16/10/2019, 22:17
—Que siga Ayame, que está muy callada.
El oír su nombre pronunciado en los labios de Daruu la despertó como si hubiese estado sumida en una técnica ilusoria. Confundida, la muchacha alzó la cabeza súbitamente y alternó la mirada entre el Uchiha y el Hyuga, entre los ojos negros como el carbón y blancos como las perlas. Aún tardó algunos segundos en volver a ubicarse, y en encontrar qué estaban esperando de ella.
—¿Son necesarios los detalles como si le estuviésemos entregando un informe a Yui-sama? —preguntó, ladeando la cabeza ligeramente. Sin embargo, terminó por suspirar y se apoyó en el tablero de la mesa—. Las Náyades tenían su guarida en los subterráneos de una taberna que utilizaban como subterfugio. Pero no podíamos entrar y arramblar con ellas así como así, así que, con ayuda de uno de los gatos de Daruu, encontramos a un hombre que estaba compinchado con ellas. Que les compraba su mercancía, seguramente para venderla después —prácticamente escupió aquellas palabras—. Daruu y yo nos hicimos pasar por dos ricachones interesados en el negocio pero... no nos salió tan bien como esperábamos así que tuvimos que... desecharlo. —Por no decir que había tenido que matarlo bajo el temor de que le hablara a las Náyades sobre ellos—. Después de eso, reunimos más información. Nos enfrentamos a la primera Náyade a las afueras de la ciudad. Logramos apresarla y enviarla a Amegakure para que le sacaran toda la información posible. Y, después de eso, Daruu se coló en su guarida usando las alcantarillas como acceso subterráneo y mientras yo me enfrenté a Naia en la superficie, transformada al principio en su madre para captar su atención y hacerle morder el anzuelo. El engaño no duró para todo el encuentro, claro, pero una vez destapada, Naia ya estaba lo suficientemente indignada como para no querer dejarme escapar...
Ayame dirigió una breve mirada interrogante a Daruu, ¿se le había olvidado algo?
El oír su nombre pronunciado en los labios de Daruu la despertó como si hubiese estado sumida en una técnica ilusoria. Confundida, la muchacha alzó la cabeza súbitamente y alternó la mirada entre el Uchiha y el Hyuga, entre los ojos negros como el carbón y blancos como las perlas. Aún tardó algunos segundos en volver a ubicarse, y en encontrar qué estaban esperando de ella.
—¿Son necesarios los detalles como si le estuviésemos entregando un informe a Yui-sama? —preguntó, ladeando la cabeza ligeramente. Sin embargo, terminó por suspirar y se apoyó en el tablero de la mesa—. Las Náyades tenían su guarida en los subterráneos de una taberna que utilizaban como subterfugio. Pero no podíamos entrar y arramblar con ellas así como así, así que, con ayuda de uno de los gatos de Daruu, encontramos a un hombre que estaba compinchado con ellas. Que les compraba su mercancía, seguramente para venderla después —prácticamente escupió aquellas palabras—. Daruu y yo nos hicimos pasar por dos ricachones interesados en el negocio pero... no nos salió tan bien como esperábamos así que tuvimos que... desecharlo. —Por no decir que había tenido que matarlo bajo el temor de que le hablara a las Náyades sobre ellos—. Después de eso, reunimos más información. Nos enfrentamos a la primera Náyade a las afueras de la ciudad. Logramos apresarla y enviarla a Amegakure para que le sacaran toda la información posible. Y, después de eso, Daruu se coló en su guarida usando las alcantarillas como acceso subterráneo y mientras yo me enfrenté a Naia en la superficie, transformada al principio en su madre para captar su atención y hacerle morder el anzuelo. El engaño no duró para todo el encuentro, claro, pero una vez destapada, Naia ya estaba lo suficientemente indignada como para no querer dejarme escapar...
Ayame dirigió una breve mirada interrogante a Daruu, ¿se le había olvidado algo?