2/11/2019, 04:18
La señora Kobayashi asintió ante la petición de Kisame, pero en su rostro expresaba una evidente sorpresa. Parecía claro que la veterana empresaria nunca había esperado recibir una petición así de parte de los ninjas; al fin y al cabo, ¿no estaban encargados de purgar la presencia del espíritu de su casa? ¿En qué iba a ayudarles hablar con el servicio? Sea como fuere, Kobayashi Koe estaba lo bastante desesperada con aquel asunto como para no plantearse muchas preguntas. Dio dos sonoras palmadas.
—Sí, sí, claro... ¡Yamato! ¡Yamato!
El hombre que antes había aparecido por el umbral de la puerta y al que Koe le había encargado preparar las habitaciones de invitados para los genin, volvió a hacer sobrio acto de presencia, diligente como nadie. La señora Kobayashi le miró con suficiencia y luego le ordenó que trajese al servicio. El otro asintió y desapareció tras el umbral de la puerta.
Cinco minutos después entraron en perfecta y ordenada fila, en la sala, los empleados del servicio doméstico de la mansión Kobayashi. Se colocaron frente a su jefa y a los genin, y tras realizar una reverencia, fueron presentándose uno a uno. Empezó el llamado Yamato.
—Yamato, jefe del servicio.
Le siguió una mujer alta y corpulenta, con brazos como yunques, pelo castaño recogido en un moño y mirada boba.
—Sakura, cocinera.
Por último, se presentó un muchacho jovencito y que parecía estar muy nervioso ante la inquisitiva mirada de la señora Kobayashi. Debía rondar los dieciséis o diecisiete años, tenía el pelo negro muy corto y en general parecía bastante novato y poco acostumbrado a la situación.
—K... Keisuke, Hirata Keisuke —balbuceó—. Encargado de limpieza.
La señora Kobayashi bufó, molesta.
—¿Cuántas veces te lo tengo que decir, Keisuke? ¡A nadie le importa el nombre de tu familia! Aquí te presentarás con tu nombre de pila, y punto. ¿Lo has entendido o te lo voy a tener que repetir ochocientas veces más, niño de los cojones?
El aludido se limitó a bajar la mirada y asentir varias veces.
—Sí, sí, claro... ¡Yamato! ¡Yamato!
El hombre que antes había aparecido por el umbral de la puerta y al que Koe le había encargado preparar las habitaciones de invitados para los genin, volvió a hacer sobrio acto de presencia, diligente como nadie. La señora Kobayashi le miró con suficiencia y luego le ordenó que trajese al servicio. El otro asintió y desapareció tras el umbral de la puerta.
Cinco minutos después entraron en perfecta y ordenada fila, en la sala, los empleados del servicio doméstico de la mansión Kobayashi. Se colocaron frente a su jefa y a los genin, y tras realizar una reverencia, fueron presentándose uno a uno. Empezó el llamado Yamato.
—Yamato, jefe del servicio.
Le siguió una mujer alta y corpulenta, con brazos como yunques, pelo castaño recogido en un moño y mirada boba.
—Sakura, cocinera.
Por último, se presentó un muchacho jovencito y que parecía estar muy nervioso ante la inquisitiva mirada de la señora Kobayashi. Debía rondar los dieciséis o diecisiete años, tenía el pelo negro muy corto y en general parecía bastante novato y poco acostumbrado a la situación.
—K... Keisuke, Hirata Keisuke —balbuceó—. Encargado de limpieza.
La señora Kobayashi bufó, molesta.
—¿Cuántas veces te lo tengo que decir, Keisuke? ¡A nadie le importa el nombre de tu familia! Aquí te presentarás con tu nombre de pila, y punto. ¿Lo has entendido o te lo voy a tener que repetir ochocientas veces más, niño de los cojones?
El aludido se limitó a bajar la mirada y asentir varias veces.