Este foro utiliza cookies
Este foro utiliza cookies para guardar tu información de inicio de sesión si estás registrado, y tu última visita si no lo estás. Las cookies son pequeños documentos de texto guardados en tu ordenador; las cookies establecidas por este foro sólo pueden ser utilizadas en este mismo sitio y no poseen riesgos de seguridad. Las cookies de este foro también llevan un registro de los temas que has leído y cuándo fue la última vez que los leíste. Los administradores NO tienen acceso a esta información, sólo TU NAVEGADOR. Por favor confirma si aceptas el establecimiento de estas cookies.

Se guardará una cookie en tu navegador sea cual sea tu elección para no tener que hacerte esta pregunta otra vez. Podrás cambiar tus ajustes sobre cookies en cualquier momento usando el link en el pie de página.
Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#47
—Aquello fue todo lo que respondió Eri, antes de prepararse para saltar.

«Espero que sepa lo que se hace...» Pensó Ayame, dejando escapar el aire por la nariz lentamente. Después se volvió hacia el maquinista, que aún las contemplaba sin comprender qué era lo que estaba pasando.

¡Vamos! —exclamó Ayame, tomándole del brazo y empujándolo hacia ella. La kunoichi colocó su cuerpo por delante de ella y pasó los brazos por delante de su pecho como si lo estuviera abrazando por la espalda.

Q... ¿Qué está haciendo...?

¡Prepárese! ¡Vamos a saltar! —gritó, mientras sus dos brazos volvían a inflarse como dos globos. El maquinista, que ya había visto hasta en dos ocasiones el poder destructivo de aquella técnica, no pudo sino ahogar una exclamación de terror, pero Ayame no tenía ninguna intención de usarlos para destruir en aquella ocasión, sino para aumentar su fuerza momentáneamente. Ayame no era alguien que se caracterizara precisamente por tener una fuerza descomunal, y mucho se temía no soportar el peso del maquinista en cuanto saltaran. Por eso había decidido utilizar aquella técnica.

El ferrocarril seguía temblando a su alrededor, aterrorizado. El metal y la madera seguía crujiendo en sus oídos como huesos que se estuvieran rompiendo con cada bache que se veía obligado a saltar. Y el pueblo de Ushi cada vez estaba más cerca. No podía verlo desde su posición, pero podía presentirlo con los árboles espaciándose cada vez más. Estaban llegando al final del bosque.

¡AHORA! —gritó Ayame, apretando con fuerza al maquinista contra su pecho y saltando al exterior. Tras su espalda se desplegaron un par de alas de agua que aleteó con fuerza, pero aún así sintió un fuerte tirón cuando sus pies perdieron el contacto con el suelo y vio su carga despendió únicamente de la gravedad—. ¡Ugh! —Ayame gimió dolorida, cuando sus brazos se quejaron del esfuerzo de cargar con el chillón maquinista que, aunque no era demasiado corpulento, sí era más peso del que la muchacha estaba habituada a cargar, incluso con sus brazos inflados de aquella manera. Aleteó con fuerza y desesperación una, dos veces, pero la gravedad hizo su trabajo y los atrajo a tierra sin mayor remedio. En el último momento Ayame giró sobre sí misma para evitarle daños al hombre y recibirlos ella por él. Ambos cayeron a tierra con estrépito y el aire escapó de sus pulmones en cuanto su cuerpo se vio violentamente comprimido entre el cuerpo del hombre y el suelo. Ni siquiera fue consciente de que el hombre se había apartado rápidamente de ella y ahora trataba de ayudarla preguntándole si se encontraba bien, estaba demasiado ocupada jadeando y tosiendo violentamente entre gemidos de dolor, tratando de recuperar el aire perdido.

Eri por su parte, salió rodando hacia delante. Pero acababa de salir de un tren que iba a gran velocidad y su cuerpo se vio empujado por la inercia en consecuencia. Rodó varias decenas de metros y terminó por chocar contra el tronco de uno de los árboles del bosque. Un golpe que le dejaría varias bonitas moraduras, aunque debía dar las gracias a la excepcional Resistencia que le otorgaba su clan, pues de lo contrario habría tenido que llorar por uno o más huesos rotos.

Y el ferrocarril siguió avanzando hacia el inevitable final. Con un último alarido propio de un monstruo, aquel armatoste terminó por salir del Bosque de la Hoja y se abalanzó sobre su destino: Ushi, un pequeño pueblecito cuyos habitantes dedicaban sus tranquilas vidas a la ganadería mientras envidiaban las dotes de agricultura que sus vecinos de Minori tenían. Y, sin embargo, allí seguían, ordeñando sus vacas y cuidando su ganado con todo el cuidado y el mimo que un ganadero que se preocupaba por sus animales podía tener. Ninguno de sus habitantes, ni siquiera el niño más soñador, podría haber siquiera imaginado al despertar que aquel día un ferrocarril iba a abalanzarse sobre su tranquilo y pacífico pueblo. Ninguno de ellos podría haberlo hecho, hasta que vieron la monstruosa sombra del monstruo acercándose a ellos a toda velocidad. Fueron unos segundos muy tensos. Los pobres pueblerinos se quedaron varios segundos contemplándolo, como una pobre gacela que ve venir la figura rampante del león abalanzándose sobre ellos. El ferrocarril terminó por volcar, y las chispas brotaron de su cuerpo al rozarse contra la tierra y las vías mientras continuaba su recorrido de forma Imparable. Entonces, vinieron los gritos y el pánico. Echaron a correr en dirección contraria, buscando a sus hijos y a sus seres queridos en el proceso. Y el ferrocarril pegó un potente chirrido y...

Terminó frenando justo frente a la primera línea de edificios y parcelas dedicadas a las vacas.

Parecía que, por capricho de un dios superior, Ushi había sorteado su fatal destino. Pero no se podía decir lo mismo del ferrocarril, ahora convertido en un amasijo de chatarra.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
Responder


Mensajes en este tema
RE: (C) ¡El chacachá del tren! - por Aotsuki Ayame - 14/10/2019, 18:49


This forum uses Lukasz Tkacz MyBB addons.