ¿eh?
Aunque bien conocida, aquella voz la sobresaltó en su calma, y Ayame tensó todos los músculos del cuerpo. Sobre todo cuando la abrazó con fuerza por la espalda. No podía evitarlo. No después de lo último que había vivido cuando la habían abrazado por última vez de forma inesperada. Pero no tardó en darse cuenta de que se trataba de Daruu, y la muchacha se relajó con otro suspiro y apoyó la cabeza contra su hombro.
—Misión... cumplida... —sollozó Ayame, llena de felicidad.
—Tengo los ojos, Ayame. Todo ha salido bien. Todo ha terminado. Shannako también está muerta.
Ayame giró la cabeza, y un escalofrío recorrió su cuerpo al ver el cuerpo decapitado de la otra Náyade, varios metros más allá. No merecían menos, y aún así no podía evitar sentirse horrible ante aquella visión. Quiso preguntarle a Daruu cómo era que habían acabado ambos en la plaza, pero el muchacho se le adelantó:
—Ayame... Dentro de la guarida de las Náyades encontré muchas cosas. Algunas muy preocupantes. Entre ellas, que hay un miembro más, y que podría estar oculto en Amegakure. Envié un Kage Bunshin a informar sobre ello.
—¡¿Qué?! —exclamó, con un hilo de voz. ¡Si había una Náyade dentro de Amegakure, eso quería decir que no habían terminado! ¡Kiroe aún podía correr peligro!
—También encontré que Naia secuestró y torturó a mi padre durante semanas, hasta lavarle el cerebro y poder manipularlo a voluntad —siguió confesando, roto de dolor—. Todo para vengarse de mi madre. Hanaiko Danbaku nunca fue un traidor, Ayame. ¡Nunca! ¡Obligó a mamá a matarlo! Y seguramente se lo habría revelado llegado el momento para hacerle más daño. Dejé los documentos en el despacho de Yui también, para limpiar el nombre de papá... —Daruu sollozó, y Ayame le estrechó con fuerza entre sus brazos con un doloroso nudo en la garganta—. Los ojos están en la Bruma Negra —continuó, reponiéndose—. Queda por ver qué hacemos con los cadáveres... me imagino que Yui querría verlos. Y luego, tenemos que buscar al tal Senbazuru, el contacto que Yui nos dio aquí. Todavía hay trabajo que hacer en la guarida. Tienen una mazmorra llena de personas, Ayame.
—Espera. Espera. Todo esto es demasiada información —pidió Ayame, llevándose una mano a la frente, fatigada. Respiró hondo, intentando poner en orden las ideas, intentando asimilar todo lo que había soltado Daruu de golpe, y sólo pasados algunos segundos habló—: Podemos llevar los cadáveres a Amegakure... Bueno... Yo me he quedado sin chakra, así que no podría teletransportarme ni aunque quisiera... —añadió, con una risilla nerviosa—. Pero tenemos que sacar a esa gente de las mazmorras, Daruu. Ahora que no están ni Naia, ni Shannako, ni la otra, no creo que necesitemos a Senbazuru, podemos bajar y sacarlos nosotros mismos. ¡No podemos dejarlos ahí!