7/10/2019, 20:05
Por un momento, lo tuvo. Saboreó la victoria, el éxtasis que solo el hecho de vencer a la persona que más admirabas y respetabas podía brindarte. No por superarle, o siquiera orgullo, sino por lo que eso significaba. Y en lo que eso te convertía.
Pero tuvo que haberlo visto venir, incluso sin el Sharingan. No iba a ser tan fácil. No podía serlo. «¿¡Un clon!? ¿¡Kawarimi!?» Las dos posibilidades le pasaron como un rayo por la mente del Uchiha. El sabor a ceniza se le metió en la boca, y un recuerdo muy amargo le vino a la mente. El Katon: Haijingakure no Jutsu, ninjutsu que en una ocasión Akame había usado contra él. Temeroso por los daños, el Uchiha potenció sus piernas de chakra y saltó. Saltó, alto, muy alto, con toda la fuerza que se había ganado con tanta sentadilla en los últimos meses. Pero, entonces…
Una potente explosión que ahogó su chillido de dolor. Había saltado, sí, pero no a tiempo. Muy alto, sí, pero las llamas le habían lamido las piernas antes de alcanzar su máxima altura. El ōkunai se le escapó de las manos, clavándose en la arena, y el cayó poco después, teniendo que apoyar ambas manos en el suelo para amortiguar el aterrizaje.
—¿Te gusta? —oyó decir a Hanabi, a lo lejos—. Le llamo "Petardo Sorpresa". Creo que es muy tú.
«Será cabronazo…» Casi ni habían empezado el duelo, y ya le habían reventado. Su pantalón humeaba por todos lados, y la piel de las piernas le ardía. De hecho, no sabía ni cómo mantenía la mente tan clara, sin entrar en conmoción. No… Se engañaba. En realidad sí sabía el porqué. Cuando se dio cuenta, sonrió.
Jamás creyó que fuese a decir las siguientes palabras, ni aunque fuesen mentalmente.
Todas esas noches, torturándole día sí y día también. Haciéndole ver cosas horribles. Destrozándolo. Machacando su cuerpo de todas las maneras imaginables. Partiéndolo. Quemándolo. ¿Qué era unas pocas quemaduras cuando Datsue había sentido cómo la piel se le caía, derretida, por las llamas? ¿Qué era un corte, un golpe, un poco de sangre, cuando le habían cercenado cada extremidad y agujereado su cuerpo con lanzas? Su piel no era más dura. Sus músculos tampoco más grandes por aquellas pesadillas. Pero Shukaku, sin quererlo, había convertido al quejica de Datsue en un tío que miraba al dolor y era capaz de devolverle la sonrisa.
Se levantó, más seguro de sí mismo que nunca.
—Bonito truco —tuvo que reconocerle—. No piense que caeré dos veces en él —tomó el ōkunai y lo enfundó en la vaina.
«Perdóname, Raito-sensei». Así era. Raito había sido el Uchiha veterano que le había enseñado aquella táctica: aprovecha los ojos, y aguarda a que el oponente haga el primer movimiento. Antes, cuando había recordado a todos los que le habían hecho ser quien era —Akame, Zoku, Daruu… y el resto— se había olvidado de él. Aquello le había costado una buena quemadura.
No se volvería a repetir.
Tomó una píldora estimuladora de sangre y luego alzó las manos en posición defensiva. Consciente —esta vez de verdad— que si quería ganar aquel combate iba a tener que darlo todo.
Pero tuvo que haberlo visto venir, incluso sin el Sharingan. No iba a ser tan fácil. No podía serlo. «¿¡Un clon!? ¿¡Kawarimi!?» Las dos posibilidades le pasaron como un rayo por la mente del Uchiha. El sabor a ceniza se le metió en la boca, y un recuerdo muy amargo le vino a la mente. El Katon: Haijingakure no Jutsu, ninjutsu que en una ocasión Akame había usado contra él. Temeroso por los daños, el Uchiha potenció sus piernas de chakra y saltó. Saltó, alto, muy alto, con toda la fuerza que se había ganado con tanta sentadilla en los últimos meses. Pero, entonces…
¡¡¡BBBAAAMMMMM!!!
Una potente explosión que ahogó su chillido de dolor. Había saltado, sí, pero no a tiempo. Muy alto, sí, pero las llamas le habían lamido las piernas antes de alcanzar su máxima altura. El ōkunai se le escapó de las manos, clavándose en la arena, y el cayó poco después, teniendo que apoyar ambas manos en el suelo para amortiguar el aterrizaje.
—¿Te gusta? —oyó decir a Hanabi, a lo lejos—. Le llamo "Petardo Sorpresa". Creo que es muy tú.
«Será cabronazo…» Casi ni habían empezado el duelo, y ya le habían reventado. Su pantalón humeaba por todos lados, y la piel de las piernas le ardía. De hecho, no sabía ni cómo mantenía la mente tan clara, sin entrar en conmoción. No… Se engañaba. En realidad sí sabía el porqué. Cuando se dio cuenta, sonrió.
«Gracias, Shukaku…»
Jamás creyó que fuese a decir las siguientes palabras, ni aunque fuesen mentalmente.
«Gracias por hacerme más fuerte.»
Todas esas noches, torturándole día sí y día también. Haciéndole ver cosas horribles. Destrozándolo. Machacando su cuerpo de todas las maneras imaginables. Partiéndolo. Quemándolo. ¿Qué era unas pocas quemaduras cuando Datsue había sentido cómo la piel se le caía, derretida, por las llamas? ¿Qué era un corte, un golpe, un poco de sangre, cuando le habían cercenado cada extremidad y agujereado su cuerpo con lanzas? Su piel no era más dura. Sus músculos tampoco más grandes por aquellas pesadillas. Pero Shukaku, sin quererlo, había convertido al quejica de Datsue en un tío que miraba al dolor y era capaz de devolverle la sonrisa.
Se levantó, más seguro de sí mismo que nunca.
—Bonito truco —tuvo que reconocerle—. No piense que caeré dos veces en él —tomó el ōkunai y lo enfundó en la vaina.
«Perdóname, Raito-sensei». Así era. Raito había sido el Uchiha veterano que le había enseñado aquella táctica: aprovecha los ojos, y aguarda a que el oponente haga el primer movimiento. Antes, cuando había recordado a todos los que le habían hecho ser quien era —Akame, Zoku, Daruu… y el resto— se había olvidado de él. Aquello le había costado una buena quemadura.
No se volvería a repetir.
Tomó una píldora estimuladora de sangre y luego alzó las manos en posición defensiva. Consciente —esta vez de verdad— que si quería ganar aquel combate iba a tener que darlo todo.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado