1/10/2019, 17:41
«Hablando del Rey de Konoha...»
Akame por momentos había temido que Zaide no apareciese. Que simplemente diera media vuelta y volviera a ocultarse en algún rincón perdido de la mano de los dioses con la esperanza de que Sekiryu le dejase en paz. Eso habría sido realmente catastrófico para el menor de los Uchiha que se encontraban ahora en el Salón; tanto porque entonces no tendría prueba alguna de que todo había sucedido como había sucedido, como porque su cabeza empezaría a peligrar por parte de Ryu, quien no parecía muy contento con la idea de que Akame le hubiese dejado a Zaide simplemente marcharse. Pero no tenía de que preocuparse, ¡no señor! Allí estaba su metafórico salvador. Cuando el Uchiha punk le guiñó un ojo, Akame respondió con una sonrisa torcida.
«Menudo cabronazo es este tío. Aunque hay que admitir que tiene estilo, sabe hacer una entrada en escena.»
Para mayores señas, Otohime ya le había puesto el sello del Dragón y Zaide había pasado el Bautizo, así que poco se podía hacer ahora. Según las leyes que regían la organización y lo que Akame recordaba que Money le había contado acerca de éstas, aquel viejo criminal tenía ahora voz y voto en los asuntos de Dragón Rojo. Por mucho que incomodase a Ryu. Así pues, Akame simplemente se recostó en su asiento con un gesto inevitablemente triunfal —su plan de desactivación del conflicto parecía haber salido a pedir de boca— y se dedicó a fumar pitadas de su cigarrillo.
Akame por momentos había temido que Zaide no apareciese. Que simplemente diera media vuelta y volviera a ocultarse en algún rincón perdido de la mano de los dioses con la esperanza de que Sekiryu le dejase en paz. Eso habría sido realmente catastrófico para el menor de los Uchiha que se encontraban ahora en el Salón; tanto porque entonces no tendría prueba alguna de que todo había sucedido como había sucedido, como porque su cabeza empezaría a peligrar por parte de Ryu, quien no parecía muy contento con la idea de que Akame le hubiese dejado a Zaide simplemente marcharse. Pero no tenía de que preocuparse, ¡no señor! Allí estaba su metafórico salvador. Cuando el Uchiha punk le guiñó un ojo, Akame respondió con una sonrisa torcida.
«Menudo cabronazo es este tío. Aunque hay que admitir que tiene estilo, sabe hacer una entrada en escena.»
Para mayores señas, Otohime ya le había puesto el sello del Dragón y Zaide había pasado el Bautizo, así que poco se podía hacer ahora. Según las leyes que regían la organización y lo que Akame recordaba que Money le había contado acerca de éstas, aquel viejo criminal tenía ahora voz y voto en los asuntos de Dragón Rojo. Por mucho que incomodase a Ryu. Así pues, Akame simplemente se recostó en su asiento con un gesto inevitablemente triunfal —su plan de desactivación del conflicto parecía haber salido a pedir de boca— y se dedicó a fumar pitadas de su cigarrillo.