3/10/2019, 08:36
Apenas habían pasado unos pocos minutos cuando Ayame escuchó unos pasos acelerados que se acercaban. Y su corazón comenzó a desbocarse sin remedio cuando Amekoro Yui entró en el calabozo llena de aquella energía, propia de una tormenta eléctrica, que tanto la caracterizaba. Y sus ojos se posaron en el cuerpo inerte de Nioka.
«Oh, no...» Ayame tragó grueso, cuando vio el ceño de la mujer fruncirse de forma peligrosa.
La máxima líder de Amegakure comenzó a acercarse lentamente a ellos, y Ayame luchó con todas sus fuerzas por mantenerse firme en el sitio, pese a que sus piernas doloridas estaban gritándole que juega a todo correr. Yui se alzó frente a ellos como un gigante de hierro, se agachó para comprobar los cuerpos de las dos Náyades restantes y entonces clavó sus iris eléctricos en los dos muchachos. Y Ayame se temió lo peor.
—Finalmente, se acabó —dijo, sin embargo, para completa estupefacción de Ayame, que había estado esperando que, de alguna manera, descargada su ira sobre ellos—. Lo habéis hecho. No me han defraudado —añadió, levantándose.
Ayame se encogió sobre sí misma, aterrorizada, cuandl la mano de Yui se alzó frente a ella. Del miedo que sintió, y en tal de salvar la vida, estuvo a punto de mandarlo todo a tomar vientos y confesar que había sido Daruu el que había matado a Nioka. Pero en su lugar tensó todos los músculos, a la espera de un golpe... y entonces la Arashikage apoyó la mano sobre su hombro, congelándola en el momento. Para ella, que sólo había recibido alaridos, muestras de violencia e incluso había estado a punto de pasar por la espada de la Arashikage, aquel era un gesto nuevo. Muy nuevo.
—Aotsuki Ayame. Amedama Daruu. Buen trabajo, estoy orgullosa de vosotros.
Un doloroso nudo atenazó la garganta de Ayame, que luchaba con todas sus fuerzas por no echarse a llorar de la emoción allí mismo. La muchacha torció el cuerpo en una pronunciada reverencia, aunque no pudo evitar un quejido dolorido por las heridas que protestaron ante aquel movimiento.
—Arashikage-sama —la reconoció, con respeto. Pero cuando volvió a alzar la mirada hacia ella, añadió—: Hemos acabado con las Náyades, al menos con tres de ellas... Pero... Mucho me temo que esto aún no ha acabado.
Le dirigió una mirada cómplice a Daruu.
«Oh, no...» Ayame tragó grueso, cuando vio el ceño de la mujer fruncirse de forma peligrosa.
La máxima líder de Amegakure comenzó a acercarse lentamente a ellos, y Ayame luchó con todas sus fuerzas por mantenerse firme en el sitio, pese a que sus piernas doloridas estaban gritándole que juega a todo correr. Yui se alzó frente a ellos como un gigante de hierro, se agachó para comprobar los cuerpos de las dos Náyades restantes y entonces clavó sus iris eléctricos en los dos muchachos. Y Ayame se temió lo peor.
—Finalmente, se acabó —dijo, sin embargo, para completa estupefacción de Ayame, que había estado esperando que, de alguna manera, descargada su ira sobre ellos—. Lo habéis hecho. No me han defraudado —añadió, levantándose.
Ayame se encogió sobre sí misma, aterrorizada, cuandl la mano de Yui se alzó frente a ella. Del miedo que sintió, y en tal de salvar la vida, estuvo a punto de mandarlo todo a tomar vientos y confesar que había sido Daruu el que había matado a Nioka. Pero en su lugar tensó todos los músculos, a la espera de un golpe... y entonces la Arashikage apoyó la mano sobre su hombro, congelándola en el momento. Para ella, que sólo había recibido alaridos, muestras de violencia e incluso había estado a punto de pasar por la espada de la Arashikage, aquel era un gesto nuevo. Muy nuevo.
—Aotsuki Ayame. Amedama Daruu. Buen trabajo, estoy orgullosa de vosotros.
Un doloroso nudo atenazó la garganta de Ayame, que luchaba con todas sus fuerzas por no echarse a llorar de la emoción allí mismo. La muchacha torció el cuerpo en una pronunciada reverencia, aunque no pudo evitar un quejido dolorido por las heridas que protestaron ante aquel movimiento.
—Arashikage-sama —la reconoció, con respeto. Pero cuando volvió a alzar la mirada hacia ella, añadió—: Hemos acabado con las Náyades, al menos con tres de ellas... Pero... Mucho me temo que esto aún no ha acabado.
Le dirigió una mirada cómplice a Daruu.