17/10/2019, 00:45
Oh, sí. Lo sabía. Lo veía. El chakra de Hanabi ya no se desbordaba como un incendio en un río de aceite. Había perdido su inmensidad, bajado en tamaño, pero no por ello había palidecido. Al contrario, cuando le miró, allá arriba, brillaba con más fuerza que nunca. De pura energía, de pura emoción, y de pura Voluntad de Fuego.
No necesitó sus ojos para saberlo: la batalla se decidía ahí y ahora. Sin trucos. Sin Kawarimis ni Sunshins por parte de ninguno. Iban a enfrentarse con lo mejor que tenían cada uno. Lo mejor que el clan Senju había concebido por un lado; lo mejor que el clan Uchiha había hecho por el otro. ¡En toda la maldita historia! Dos técnicas tan legendarias que algunos lo consideraban meras habladurías. Mitos. Leyendas de otros tiempos para contar a los niños.
Y ahí estaban ahora: ¡cara a cara!
—Susano’o… es… ¡¡¡IIIINNEEEEEEXPUUUUGNAAAABLEEEEEEE!!!
Y Susano’o respondió a su llamada. Sus costillas se endurecieron, su brazo contó con un nuevo hermano, y sus huesos terminaron de crecer hasta formar la figura de un esqueleto viviente. Abrió los brazos, y recibió a Hanabi y su esfera de puro chakra con hambre. Como si llevase días sin comer y aquel colosal Rasengan fuese su cena. Y es que, Susano’o era el Dios del Mar y las Tormentas. Y un dios no teme a nada…
… ni a nadie.
«Solo un poco más, solo un poco más, ¡solo un poco más…!» Pero no, no daba tiempo. ¡No daba tiempo! ¡Tendría que bastar con el esqueleto! ¡Bastaría! ¡Por Susano'o que bastaría!
—[b]¡¡AAAAAAAAHHHH!! ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH!![/b]
Era inexpugnable. ¡Era inexpugnable! ¡Era inexpugna…!
«¿Q-queeeé…?»
Las costillas de Susano’o soportaron el primer impacto, pero sus huesos empezaron a ceder, a retorcerse como el alambre de un resorte hasta formar una espiral. Tanto que Datsue pudo oírlos resquebrajándose, partiéndose como un leño en el fuego. Poco a poco, centímetro a centímetro.
¡¡¡CrrrrsshhhhhhhHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!
Y, sin haber concebido posible algo semejante, el Rasengan atravesó el corazón de Susano’o. Luego fue el propio brazo de Hanabi. Finalmente todo su cuerpo, mientras el enorme esqueleto del Dios caía en pedazos como cristales rotos.
¡¡CrssssssBUUUUUUMMMMMM!!
Su cuerpo salió despedido hacia atrás, dando vueltas como una hélice a una velocidad terrible. Cayó con fuerza contra la playa y rodó descontrolado varios metros más, tragando arena y llevándose hostias por todos lados. Por unos interminables segundos, fue una maraña de brazos y piernas hasta que la fricción hizo su trabajo y su cuerpo frenó, allá a lo lejos.
—Im… Imposible —farfulló, cuando consiguió que el aire volviese a llenar sus pulmones. Unas manos apoyadas en la arena. Un pie. Ahora una rodilla. Ahora alzándose. Muy poco a poco, tambaleándose. Un dolor repentino en los ojos le hizo cerrarlos y llevarse la mano al rostro—. Imposible… —volvió a decir, incrédulo.
Hanabi acababa de destrozar su Susano’o…
… por segunda vez. Y, con aquello, el maestro le había dado al pupilo una última lección. No solo le había exprimido al máximo, le había enseñado que nunca era suficiente. Que debía seguir buscando superarse. Que por mucho camino que hubiese recorrido, todavía le quedaban muchos kilómetros por delante. Mucho sudor. Muchos castañazos.
—Hanabi-sama… —balbuceó al llegar a su lado. No por el cansancio, no por el dolor, sino porque la emoción le había formado un nudo en la garganta. El Uzukage estaba inconsciente, drenado al completo de su majestuoso chakra. Pero estaba bien. Se recuperaría en nada—. En verdad eres el ninja más impresionante que he conocido en mi puta vida.
Y entonces, no supo ni sabría explicar muy bien porqué, cayó de rodillas y lloró desconsoladamente. Quizá porque se acababa de dar cuenta que había vencido. Quizá porque había cumplido un sueño, uno para el que se había estado preparando un año… o toda la vida. Quizá porque el niño de la Ribera del Norte que llevaba en él, aquel que se había imaginado luchando junto a leyendas y salvando el mundo, y que él mismo había aplastado a golpes bajo una alfombra para ocultarlo por mucho tiempo, al fin salía a la luz. Al fin sonreía.
O quizá, simplemente quizá, porque había soñado con aquel momento mucho tiempo atrás. Y, en ese sueño…
… en ese sueño tenía a un Hermano a su lado.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado