14/10/2019, 22:25
Bueno, a ver, bueno, a ver. Una cosa era que le gustara sentirse vivo, y otra encontrarse en aquella situación. Hanabi ya había admitido interiormente que iba a perder, pero aún así su orgullo de Sarutobi se resistía a dejarse caer tan fácilmente, y menos contra otro usuario del Katon, y menos contra uno del clan Uchiha, grupo que ostentaba la supremacía con aquél elemento tanto o más que ellos mismos.
Por eso cuando Datsue envió aquella bola de fuego alimentada con la fuerza de un pequeño huracán, sonrió todavía más. Y sabiéndose perdedor miró a Datsue un momento, le guiñó un ojo y luego clavó la vista en el jutsu de nuevo. Abrió los brazos y respiró hondo. Abrazó el calor que proyectaba el ataque sobre él y quiso hacerle a Datsue una demostración más de fuerza.
Porque alguien que se sabe perdedor no tiene nada que perder.
Y no iba a caer sin devolverle la jugada a aquél cabrón.
Juntó las manos en un único sello, el sello más característico de su elemento. El sello del Tigre, el sello del Fuego.
Hanabi saltó hacia la izquierda, al lado contrario de Datsue, y cuando la técnica del Uchiha pasó justo a su lado, de nuevo bloqueando el contacto visual entre ambos... Entonces, Hanabi le mostró a Datsue lo que significaba la palabra Fuego.
«¡¡Katon: Gōen no Jutsu!!»
Un chorro de llamas rojas, naranjas y blancas sin adulterar fue lo que engulló al jutsu de Datsue como si fuese un hermano menor. Se lo comió, y con los nutrientes creció y avanzó sin remedio para tratar de comerse también al Hijo del Desierto. Pero su voracidad no conocía límites, y por eso seguiría devorando la arena, haciéndola cristalizar en múltiples pedazos de color arcoíris. Aquél día, la Playa Túnel quedaría marcada por el duelo de titanes de forma irremediable.
Por eso cuando Datsue envió aquella bola de fuego alimentada con la fuerza de un pequeño huracán, sonrió todavía más. Y sabiéndose perdedor miró a Datsue un momento, le guiñó un ojo y luego clavó la vista en el jutsu de nuevo. Abrió los brazos y respiró hondo. Abrazó el calor que proyectaba el ataque sobre él y quiso hacerle a Datsue una demostración más de fuerza.
Porque alguien que se sabe perdedor no tiene nada que perder.
Y no iba a caer sin devolverle la jugada a aquél cabrón.
Juntó las manos en un único sello, el sello más característico de su elemento. El sello del Tigre, el sello del Fuego.
Hanabi saltó hacia la izquierda, al lado contrario de Datsue, y cuando la técnica del Uchiha pasó justo a su lado, de nuevo bloqueando el contacto visual entre ambos... Entonces, Hanabi le mostró a Datsue lo que significaba la palabra Fuego.
«¡¡Katon: Gōen no Jutsu!!»
Un chorro de llamas rojas, naranjas y blancas sin adulterar fue lo que engulló al jutsu de Datsue como si fuese un hermano menor. Se lo comió, y con los nutrientes creció y avanzó sin remedio para tratar de comerse también al Hijo del Desierto. Pero su voracidad no conocía límites, y por eso seguiría devorando la arena, haciéndola cristalizar en múltiples pedazos de color arcoíris. Aquél día, la Playa Túnel quedaría marcada por el duelo de titanes de forma irremediable.