9/10/2019, 18:09
Ante las palabras de Ayame, Eri alzó una mano e hizo aparecer sobre su palma una reluciente esfera de chakra que giraba a toda velocidad. De haber sido otra la situación, Ayame se habría detenido para admirarla, pero ninguna de las dos tenía ese valioso tiempo, que no dejaba de escurrirse como la fina arena en un reloj de arena dado la vuelta.
—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!
Ayame lanzó su puño colosal contra las baterías, al mismo tiempo que Eri hundía aquella pequeña esfera de chakra. El martillo sacudió las baterías con tal fuerza que hizo temblar todo el tren y la rotación de la esfera perforó los múltiples mecanismos, seccionando cables y todo lo que encontraba a su paso. Un súbito chispazo iluminó los rostros de las kunoichi y la electricidad recorrió sus cuerpos cuando, como si tratara de defenderse de aquella agresión, la electricidad las alcanzó. Ayame gritó, profundamente dolorida, y se vio obligada a apartar la mano con un profundo hormigueo recorriendo su cuerpo de arriba a abajo. Se cayó al suelo de culo, temblando como un flan, y entonces el ferrocarril dio una última sacudida, las luces papadearon y...
Todo se apagó.
Los motores, las luces, los botones. Todo.
Pero eso no hizo que el tren se detuviera. Seguía avanzando a través del bosque. Y Ushi cada estaba más cerca.
—¿Qué está pasando? ¡Creía que si destruíamos los motores pararíamos este cacharro!
—¡Los motores ya no alimentan la maquinaria, señorita, pero El Imparable no se va a parar en seco así como así! ¡Es la inercia del movimiento la que nos está conduciendo ahora!
Es decir, que terminaría frenando tarde o temprano. Cuando la rozadura contra el suelo y contra el viento hicieran efecto... La cuestión era, ¿eso sería antes o después de arrollar Ushi?
—¡¡¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!
Ayame lanzó su puño colosal contra las baterías, al mismo tiempo que Eri hundía aquella pequeña esfera de chakra. El martillo sacudió las baterías con tal fuerza que hizo temblar todo el tren y la rotación de la esfera perforó los múltiples mecanismos, seccionando cables y todo lo que encontraba a su paso. Un súbito chispazo iluminó los rostros de las kunoichi y la electricidad recorrió sus cuerpos cuando, como si tratara de defenderse de aquella agresión, la electricidad las alcanzó. Ayame gritó, profundamente dolorida, y se vio obligada a apartar la mano con un profundo hormigueo recorriendo su cuerpo de arriba a abajo. Se cayó al suelo de culo, temblando como un flan, y entonces el ferrocarril dio una última sacudida, las luces papadearon y...
Todo se apagó.
Los motores, las luces, los botones. Todo.
Pero eso no hizo que el tren se detuviera. Seguía avanzando a través del bosque. Y Ushi cada estaba más cerca.
—¿Qué está pasando? ¡Creía que si destruíamos los motores pararíamos este cacharro!
—¡Los motores ya no alimentan la maquinaria, señorita, pero El Imparable no se va a parar en seco así como así! ¡Es la inercia del movimiento la que nos está conduciendo ahora!
Es decir, que terminaría frenando tarde o temprano. Cuando la rozadura contra el suelo y contra el viento hicieran efecto... La cuestión era, ¿eso sería antes o después de arrollar Ushi?