4/10/2019, 18:35
(Última modificación: 4/10/2019, 18:40 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Daruu suspiró, aliviado, cuando Yui le aseguró de una forma muy peculiar que el traidor restante —llamado Nara Kikoku— había sido extirpado como un tumor de Amegakure. Pero el alivio le dudó poco, porque inmediatamente después lanzó una pregunta retórica al aire apuñalándoles con aquellos luceros azul eléctrico. Daruu agachó la mirada, apretó la mandíbula y esperó un chaparrón que nunca llegó.
—Da igual. Salgamos de aquí, antes de que empiecen a apestar.
Daruu tragó saliva y asintió. Evitó dirigir la mirada a los cadáveres, y pensar en ellos. Echó a caminar detrás de su líder y dejó pasar a ambos lados a lso carceleros. Yui les ordenó que se encargaran de los cuerpos.
Ya arriba, Yui se detuvo y les miró un momento. Daruu pensó que iba a volver a la carga con el asunto de Nioka y se temió lo peor, pero en realidad estaba preocupándose por ellos. De alguna manera que Daruu no supo explicar, detectó que Ayame estaba envenenada. Daruu miró con preocupación a Ayame, mientras la Arashikage llamaba a un chuunin para que la acompañase al hospital. Estuvo a punto de sugerir que podía acompañarla él si quería, pero enseguida Yui volvió a dirigirse a él.
—tú y yo ya tendremos tiempo de hablar largo y tendido acerca del archivo que me dejaste, pero quiero que sepas que ya lo he meditado y estoy dispuesta a emitir un indulto a la memoria de tu padre, para exonerar su alma de cualquier cargo de traición que se haya podido llevar consigo a la tumba. Aún no lo hemos hecho oficial así que tienes tiempo para transmitirle la noticia a tu madre.
Daruu dibujó en el rostro la sonrisa más amplia que le había dedicado a alguien en toda su vida. Una vez más, se le saltaron las lágrimas, e inmediatamente se sintió avergonzado por hacerlo delante de Yui. Se las limpió con la manga y sorbió por la nariz.
—Mu... muchísimas gracias, Yui-sama. Gracias, Yui-sama, de verdad.
—Pero primero ve a por tus ojos. ¿Puedes usar tu técnica de teletransportación? —luego le miró a los dos—. no os preocupéis por lo demás, Shanise puede encargarse del resto.
Daruu asintió dos veces.
—S-sí. No se preocupe, tengo energía de sobra ya —dijo—. Yo... si no le importa, entonces, iré a hablar con mi madre, y luego... iremos al hospital, con Ayame.
»C-con su permiso, Yui-sama. —Daruu hizo una última reverencia a Yui, se despidió de Ayame con una sonrisa y formuló los sellos de su técnica. Una vez más, desapareció en un característico destello rojizo.
...o eso le hubiese gustado decir. Lo cierto es que no ocurrió absolutamente nada. Porque el muy gilipollas se había olvidado de dejar la marca de sangre de nuevo en la habitación de la posada. Daruu maldijo para sus adentros mientras para sus afueras sudaba la gota gorda mirando a Yui con una sonrisa bastante estúpida. Repitió los sellos y, ahora sí, desapareció.
...de modo que allí estaba. De nuevo en la guarida de las Náyades. Protagonizando un lamentable regreso a la Bruma Negra, Daruu salió por la entrada del almacén y subió las escaleras hasta la taberna Mal de Ojo. Pasó por el bar con cara de pocos amigos, como quien no quiere la cosa. Pero antes de salir a la calle, tuvo unas palabras para la anciana ciega que custodiaba la barra:
—Naia y sus amigas están muertas —dijo—. Lárguese de aquí unos días y si le preguntan, finja que no sabía nada de ese refugio subterráneo. A los míos les gusta hacer preguntas, pero también matar a todo aquél que considera una futura amenaza. No la parezca.
Cerró la puerta de la taberna y subió a un edificio cercano. Si no recordaba mal, había dejado la ventana abierta. Así se la encontró, poco después, de modo que entró, cerró, y tras cerciorarse de que los ojos estaban donde los dejó, guardó el tarro con cuidado en su portaobjetos. Bajó al piso inferior con las llaves en la mano. Todo el mundo se le quedó mirando, porque estaba hecho unos zorros. Sobretodo el propio Ginjo, quien se preocupó mil veces por lo que había pasado, por si Ayame estaba bien, por muchas cosas que Daruu sintió que no era prudente decirle.
Al final, se tuvo que conformar con que habían cumplido la misión y era hora de volver a casa. Quizás triste por una despedida demasiado apresurada, Ginjo se despidió de Daruu taciturnamente, y aceptó la llave de vuelta.
Eso sí, le resultó extraño que Daruu volviese a subir las escaleras... cuando se interesó por lo que estaba haciendo el muchacho en el piso de arriba, ya no estaba allí.
—Da igual. Salgamos de aquí, antes de que empiecen a apestar.
Daruu tragó saliva y asintió. Evitó dirigir la mirada a los cadáveres, y pensar en ellos. Echó a caminar detrás de su líder y dejó pasar a ambos lados a lso carceleros. Yui les ordenó que se encargaran de los cuerpos.
Ya arriba, Yui se detuvo y les miró un momento. Daruu pensó que iba a volver a la carga con el asunto de Nioka y se temió lo peor, pero en realidad estaba preocupándose por ellos. De alguna manera que Daruu no supo explicar, detectó que Ayame estaba envenenada. Daruu miró con preocupación a Ayame, mientras la Arashikage llamaba a un chuunin para que la acompañase al hospital. Estuvo a punto de sugerir que podía acompañarla él si quería, pero enseguida Yui volvió a dirigirse a él.
—tú y yo ya tendremos tiempo de hablar largo y tendido acerca del archivo que me dejaste, pero quiero que sepas que ya lo he meditado y estoy dispuesta a emitir un indulto a la memoria de tu padre, para exonerar su alma de cualquier cargo de traición que se haya podido llevar consigo a la tumba. Aún no lo hemos hecho oficial así que tienes tiempo para transmitirle la noticia a tu madre.
Daruu dibujó en el rostro la sonrisa más amplia que le había dedicado a alguien en toda su vida. Una vez más, se le saltaron las lágrimas, e inmediatamente se sintió avergonzado por hacerlo delante de Yui. Se las limpió con la manga y sorbió por la nariz.
—Mu... muchísimas gracias, Yui-sama. Gracias, Yui-sama, de verdad.
—Pero primero ve a por tus ojos. ¿Puedes usar tu técnica de teletransportación? —luego le miró a los dos—. no os preocupéis por lo demás, Shanise puede encargarse del resto.
Daruu asintió dos veces.
—S-sí. No se preocupe, tengo energía de sobra ya —dijo—. Yo... si no le importa, entonces, iré a hablar con mi madre, y luego... iremos al hospital, con Ayame.
»C-con su permiso, Yui-sama. —Daruu hizo una última reverencia a Yui, se despidió de Ayame con una sonrisa y formuló los sellos de su técnica. Una vez más, desapareció en un característico destello rojizo.
...o eso le hubiese gustado decir. Lo cierto es que no ocurrió absolutamente nada. Porque el muy gilipollas se había olvidado de dejar la marca de sangre de nuevo en la habitación de la posada. Daruu maldijo para sus adentros mientras para sus afueras sudaba la gota gorda mirando a Yui con una sonrisa bastante estúpida. Repitió los sellos y, ahora sí, desapareció.
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...de modo que allí estaba. De nuevo en la guarida de las Náyades. Protagonizando un lamentable regreso a la Bruma Negra, Daruu salió por la entrada del almacén y subió las escaleras hasta la taberna Mal de Ojo. Pasó por el bar con cara de pocos amigos, como quien no quiere la cosa. Pero antes de salir a la calle, tuvo unas palabras para la anciana ciega que custodiaba la barra:
—Naia y sus amigas están muertas —dijo—. Lárguese de aquí unos días y si le preguntan, finja que no sabía nada de ese refugio subterráneo. A los míos les gusta hacer preguntas, pero también matar a todo aquél que considera una futura amenaza. No la parezca.
Cerró la puerta de la taberna y subió a un edificio cercano. Si no recordaba mal, había dejado la ventana abierta. Así se la encontró, poco después, de modo que entró, cerró, y tras cerciorarse de que los ojos estaban donde los dejó, guardó el tarro con cuidado en su portaobjetos. Bajó al piso inferior con las llaves en la mano. Todo el mundo se le quedó mirando, porque estaba hecho unos zorros. Sobretodo el propio Ginjo, quien se preocupó mil veces por lo que había pasado, por si Ayame estaba bien, por muchas cosas que Daruu sintió que no era prudente decirle.
Al final, se tuvo que conformar con que habían cumplido la misión y era hora de volver a casa. Quizás triste por una despedida demasiado apresurada, Ginjo se despidió de Daruu taciturnamente, y aceptó la llave de vuelta.
Eso sí, le resultó extraño que Daruu volviese a subir las escaleras... cuando se interesó por lo que estaba haciendo el muchacho en el piso de arriba, ya no estaba allí.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)