5/10/2019, 17:22
Yui se había mantenido estática y en silencio mientras escuchaba los relatos de sus dos subordinados. Ni siquiera Ayame era capaz de imaginar qué era lo que estaba pasando por la cabeza de la mandataria mientras tanto. Y mucho menos se podría imaginar lo que estaba por venir.
—Fui muy enfática cuando fuisteis a mi despacho a pedirme que os dejara encargaros de esta caza —habló al fin, rompiendo el silencio—. Os dije que si me fallabais, no encontraríais en mí más que una absoluta decepción. Pero así como castigo con mano de hierros los fracasos, también premio los aciertos a la misma medida.
»Ayame —se dirigió en primer lugar a la kunoichi, que alzó la cabeza como un resorte al escuchar su nombre pronunciado en los labios de aquella poderosa mujer—, por tu participación en la caza de las Náyades, tu disposición a seguir las órdenes de tu líder de equipo, y mostrarte dispuesta a romper las barreras de tus propios principios y limitaciones en distintos puntos de la travesía. Por acabar con esa hija de puta tú misma, y prevalecer ahí donde tantos hombres y mujeres han caído. Por haber salido finalmente de ese cascarón que te limita y no te deja ver el potencial que tienes como mujer, como Jinchuriki... y como Chūnin de Amegakure no satou...
«Espera. ¿Qué ha...?»
Pero no había oído mal. Sus delicados oídos nunca la habían traicionado, ni lo habían hecho en aquel momento. Yui dejó frente a ella una reluciente placa plateada que lucía el símbolo de un rectángulo siendo atravesado por la mitad por una línea vertical. Ayame se había quedado sin habla, con los ojos abiertos de par en par fijos en el hipnótico metal y el corazón bombeándole en las sienes. Chūnin. La había llamado Chūnin. Y le estaba dando aquella placa como muestra de ello. Los ojos de la muchacha se inundaron de lágrimas inevitablemente, y tuvo que fruncir los labios para evitar que le traicionara el llanto. Después de tanto tiempo suplicando por una nueva oportunidad, después de tanto tiempo suplicando que le permitieran enmendar su error. Ayame acarició con dedos temblorosos el metal, temiendo que se fuera a quebrar si lo apretaba demasiado fuerte, pero terminó por tomarlo en la palma de su mano y abrazó contra su pecho.
—Muchas... Muchas gracias, Arashikage-sama —pronunció, con un hilo de voz, y la reverencia más pronunciada que fue capaz de realizar en su incómoda situación.
—Pero aún tienes mucho que aprender —añadió—. Aprovecha la semilla de confianza que has sembrado con esta misión y hazla germinar. Aprende de liderazgo. Lustra tu voluntad. No dejes que nadie ni nadie te diga que no puedes hacer algo. Espero que con este nuevo desafío te sirva para ello.
Ayame apretó con más fuerza la placa entre sus dedos, y sus ojos llorosos la miraron con determinación. Ella... Que escondía información a la Arashikage a sabiendas de las consecuencias que cargaría si llegara a revelarla... Ella... que hacía unas pocas horas había dudado de su proceder y había llegado al punto de dudar incluso de su lealtad hacia ella... Y ahora estaba siendo reconocida y ascendida a Rango Medio por ella misma. Por una parte sintió que no merecía algo así, pero por otra...
—No la fallaré. Ni a usted, ni a Amegakure. Lo prometo.
Después de aquello le llegó el turno a Daruu, que después de un discurso igual de enervante que el que le había dirigido a Ayame, recibió también una placa. Dorada esta vez, y con forma triangular con el inequívoco símbolo de "Rango Alto" grabado en su metal. Acababa de ser ascendido a Jōnin, nada menos.
—Yui-sama! ¡Muchas gracias! ¡Tomaré la máxima responsabilidad! Y no sólo eso... —Daruu se reincorporó y, ante la atónita mirada de los allí presentes se adelantó y desafió a Yui con la mirada de sus ojos purpúreos. Unos ojos que no tardarían en cambiar su color de nuevo—. Me convertiré en el shinobi más poderoso de Amegakure. Un año —añadió, solicitante—. Deme un año para entrenar. Y luego, deme la oportunidad de enfrentarme contra usted. Y probarme.
«¡¿Enfrentarse a Yui-sama?!» Se repitió Ayame, boquiabierta.
—Fui muy enfática cuando fuisteis a mi despacho a pedirme que os dejara encargaros de esta caza —habló al fin, rompiendo el silencio—. Os dije que si me fallabais, no encontraríais en mí más que una absoluta decepción. Pero así como castigo con mano de hierros los fracasos, también premio los aciertos a la misma medida.
»Ayame —se dirigió en primer lugar a la kunoichi, que alzó la cabeza como un resorte al escuchar su nombre pronunciado en los labios de aquella poderosa mujer—, por tu participación en la caza de las Náyades, tu disposición a seguir las órdenes de tu líder de equipo, y mostrarte dispuesta a romper las barreras de tus propios principios y limitaciones en distintos puntos de la travesía. Por acabar con esa hija de puta tú misma, y prevalecer ahí donde tantos hombres y mujeres han caído. Por haber salido finalmente de ese cascarón que te limita y no te deja ver el potencial que tienes como mujer, como Jinchuriki... y como Chūnin de Amegakure no satou...
«Espera. ¿Qué ha...?»
Pero no había oído mal. Sus delicados oídos nunca la habían traicionado, ni lo habían hecho en aquel momento. Yui dejó frente a ella una reluciente placa plateada que lucía el símbolo de un rectángulo siendo atravesado por la mitad por una línea vertical. Ayame se había quedado sin habla, con los ojos abiertos de par en par fijos en el hipnótico metal y el corazón bombeándole en las sienes. Chūnin. La había llamado Chūnin. Y le estaba dando aquella placa como muestra de ello. Los ojos de la muchacha se inundaron de lágrimas inevitablemente, y tuvo que fruncir los labios para evitar que le traicionara el llanto. Después de tanto tiempo suplicando por una nueva oportunidad, después de tanto tiempo suplicando que le permitieran enmendar su error. Ayame acarició con dedos temblorosos el metal, temiendo que se fuera a quebrar si lo apretaba demasiado fuerte, pero terminó por tomarlo en la palma de su mano y abrazó contra su pecho.
—Muchas... Muchas gracias, Arashikage-sama —pronunció, con un hilo de voz, y la reverencia más pronunciada que fue capaz de realizar en su incómoda situación.
—Pero aún tienes mucho que aprender —añadió—. Aprovecha la semilla de confianza que has sembrado con esta misión y hazla germinar. Aprende de liderazgo. Lustra tu voluntad. No dejes que nadie ni nadie te diga que no puedes hacer algo. Espero que con este nuevo desafío te sirva para ello.
Ayame apretó con más fuerza la placa entre sus dedos, y sus ojos llorosos la miraron con determinación. Ella... Que escondía información a la Arashikage a sabiendas de las consecuencias que cargaría si llegara a revelarla... Ella... que hacía unas pocas horas había dudado de su proceder y había llegado al punto de dudar incluso de su lealtad hacia ella... Y ahora estaba siendo reconocida y ascendida a Rango Medio por ella misma. Por una parte sintió que no merecía algo así, pero por otra...
—No la fallaré. Ni a usted, ni a Amegakure. Lo prometo.
Después de aquello le llegó el turno a Daruu, que después de un discurso igual de enervante que el que le había dirigido a Ayame, recibió también una placa. Dorada esta vez, y con forma triangular con el inequívoco símbolo de "Rango Alto" grabado en su metal. Acababa de ser ascendido a Jōnin, nada menos.
—Yui-sama! ¡Muchas gracias! ¡Tomaré la máxima responsabilidad! Y no sólo eso... —Daruu se reincorporó y, ante la atónita mirada de los allí presentes se adelantó y desafió a Yui con la mirada de sus ojos purpúreos. Unos ojos que no tardarían en cambiar su color de nuevo—. Me convertiré en el shinobi más poderoso de Amegakure. Un año —añadió, solicitante—. Deme un año para entrenar. Y luego, deme la oportunidad de enfrentarme contra usted. Y probarme.
«¡¿Enfrentarse a Yui-sama?!» Se repitió Ayame, boquiabierta.