13/10/2019, 17:10
—¡Exactamente eso! —exclamó Daruu, con una palmada, dándole la razón.
—Un soñador, diría —respondió Datsue. «Un soñador tonto.» Pensó Ayame para sí—. Un iluso. —«Un iluso tonto.»—. Un poco intrépido, también. —«Un intrépido tonto.»—. Pero, ¿tonto? —«Sí. Tonto tonto.»—. Bueno, vale, quizá un poco tontito también —tuvo que admitir al final, y Ayame, que se había cruzado de brazos, asintió varias veces con gesto serio y el ceño fruncido.
»Veréis, y esto que quede entre nosotros —continuó hablando—. Fue el Consejo de Sabios.
«El Consejo de Sabios...» Ayame abrió los ojos de par en par, y Kokuō, en su interior, se removió inquieta. Si no se equivocaba, el Consejo de Sabios había sido el mismo grupo de ancianos Uzumaki que ayudaron a revertir de nuevo el sello, cuando estaba confinada en el interior de su cuerpo.
—Me quisieron poner a prueba. Me prestaron una espada, una muy especial, imbuida con fuuinjutsu. Entonces, me revelaron cómo superar la prueba. Solo tenía que hacer una cosa sin importancia, un pequeñito gesto por mi parte: clavármela hasta el fondo en el puto corazón —el Uchiha alzó un dedo antes de que ninguno de los otros dos sinobi pudiera intervenir ante tal revelación, y ambos se quedaron callados y con las ganas de decir nada. ¡¿Qué clase de prueba te exigía que te suicidaras de esa manera?!—: Ah, pero tenía truco. La magia del fuuinjutsu. Si la espada me consideraba digno, no me sucedería nada. Sería como si me atravesase algo inmaterial, un fantasma. Pero, si por el contrario me consideraba indigno… —En un gesto de lo más teatral, el Uchiha sacó la lengua a un lado de la boca, entrecerrando los ojos y ladeando la cabeza.
Ni siquiera habría hecho falta que lo hiciera. Las consecuencias eran bien obvias.
«Definitivamente, nunca entenderé las técnicas de sellado...» ¿Una espada que atravesaba cuerpos si te consideraba digno, y si no te mataba? ¿Qué clase de magia negra era esa?
—¿Pero una prueba para qué? ¿Para qué debía considerarte digno la espada? —preguntó Ayame, muerta de curiosidad.
—Un soñador, diría —respondió Datsue. «Un soñador tonto.» Pensó Ayame para sí—. Un iluso. —«Un iluso tonto.»—. Un poco intrépido, también. —«Un intrépido tonto.»—. Pero, ¿tonto? —«Sí. Tonto tonto.»—. Bueno, vale, quizá un poco tontito también —tuvo que admitir al final, y Ayame, que se había cruzado de brazos, asintió varias veces con gesto serio y el ceño fruncido.
»Veréis, y esto que quede entre nosotros —continuó hablando—. Fue el Consejo de Sabios.
«El Consejo de Sabios...» Ayame abrió los ojos de par en par, y Kokuō, en su interior, se removió inquieta. Si no se equivocaba, el Consejo de Sabios había sido el mismo grupo de ancianos Uzumaki que ayudaron a revertir de nuevo el sello, cuando estaba confinada en el interior de su cuerpo.
—Me quisieron poner a prueba. Me prestaron una espada, una muy especial, imbuida con fuuinjutsu. Entonces, me revelaron cómo superar la prueba. Solo tenía que hacer una cosa sin importancia, un pequeñito gesto por mi parte: clavármela hasta el fondo en el puto corazón —el Uchiha alzó un dedo antes de que ninguno de los otros dos sinobi pudiera intervenir ante tal revelación, y ambos se quedaron callados y con las ganas de decir nada. ¡¿Qué clase de prueba te exigía que te suicidaras de esa manera?!—: Ah, pero tenía truco. La magia del fuuinjutsu. Si la espada me consideraba digno, no me sucedería nada. Sería como si me atravesase algo inmaterial, un fantasma. Pero, si por el contrario me consideraba indigno… —En un gesto de lo más teatral, el Uchiha sacó la lengua a un lado de la boca, entrecerrando los ojos y ladeando la cabeza.
Ni siquiera habría hecho falta que lo hiciera. Las consecuencias eran bien obvias.
«Definitivamente, nunca entenderé las técnicas de sellado...» ¿Una espada que atravesaba cuerpos si te consideraba digno, y si no te mataba? ¿Qué clase de magia negra era esa?
—¿Pero una prueba para qué? ¿Para qué debía considerarte digno la espada? —preguntó Ayame, muerta de curiosidad.