5/10/2019, 20:27
(Última modificación: 5/10/2019, 20:31 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—¡Coño, es verdad! ¿No oíste como "adiós"? Por sus huevos santos, espero que no le hayan matado y haya sido todo un mal susto —respondió, y Ayame torció el gesto, llena de preocupación. Si hace unos meses le hubiesen dicho que ella iba a estar tan preocupada por Uchiha Datsue no habría podido hacer otra cosa que soltar una sonora carcajada. ¡Qué caprichoso podía llegar ser el destino!—. A lo mejor simplemente estaba haciendo algo muy arriesgado en una misión, como nosotros. Pero aquí no me arriesgo a contactarle. E Imagínate que no me contesta y luego nos habla cuando me estén operando.
—No, será mejor que esperemos —asintió Ayame. Lo último que podían desear es que la voz de Datsue resonara en plena sala de quirófano, con todos los cirujanos y su propio padre presente. Aquella era una escena tan escabrosa como humorística.
—Uff, y ahora me he dado cuenta de verdad de que van a operarme y me he puesto enfermo —añadió Daruu, jugueteando con sus manos.
Ayame puso su propia mano sobre las suyas y clavó una intensa mirada en sus ojos purpúreos. Aquella sería la última vez que viera aquel color en sus iris. Tendría que volver a acostumbrarse al color perlado del Byakugan.
—Saldrá bien, ya lo verás. Confío en papá, él sabe lo que hace.
—Y si no, siempre estás a tiempo para echarte atrás, Amedama —La voz de Zetsuo volvió a resonar en la habitación. El hombre había vuelto, acompañado de Kōri, y en aquellos momentos contemplaba a la pareja con sus afilados ojos apoyado en el marco de la puerta—. Aunque eso sería una putada ahora, después de haberme hecho desplegar un quirófano para ti solito.
—No, será mejor que esperemos —asintió Ayame. Lo último que podían desear es que la voz de Datsue resonara en plena sala de quirófano, con todos los cirujanos y su propio padre presente. Aquella era una escena tan escabrosa como humorística.
—Uff, y ahora me he dado cuenta de verdad de que van a operarme y me he puesto enfermo —añadió Daruu, jugueteando con sus manos.
Ayame puso su propia mano sobre las suyas y clavó una intensa mirada en sus ojos purpúreos. Aquella sería la última vez que viera aquel color en sus iris. Tendría que volver a acostumbrarse al color perlado del Byakugan.
—Saldrá bien, ya lo verás. Confío en papá, él sabe lo que hace.
—Y si no, siempre estás a tiempo para echarte atrás, Amedama —La voz de Zetsuo volvió a resonar en la habitación. El hombre había vuelto, acompañado de Kōri, y en aquellos momentos contemplaba a la pareja con sus afilados ojos apoyado en el marco de la puerta—. Aunque eso sería una putada ahora, después de haberme hecho desplegar un quirófano para ti solito.