8/10/2019, 14:09
¡Plaff! Un chorro de agua impactando en su cuerpo.
—Me cago en… ¡Esas cosas se avisan! —se quejó, aunque con la boca pequeña. Lo cierto es que le había venido de puta madre—. Ehm… Sí, sí. Ahora me pongo algo —dijo, si bien algo confuso con la incomodidad de Ayame. ¿Cuántas veces había oído a un amejin decir que solían correr desnudos bajo la tormenta? ¡Completamente desnudos! Decenas, mínimo. Y seguramente se quedase corto—. Cuando entreno pecho o espalda apenas sudo un par de gotas, pero cuando me toca pierna… —Bueno, cuando le tocaba pierna…—. Sudo como un kusareño en un examen de matemáticas, macho.
Tomó una toalla que había dejado sobre la mesa de piedra y se secó un poco. Luego, de paso, sacó un pergamino y lo dejó en el suelo, abierto. Realizó una corta tanda de sellos y la gran roca se desvaneció, sellándose en el pergamino. Lo guardó en el portaobjetos y, finalmente, se puso la camiseta.
—Pues a ver, Daruu, es que ese adiós tenía un porqué. No te creas que lo hice gratuitamente, hombre. Yo me estaba despidiendo porque… Bueno, ¡es que no me vais a creer! —No le iban a creer ni de coña—. Pero… me clavaron una espada en el pecho, ¿vale? Bueno, yo me la clavé. Y pensé que, como consecuencia lógica, me moriría. ¿Quién en su sano juicio no lo pensaría? Por eso quise despedirme justo antes de todos vosotros.
Se sentó encima de la mesa y les miró a los ojos.
—No me creéis, ¿verdad? ¡Si es que nunca me creen cuando digo la verdad, hostia! —se quejó. Supuso que algo de culpa tenía de eso—. Si fuese mentira, me inventaría algo más creíble, ¿no?
—Me cago en… ¡Esas cosas se avisan! —se quejó, aunque con la boca pequeña. Lo cierto es que le había venido de puta madre—. Ehm… Sí, sí. Ahora me pongo algo —dijo, si bien algo confuso con la incomodidad de Ayame. ¿Cuántas veces había oído a un amejin decir que solían correr desnudos bajo la tormenta? ¡Completamente desnudos! Decenas, mínimo. Y seguramente se quedase corto—. Cuando entreno pecho o espalda apenas sudo un par de gotas, pero cuando me toca pierna… —Bueno, cuando le tocaba pierna…—. Sudo como un kusareño en un examen de matemáticas, macho.
Tomó una toalla que había dejado sobre la mesa de piedra y se secó un poco. Luego, de paso, sacó un pergamino y lo dejó en el suelo, abierto. Realizó una corta tanda de sellos y la gran roca se desvaneció, sellándose en el pergamino. Lo guardó en el portaobjetos y, finalmente, se puso la camiseta.
—Pues a ver, Daruu, es que ese adiós tenía un porqué. No te creas que lo hice gratuitamente, hombre. Yo me estaba despidiendo porque… Bueno, ¡es que no me vais a creer! —No le iban a creer ni de coña—. Pero… me clavaron una espada en el pecho, ¿vale? Bueno, yo me la clavé. Y pensé que, como consecuencia lógica, me moriría. ¿Quién en su sano juicio no lo pensaría? Por eso quise despedirme justo antes de todos vosotros.
Se sentó encima de la mesa y les miró a los ojos.
—No me creéis, ¿verdad? ¡Si es que nunca me creen cuando digo la verdad, hostia! —se quejó. Supuso que algo de culpa tenía de eso—. Si fuese mentira, me inventaría algo más creíble, ¿no?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado