4/10/2019, 02:42
La mujer de hierro retiró sus manos de los dos jóvenes, y se cruzó de brazos.
¿Que aquello no había terminado? ¿y....?
—Las Náyades tenían una mazmorra llena de gente. Estimé oportuno esperar a que acabásemos con ellas para rescatarlas, pero ahora ya es el momento de hacerlo —explicó—. Por otra, tengo unos ojos escondidos entre un montón de calzoncillos en la habitación del hotel. Creo que estarían mejor en el quirófano, esperándome. —Daruu sonrió, mirando a Ayame de reojo—. Había pensado contactar con Senzaburu-san para que nos ayudase con los prisioneros, ¿hay más ninjas de Amegakure a su cargo? ¿Qué opina?
»Y... por cierto. ¿Consiguió cazar al último traidor de las Náyades? ¿El Nara? —preguntó, echando un ojo a la puerta del calabozo. Temeroso de cual pudiera ser la respuesta.
—La duda ofende, Amedama. El Nara está muerto, y su clan está siendo investigado en estos momentos. Ya sabéis, la traición se contagia muy fácil —los Hozuki eran prueba de ello—. y en estos tiempos tan turbios, con tanto enemigo allá afuera, hay que ser mucho más precavido con quienes pisan nuestro hogar. Así que con Nara Kikoku y estas dos ratas, Las Náyades por fin han caído. Todas —miró la celda de Nioka—. incluso una que había decidido dejar viva. Me pregunto... ¿qué le habrá pasado? —Yui les miró con severidad, pero no dejó que ninguna respondiera—. da igual. Salgamos de aquí, antes de que empiecen a apestar.
Yui pegó la vuelta y llamó a los jóvenes carceleros. Escoltada por una débil y maltrecha Ayame, y un escocido Daruu; la Arashikage ordenó que un equipo forense hiciera lo apropiado para encargarse de los cadáveres y calcinarlos hasta que las Náyades quedaran, todas, reducidas al más ínfimo polvo. Luego se detuvo a mitad de pasillo superior que daba a una de las vertientes que llevaba hasta el ascensor, y le pegó un buen vistazo a los dos. La Arashikage arrugó la nariz al ver a Ayame, de cómo le costaba caminar, y cojeaba con esa pierna que bien había recibido la mordida de varias serpientes.
—Tú necesitas ver a un médico y curar esas heridas. Hueles a veneno —y vaya que Yui conocía bien de estos menesteres, a lo que ella llamaba como el puñal de los cobardes. La mujer hizo un par de gestos y su llamado no tardó demasiado en tener efecto, pues pronto un chunin de turno estaba ahí para atender sus peticiones—. acompaña a Aotsuki Ayame al Hospital. Es de máxima prioridad que la atiendan. ¡Es una orden mía! —el chunin asintió, y satisfecha, Yui miró a Daruu—. tú y yo ya tendremos tiempo de hablar largo y tendido acerca del archivo que me dejaste, pero quiero que sepas que ya lo he meditado y estoy dispuesta a emitir un indulto a la memoria de tu padre, para exonerar su alma de cualquier cargo de traición que se haya podido llevar consigo a la tumba. Aún no lo hemos hecho oficial así que tienes tiempo para transmitirle la noticia a tu madre.
»Pero primero ve a por tus ojos. ¿Puedes usar tu técnica de teletransportación? —luego le miró a los dos—. no os preocupéis por lo demás, Shanise puede encargarse del resto.
¿Que aquello no había terminado? ¿y....?
—Las Náyades tenían una mazmorra llena de gente. Estimé oportuno esperar a que acabásemos con ellas para rescatarlas, pero ahora ya es el momento de hacerlo —explicó—. Por otra, tengo unos ojos escondidos entre un montón de calzoncillos en la habitación del hotel. Creo que estarían mejor en el quirófano, esperándome. —Daruu sonrió, mirando a Ayame de reojo—. Había pensado contactar con Senzaburu-san para que nos ayudase con los prisioneros, ¿hay más ninjas de Amegakure a su cargo? ¿Qué opina?
»Y... por cierto. ¿Consiguió cazar al último traidor de las Náyades? ¿El Nara? —preguntó, echando un ojo a la puerta del calabozo. Temeroso de cual pudiera ser la respuesta.
—La duda ofende, Amedama. El Nara está muerto, y su clan está siendo investigado en estos momentos. Ya sabéis, la traición se contagia muy fácil —los Hozuki eran prueba de ello—. y en estos tiempos tan turbios, con tanto enemigo allá afuera, hay que ser mucho más precavido con quienes pisan nuestro hogar. Así que con Nara Kikoku y estas dos ratas, Las Náyades por fin han caído. Todas —miró la celda de Nioka—. incluso una que había decidido dejar viva. Me pregunto... ¿qué le habrá pasado? —Yui les miró con severidad, pero no dejó que ninguna respondiera—. da igual. Salgamos de aquí, antes de que empiecen a apestar.
Yui pegó la vuelta y llamó a los jóvenes carceleros. Escoltada por una débil y maltrecha Ayame, y un escocido Daruu; la Arashikage ordenó que un equipo forense hiciera lo apropiado para encargarse de los cadáveres y calcinarlos hasta que las Náyades quedaran, todas, reducidas al más ínfimo polvo. Luego se detuvo a mitad de pasillo superior que daba a una de las vertientes que llevaba hasta el ascensor, y le pegó un buen vistazo a los dos. La Arashikage arrugó la nariz al ver a Ayame, de cómo le costaba caminar, y cojeaba con esa pierna que bien había recibido la mordida de varias serpientes.
—Tú necesitas ver a un médico y curar esas heridas. Hueles a veneno —y vaya que Yui conocía bien de estos menesteres, a lo que ella llamaba como el puñal de los cobardes. La mujer hizo un par de gestos y su llamado no tardó demasiado en tener efecto, pues pronto un chunin de turno estaba ahí para atender sus peticiones—. acompaña a Aotsuki Ayame al Hospital. Es de máxima prioridad que la atiendan. ¡Es una orden mía! —el chunin asintió, y satisfecha, Yui miró a Daruu—. tú y yo ya tendremos tiempo de hablar largo y tendido acerca del archivo que me dejaste, pero quiero que sepas que ya lo he meditado y estoy dispuesta a emitir un indulto a la memoria de tu padre, para exonerar su alma de cualquier cargo de traición que se haya podido llevar consigo a la tumba. Aún no lo hemos hecho oficial así que tienes tiempo para transmitirle la noticia a tu madre.
»Pero primero ve a por tus ojos. ¿Puedes usar tu técnica de teletransportación? —luego le miró a los dos—. no os preocupéis por lo demás, Shanise puede encargarse del resto.