16/10/2019, 17:30
Poco tiempo pasaría antes de que la especialista en técnicas de sellado advirtiese que no se encontraba sola. Akame había salido también, con un espeto de pescado a medio comer y un cigarrillo sobre la oreja izquierda —apagado, eso sí—, con la cabeza descubierta y cara de cansado. La caminata le había resultado agotadora no por el trayecto en sí, sino porque el ambiente estaba tan tenso que podía cortarse con un cuchillo. La surrealista expedición era como una bomba de relojería a punto de explotar a ojos del Uchiha, que más de una vez acabó pensando si no se estaba metiendo, de hecho, en la boca del lobo. Pero, ¿había tenido otra opción? Claramente no.
El Uchiha se apoyó en la pared contraria a la que estaba Otohime mientras daba un par de mordiscos a su espeto, mirándola con curiosidad poco disimulada.
—¿Así que de ahí tu sobrenombre? —soltó al rato, sin anestesia. Parecía que acabara de caer en algo muy ocurrente; luego se encogió de hombros y agregó—. No está mal.
El Uchiha se apoyó en la pared contraria a la que estaba Otohime mientras daba un par de mordiscos a su espeto, mirándola con curiosidad poco disimulada.
—¿Así que de ahí tu sobrenombre? —soltó al rato, sin anestesia. Parecía que acabara de caer en algo muy ocurrente; luego se encogió de hombros y agregó—. No está mal.