1/10/2019, 21:01
(Última modificación: 1/10/2019, 21:06 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Pero Daruu la agarró por los hombros y la sacudió ligeramente.
—Ayame, escúchame bien —dijo, mirándola fijamente a los ojos—. Volveremos en un rato. Le diremos a Yui que tenemos que recuperar los ojos y ayudar a esta gente, y volveremos. Pero recuerda lo que nos dijo Arashikage-sama. Discrección.
—Vale... vale... —accedió ella, agachando la mirada. Aunque la sola idea de dejar a todas aquellas personas enjauladas durante un minuto más se le hacía insoportable.
—¿Has visto cómo está esta plaza? —Sí, hacía unos minutos estaba inundada como un lago y ahora sólo quedaba un vistoso cráter. Eso por no hablar de la destrucción de la fuente de los delfines. Algo le decía que aquel lugar iba a tener que cambiar de nombre—. ¿Has oído la explosión de antes? —Como para no oírla...—. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que alguien venga a comprobar qué está pasando?
—Tienes razón... —Y entonces habría preguntas. Muchas preguntas.
—Primero deberíamos sacar los cadáveres de aquí, definitivamente. Ya sé que es desagradable... pero ayúdame a arrastrarla hasta la otra.
Ayame asintió en silencio y le ayudó a arrastrar el cadáver inerte de Naia hasta el cuerpo decapitado de Shannako. La kunoichi no pudo evitar apartar la mirada cuando su compañero cogió la cabeza por el cabello, sin ningún tipo de consideración, y la colocó sobre su pecho. Después de colocarse adecuadamente para estar en contacto físico con ambos cuerpo, Ayame se agarró a él y justo antes de desaparecer escucharon con total claridad el sonido de unos cascos acercándose y las voces alzándose al aire.
Los cuatro se materializaron de nuevo en una de las celdas libres y Daruu fue el primero en adelantarse:
—¡Guardias, llamen a Arashikage-sama de inmediato! ¡Díganle que Daruu y Ayame traen un regalo para ella!
Ayame, mientras tanto, había apoyado la espalda en la pared para evitar poner el peso en sus piernas heridas. Hasta el momento no se había fijado en ello, pero llevaba los pantalones agujereados, allí donde la habían alcanzado las agujas y los colmillos de las serpientes. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar a aquellos reptiles. Y eso por no hablar de la molestia que sentía en el torso, fruto del puñetazo cargado que había recibido de Naia.
«Al menos parece que el veneno ha dejado de actuar...» Pensó, intentando mantenerse algo optimista.
Entonces pasó la mirada por las otras celdas, buscando cualquier rastro de Nioka o de sus otros dos prisioneros.
—Ayame, escúchame bien —dijo, mirándola fijamente a los ojos—. Volveremos en un rato. Le diremos a Yui que tenemos que recuperar los ojos y ayudar a esta gente, y volveremos. Pero recuerda lo que nos dijo Arashikage-sama. Discrección.
—Vale... vale... —accedió ella, agachando la mirada. Aunque la sola idea de dejar a todas aquellas personas enjauladas durante un minuto más se le hacía insoportable.
—¿Has visto cómo está esta plaza? —Sí, hacía unos minutos estaba inundada como un lago y ahora sólo quedaba un vistoso cráter. Eso por no hablar de la destrucción de la fuente de los delfines. Algo le decía que aquel lugar iba a tener que cambiar de nombre—. ¿Has oído la explosión de antes? —Como para no oírla...—. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que alguien venga a comprobar qué está pasando?
—Tienes razón... —Y entonces habría preguntas. Muchas preguntas.
—Primero deberíamos sacar los cadáveres de aquí, definitivamente. Ya sé que es desagradable... pero ayúdame a arrastrarla hasta la otra.
Ayame asintió en silencio y le ayudó a arrastrar el cadáver inerte de Naia hasta el cuerpo decapitado de Shannako. La kunoichi no pudo evitar apartar la mirada cuando su compañero cogió la cabeza por el cabello, sin ningún tipo de consideración, y la colocó sobre su pecho. Después de colocarse adecuadamente para estar en contacto físico con ambos cuerpo, Ayame se agarró a él y justo antes de desaparecer escucharon con total claridad el sonido de unos cascos acercándose y las voces alzándose al aire.
Los cuatro se materializaron de nuevo en una de las celdas libres y Daruu fue el primero en adelantarse:
—¡Guardias, llamen a Arashikage-sama de inmediato! ¡Díganle que Daruu y Ayame traen un regalo para ella!
Ayame, mientras tanto, había apoyado la espalda en la pared para evitar poner el peso en sus piernas heridas. Hasta el momento no se había fijado en ello, pero llevaba los pantalones agujereados, allí donde la habían alcanzado las agujas y los colmillos de las serpientes. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar a aquellos reptiles. Y eso por no hablar de la molestia que sentía en el torso, fruto del puñetazo cargado que había recibido de Naia.
«Al menos parece que el veneno ha dejado de actuar...» Pensó, intentando mantenerse algo optimista.
Entonces pasó la mirada por las otras celdas, buscando cualquier rastro de Nioka o de sus otros dos prisioneros.