3/10/2019, 11:09
No pasó mucho tiempo hasta que dieron respuesta a su llamada. La mismísima Amekoro Yui descendía por los escalones de las mazmorras con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja, como si ya supiera qué noticias iban a darle. «Claro», pensó Daruu. «Al fin y al cabo Yui no espera otra cosa que el éxito rotundo.»
La mujer se detuvo al lado de él y frunció el ceño al ver el cadáver de Nioka. Daruu sintió un escalofrío, sintió que le temblaban las piernas y abrió la boca, a punto de confesar. Una cosa era desafiar la voluntad de Yui cuando no estaba cerca, y otra muy distinta es tenerla allí delante, con aquella presencia eléctrica capaz de doblegar al más fuerte.
Afortunadamente para todos, la mujer decidió ignorarlo, no supo si porque se lo reservaba para más tarde o porque en el gran conjunto de las cosas, estaba enormemente complacida. Se agachó frente a los cadáveres un momento y dio carpetazo a las Náyades ella misma, añadiendo además que no la habían defraudado. Para Daruu, desde luego, aquellas palabras concretas supusieron un alivio. Hundió los hombros en un suspiro. Pero antes de que se diera cuenta ya tenía a Amekoro Yui encima, quién había posado una mano sobre uno de ellos. A Daruu se le congeló el corazón un momento.
Era su sonrisa desafiante, su carácter arrojado, su actitud exigente pero, en cierto modo muy peculiar, compasiva. Era como una madre que esperaba lo mejor de sus hijos y les desafiaba para que crecieran recios, fuertes, valientes y responsables de sus errores y de sus éxitos. Era el olor de su perfume, ácido y seco. Eran sus ojos, la Tormenta en estado puro, que asustaban pero emocionaban al mismo tiempo. Aquella sonrisa divertida, expectante, cómplice y siempre algo siniestra. Era admiración. Admiración absoluta lo que Daruu sintió por Yui en ese momento, cuando reconoció el trabajo que habían realizado, cuando sintió aquél orgullo como suyo propio.
Por primera vez, Daruu entendió al cien por cien por qué Amekoro Yui era la Arashikage, por mucho más preparada que estuviese Shanise para el cargo. Porque aquella sombra de hiperliderazgo de orgullo, pasión y arrojo sólo podía proyectarla una persona. Y esa era Yui.
—Muchas gracias, Arashikage-sama —replicó Daruu con la voz quebrada. Muchos sentimientos encontrados. El recuerdo de lo que descubrió en las habitaciones de las Náyades. La adrenalina, descargando.
Entonces, Ayame intervino:
—Arashikage-sama —la reconoció, con respeto. Pero cuando volvió a alzar la mirada hacia ella, añadió—: Hemos acabado con las Náyades, al menos con tres de ellas... Pero... Mucho me temo que esto aún no ha acabado.
Daruu asintió.
—Las Náyades tenían una mazmorra llena de gente. Estimé oportuno esperar a que acabásemos con ellas para rescatarlas, pero ahora ya es el momento de hacerlo —explicó—. Por otra, tengo unos ojos escondidos entre un montón de calzoncillos en la habitación del hotel. Creo que estarían mejor en el quirófano, esperándome. —Daruu sonrió, mirando a Ayame de reojo—. Había pensado contactar con Senzaburu-san para que nos ayudase con los prisioneros, ¿hay más ninjas de Amegakure a su cargo? ¿Qué opina?
»Y... por cierto. ¿Consiguió cazar al último traidor de las Náyades? ¿El Nara? —preguntó, echando un ojo a la puerta del calabozo. Temeroso de cual pudiera ser la respuesta.
La mujer se detuvo al lado de él y frunció el ceño al ver el cadáver de Nioka. Daruu sintió un escalofrío, sintió que le temblaban las piernas y abrió la boca, a punto de confesar. Una cosa era desafiar la voluntad de Yui cuando no estaba cerca, y otra muy distinta es tenerla allí delante, con aquella presencia eléctrica capaz de doblegar al más fuerte.
Afortunadamente para todos, la mujer decidió ignorarlo, no supo si porque se lo reservaba para más tarde o porque en el gran conjunto de las cosas, estaba enormemente complacida. Se agachó frente a los cadáveres un momento y dio carpetazo a las Náyades ella misma, añadiendo además que no la habían defraudado. Para Daruu, desde luego, aquellas palabras concretas supusieron un alivio. Hundió los hombros en un suspiro. Pero antes de que se diera cuenta ya tenía a Amekoro Yui encima, quién había posado una mano sobre uno de ellos. A Daruu se le congeló el corazón un momento.
Era su sonrisa desafiante, su carácter arrojado, su actitud exigente pero, en cierto modo muy peculiar, compasiva. Era como una madre que esperaba lo mejor de sus hijos y les desafiaba para que crecieran recios, fuertes, valientes y responsables de sus errores y de sus éxitos. Era el olor de su perfume, ácido y seco. Eran sus ojos, la Tormenta en estado puro, que asustaban pero emocionaban al mismo tiempo. Aquella sonrisa divertida, expectante, cómplice y siempre algo siniestra. Era admiración. Admiración absoluta lo que Daruu sintió por Yui en ese momento, cuando reconoció el trabajo que habían realizado, cuando sintió aquél orgullo como suyo propio.
Por primera vez, Daruu entendió al cien por cien por qué Amekoro Yui era la Arashikage, por mucho más preparada que estuviese Shanise para el cargo. Porque aquella sombra de hiperliderazgo de orgullo, pasión y arrojo sólo podía proyectarla una persona. Y esa era Yui.
—Muchas gracias, Arashikage-sama —replicó Daruu con la voz quebrada. Muchos sentimientos encontrados. El recuerdo de lo que descubrió en las habitaciones de las Náyades. La adrenalina, descargando.
Entonces, Ayame intervino:
—Arashikage-sama —la reconoció, con respeto. Pero cuando volvió a alzar la mirada hacia ella, añadió—: Hemos acabado con las Náyades, al menos con tres de ellas... Pero... Mucho me temo que esto aún no ha acabado.
Daruu asintió.
—Las Náyades tenían una mazmorra llena de gente. Estimé oportuno esperar a que acabásemos con ellas para rescatarlas, pero ahora ya es el momento de hacerlo —explicó—. Por otra, tengo unos ojos escondidos entre un montón de calzoncillos en la habitación del hotel. Creo que estarían mejor en el quirófano, esperándome. —Daruu sonrió, mirando a Ayame de reojo—. Había pensado contactar con Senzaburu-san para que nos ayudase con los prisioneros, ¿hay más ninjas de Amegakure a su cargo? ¿Qué opina?
»Y... por cierto. ¿Consiguió cazar al último traidor de las Náyades? ¿El Nara? —preguntó, echando un ojo a la puerta del calabozo. Temeroso de cual pudiera ser la respuesta.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)