15/10/2019, 14:56
—Kazuma. No sé si soy yo, ¿no te sientes un poco raro entre toda esta gente? Algunos tienen criados, y juraría que aquel tipo, junto a la mujer del kimono de flores, es un escolta —dijo, haciendo referencia al enorme hombretón que acompañaba a la dama.
—Un poco; pero creo que es normal, esta no es la sociedad a la que estoy acostumbrado —confeso mientras dirigía una mirada hacia la mentada dama—. Además, la gente adinerada siempre tiene siervos o escoltas: les cuesta mucho el andar solos.
—¿Y a ti? ¿Te ha llamado algo la atención? preguntó con curiosidad.
—Sí, podría decirse que si —dijo refiriéndose a la muchacha lectora y haciendo un gesto en su dirección.
Pensó que tendría que esperar un buen rato para que llegase su alimento; como solía pasar en los restaurantes de camino, donde la única forma de tener una comida en hora pico era aceptar el recalentado. Sin embargo, sus alimentos llegaron rápidamente, portando la apariencia y lo ceremonioso de tesoros.
—Gracias —dijo Kazuma mientras esgrimía uno de los cubiertos dorados, cortaba una pequeña porción y se la llevaba a la boca—. ¡Que rico! —expreso al sentir que su paladar se derretía, llevándose consigo su expresión aparentemente indiferente y dejándole una de suma complacencia.
Ya había notado las miradas que se dirigían hacia ellos, pero decidió ignorarlas por el bien del delicioso salmón y sus finas hierbas. Sin embargo, los eventos no les esperaron, sino que fueron a por ellos. Aquel hombre de cabellos grises se había acercado a su mesa, en nombre de aquel sujeto que había visto anteriormente en el vagón.
«Y tan tranquilo que estaba todo», pensó al recordar la mirada hostil en el pasillo.
—Creo que lo mejor es acercarnos, ¿Te parece, Kazui-san?
Se mostraba completamente sereno, pero lo cierto es que aquello le incomodaba un poco. Aun así, sabía que debían de seguir la corriente; pues si había algo fácil y peligroso era el ofender a un aristócrata, por lo que solo le quedaba esperar que su compañero estuviese listo de levantarse y acompañarles hasta la otra mesa.
—Un poco; pero creo que es normal, esta no es la sociedad a la que estoy acostumbrado —confeso mientras dirigía una mirada hacia la mentada dama—. Además, la gente adinerada siempre tiene siervos o escoltas: les cuesta mucho el andar solos.
—¿Y a ti? ¿Te ha llamado algo la atención? preguntó con curiosidad.
—Sí, podría decirse que si —dijo refiriéndose a la muchacha lectora y haciendo un gesto en su dirección.
Pensó que tendría que esperar un buen rato para que llegase su alimento; como solía pasar en los restaurantes de camino, donde la única forma de tener una comida en hora pico era aceptar el recalentado. Sin embargo, sus alimentos llegaron rápidamente, portando la apariencia y lo ceremonioso de tesoros.
—Gracias —dijo Kazuma mientras esgrimía uno de los cubiertos dorados, cortaba una pequeña porción y se la llevaba a la boca—. ¡Que rico! —expreso al sentir que su paladar se derretía, llevándose consigo su expresión aparentemente indiferente y dejándole una de suma complacencia.
Ya había notado las miradas que se dirigían hacia ellos, pero decidió ignorarlas por el bien del delicioso salmón y sus finas hierbas. Sin embargo, los eventos no les esperaron, sino que fueron a por ellos. Aquel hombre de cabellos grises se había acercado a su mesa, en nombre de aquel sujeto que había visto anteriormente en el vagón.
«Y tan tranquilo que estaba todo», pensó al recordar la mirada hostil en el pasillo.
—Creo que lo mejor es acercarnos, ¿Te parece, Kazui-san?
Se mostraba completamente sereno, pero lo cierto es que aquello le incomodaba un poco. Aun así, sabía que debían de seguir la corriente; pues si había algo fácil y peligroso era el ofender a un aristócrata, por lo que solo le quedaba esperar que su compañero estuviese listo de levantarse y acompañarles hasta la otra mesa.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)