2/10/2019, 03:01
Resultaba extraño que Umikiba Kaido se mantuviera en silencio, apartado de toda la gresca cuando era él el más bocón de todos. Así pues, ni él ni nadie decidió romper el silencio solemne que les abrazó durante los dos tensos minutos en los que tardó el Kage Bunshin de Ryū en volver de las habitaciones, ahora con un enorme mazo de asta larga que a simple vista daba la sensación de pesar lo que un adulto promedio. El Dragón original sostuvo el arma, y fue entonces cuando eligió revelar aquello que, por cómo lo dijo, llevaba guardando en su interior durante más tiempo del que hubiera querido.
—Entonces, sucumbes a mis deseos, Zaide —habló Ryū, serio, desapasionado—. Tras perder a todos tus amigos, vuelves con el rabo entre las piernas y cumples el papel que te di. Solo para evitar malentendidos, hay algo que llevas preguntándote hace mucho tiempo.
» Sí, yo maté a tu hermana.
«Mierda» —espetó el tiburón para sus adentros, alertándose a sí mismo. ¿Pero hacía falta? no, desde luego que no. La energía que envolvió el ambiente y convirtió aquella caverna en un agujero asfixiante resultó ser un toque de atención suficiente para que el escualo se levantara del asiento, y moviera delicada y silenciosamente su mano izquierda hacia el mango de su uchigatana. Ya que todo el mundo parecía estar cogiendo una jodida arma, él no iba a hacer lo contrario. No obstante, la mirada de Zaide acaeció sobre sus ojos cristalinos, y el Uchiha no pudo ver sino una fulgurosa negativa a lo que fuera que le estuviera pasando por la cabeza. ¿Que quería ser un miembro de verdad, a todas las de la ley? pues no tenía más remedio que respetar las putas reglas y soportar las flamas de fuego etéreo que escupía Ryū como sólo un verdadero dragón sabe hacerlo.
Lo que encontraría en los ojos de Akame, sin embargo, resultaba ser harina de otro costal. Eso sí, si Suzaku aún tenía una puta pizca de agradecimiento hacia Kaido, más le valía no joder los planes que tenían y no cometer una puta locura. O aquella caverna bien acabaría siendo un cementerio casi igual o más tétrico que aquella zanja en el Cañón del Secuestrado.
—Entonces, sucumbes a mis deseos, Zaide —habló Ryū, serio, desapasionado—. Tras perder a todos tus amigos, vuelves con el rabo entre las piernas y cumples el papel que te di. Solo para evitar malentendidos, hay algo que llevas preguntándote hace mucho tiempo.
» Sí, yo maté a tu hermana.
«Mierda» —espetó el tiburón para sus adentros, alertándose a sí mismo. ¿Pero hacía falta? no, desde luego que no. La energía que envolvió el ambiente y convirtió aquella caverna en un agujero asfixiante resultó ser un toque de atención suficiente para que el escualo se levantara del asiento, y moviera delicada y silenciosamente su mano izquierda hacia el mango de su uchigatana. Ya que todo el mundo parecía estar cogiendo una jodida arma, él no iba a hacer lo contrario. No obstante, la mirada de Zaide acaeció sobre sus ojos cristalinos, y el Uchiha no pudo ver sino una fulgurosa negativa a lo que fuera que le estuviera pasando por la cabeza. ¿Que quería ser un miembro de verdad, a todas las de la ley? pues no tenía más remedio que respetar las putas reglas y soportar las flamas de fuego etéreo que escupía Ryū como sólo un verdadero dragón sabe hacerlo.
Lo que encontraría en los ojos de Akame, sin embargo, resultaba ser harina de otro costal. Eso sí, si Suzaku aún tenía una puta pizca de agradecimiento hacia Kaido, más le valía no joder los planes que tenían y no cometer una puta locura. O aquella caverna bien acabaría siendo un cementerio casi igual o más tétrico que aquella zanja en el Cañón del Secuestrado.