2/10/2019, 00:36
Cuando los jóvenes ninjas se materializaron en los calabozos, se percataron de la figura de dos nuevos guardias. Más jóvenes, menos experimentados, pero más confiables. Convengamos en que tras la revelación de Daruu a Yui, los niveles de paranoia llegaron a tal punto de que la Aldea sufrió en mayor o menor medida una inspección y limpieza de traidores. Limpias que no venían mal de generación en generación, y que empezó con el asesinato de Sumizu a manos de su descendiente de la época. Luego habrán venido muchas otras más quizás desconocidas para el argot popular —los Kajitsu, por ejemplo, o el reducto de Umikiba Kaido—. que mantenían a la aldea en plena paz y libre de calañas traidoras. Ahora, una nueva limpia se había consumado con los cadáveres de Nakura Naia y Ryudan Shannako ya en territorio de Amegakure.
Un grito ensordecedor hizo mella en los oídos de los presentes, proveniente de una de las celdas contiguas. Era Nioka, golpeada y apabullada; presentando evidentes signos de tortura. ¿Por qué seguía viva? pues, quién sabe. Ni Ooyu ni el carruajero se encontraban allí, no obstante.
—No... no... ¡NAIA, SHANNAKO! ¡NOOOOOOO! —sus manos melladas sostenían los barrotes y trataba de abrirlos a pura fuerza, afligida por la desesperación. Ver aquellos cadáveres no era cosa sencilla, desde luego, y uno de los guardias tuvo que salir corriendo —no para llamar a Amekoro Yui precisamente—. sino para potar.
El otro mantuvo la compostura y habló.
—Guardiana, Daruu-sama. Esperad aquí, yo iré por Arashikage-sama — y acto seguido, abandonó los calabozos.
Nioka lloraba a cántaros, desamparada. Miró a Ayame.
—Mátame. Por favor, mátame... —un destino menos inclemente que enfrentar la ira de Yui, desde luego.
Un grito ensordecedor hizo mella en los oídos de los presentes, proveniente de una de las celdas contiguas. Era Nioka, golpeada y apabullada; presentando evidentes signos de tortura. ¿Por qué seguía viva? pues, quién sabe. Ni Ooyu ni el carruajero se encontraban allí, no obstante.
—No... no... ¡NAIA, SHANNAKO! ¡NOOOOOOO! —sus manos melladas sostenían los barrotes y trataba de abrirlos a pura fuerza, afligida por la desesperación. Ver aquellos cadáveres no era cosa sencilla, desde luego, y uno de los guardias tuvo que salir corriendo —no para llamar a Amekoro Yui precisamente—. sino para potar.
El otro mantuvo la compostura y habló.
—Guardiana, Daruu-sama. Esperad aquí, yo iré por Arashikage-sama — y acto seguido, abandonó los calabozos.
Nioka lloraba a cántaros, desamparada. Miró a Ayame.
—Mátame. Por favor, mátame... —un destino menos inclemente que enfrentar la ira de Yui, desde luego.