18/11/2019, 20:49
Daruu se dio una tercera palmada en la frente.
—A ver, cuando alguien dice "nos hacemos unas pizzas" —explicó, con suma paciencia—, no tiene por qué decirlo de forma literal. A ver, ya sé que teniéndome a mí delante, y conociendo que soy un maestro de las pizzas —añadió, hinchando el pecho como un pavo real en la época de celo. Ayame no pudo sino alzar una ceja, divertida con la situación—, es normal que penséis que os podría cocinar las mejores que hayáis probado en la vida una vez más. Lo sé, lo sé, no digáis nada. Pero no era eso a lo que me refería. Hace tiempo fui a una pizzería aquí, en el Valle, cerca de la sierra. Con Yota, ¿lo conocéis, no? ¿El kusajin? Pues podemos ir a esa, a "hacernos unas pizzas". ¿No lo entendéis? ¡Era figuradamente!
—Claro que lo conozco, si le hemos visto juntos más de una vez —replicó Ayame, pero lejos de mostrar la alegría propia de hablar de un amigo en común se le ensombreció súbitamente el rostro.
—Vaya que si conozco a Yota. El muy cabrón me atacó por la espalda. ¡Por la puta espalda! —bufó Datsue, furioso.
Ayame se volvió hacia el Uchiha, sorprendida por sus palabras. Aunque no tardó más que unos segundos en darse cuenta de que debía estar hablando, una vez más del altercado del Examen de Chunin.
«Es increíble la cantidad de versiones diferentes que conozco de una misma historia.» Pensó para sus adentros. No estaba dispuesta ni lista a enfrascarse de nuevo en aquella discusión sin salida donde cada bando tenía su particular visión de lo ocurrido.
—Pues me amparo al Derecho del Invitado, recogido en el Constitución de Oonindo, para elegir sitio, y… Prefiero otro lado, tío —terminó por responder Datsue—. Que hoy hice pierna, y eso demanda muchísimo. Necesito algo más contundente. Y si os apetece, ya de noche, nos vamos a cenar unas pizzas ligeras.
—¿Existe el Derecho del Invitado...? —se preguntó Ayame en voz baja, dirigiendo una mirada de reojo a su compañero. Sabía bien que no le iba a sentar nada bien la réplica del Uchiha, pero parecía que la decisión estaba tomada.
Y así, mientras Datsue recogía sus cosas para partir, le explicó a Ayame lo que era la dichosa creatina, con sus múltiples beneficios y lo escasa que era en los alimentos de forma natural. La muchacha le prestaba atención, como hacía siempre que se enfrentaba a algo desconocido, pero no podía evitar mostrarse algo recelosa ante algo así que, a su juicio, bordeaba el límite entre lo que debería considerar como droga y lo que no.
—¿Sabías que con la creatina absorbes más agua? —le soltó de repente, captando su atención—. En plan, no sé explicarlo muy bien. Pero que aumenta la retención de agua intracelular, o una movida así. No confundir con retención de líquidos, ¿eh? Esta como te digo favorece para absorberla dentro de las células. Vamos, que gracias a ella soy… más agua —añadió, con una sonrisa cargada de complicidad.
—Pero yo no quiero absorber el agua, ¡el agua es parte de mí! —replicó Ayame, contrariada—. Ser el agua es algo más que todo eso. Ser el agua es fundirte con ella, moldearla, manejarla a tu voluntad. Cuando yo digo que yo soy el agua es algo literal, porque lo soy. Tú... Tú puedes ser Los ojos. ¡Sí, eso te pega!
—Por cierto —dijo al cabo de un rato—. ¿Vosotros conocéis a Roga? Un chavalín muy ducho con el Raiton, de vuestra Villa.
—¿Roga? —preguntó Ayame, haciendo memoria—. ¡Ah, sí, Roga! ¡El músico! Luché una vez contra él, sí. ¿Por qué lo dices?
—A ver, cuando alguien dice "nos hacemos unas pizzas" —explicó, con suma paciencia—, no tiene por qué decirlo de forma literal. A ver, ya sé que teniéndome a mí delante, y conociendo que soy un maestro de las pizzas —añadió, hinchando el pecho como un pavo real en la época de celo. Ayame no pudo sino alzar una ceja, divertida con la situación—, es normal que penséis que os podría cocinar las mejores que hayáis probado en la vida una vez más. Lo sé, lo sé, no digáis nada. Pero no era eso a lo que me refería. Hace tiempo fui a una pizzería aquí, en el Valle, cerca de la sierra. Con Yota, ¿lo conocéis, no? ¿El kusajin? Pues podemos ir a esa, a "hacernos unas pizzas". ¿No lo entendéis? ¡Era figuradamente!
—Claro que lo conozco, si le hemos visto juntos más de una vez —replicó Ayame, pero lejos de mostrar la alegría propia de hablar de un amigo en común se le ensombreció súbitamente el rostro.
—Vaya que si conozco a Yota. El muy cabrón me atacó por la espalda. ¡Por la puta espalda! —bufó Datsue, furioso.
Ayame se volvió hacia el Uchiha, sorprendida por sus palabras. Aunque no tardó más que unos segundos en darse cuenta de que debía estar hablando, una vez más del altercado del Examen de Chunin.
«Es increíble la cantidad de versiones diferentes que conozco de una misma historia.» Pensó para sus adentros. No estaba dispuesta ni lista a enfrascarse de nuevo en aquella discusión sin salida donde cada bando tenía su particular visión de lo ocurrido.
—Pues me amparo al Derecho del Invitado, recogido en el Constitución de Oonindo, para elegir sitio, y… Prefiero otro lado, tío —terminó por responder Datsue—. Que hoy hice pierna, y eso demanda muchísimo. Necesito algo más contundente. Y si os apetece, ya de noche, nos vamos a cenar unas pizzas ligeras.
—¿Existe el Derecho del Invitado...? —se preguntó Ayame en voz baja, dirigiendo una mirada de reojo a su compañero. Sabía bien que no le iba a sentar nada bien la réplica del Uchiha, pero parecía que la decisión estaba tomada.
Y así, mientras Datsue recogía sus cosas para partir, le explicó a Ayame lo que era la dichosa creatina, con sus múltiples beneficios y lo escasa que era en los alimentos de forma natural. La muchacha le prestaba atención, como hacía siempre que se enfrentaba a algo desconocido, pero no podía evitar mostrarse algo recelosa ante algo así que, a su juicio, bordeaba el límite entre lo que debería considerar como droga y lo que no.
—¿Sabías que con la creatina absorbes más agua? —le soltó de repente, captando su atención—. En plan, no sé explicarlo muy bien. Pero que aumenta la retención de agua intracelular, o una movida así. No confundir con retención de líquidos, ¿eh? Esta como te digo favorece para absorberla dentro de las células. Vamos, que gracias a ella soy… más agua —añadió, con una sonrisa cargada de complicidad.
—Pero yo no quiero absorber el agua, ¡el agua es parte de mí! —replicó Ayame, contrariada—. Ser el agua es algo más que todo eso. Ser el agua es fundirte con ella, moldearla, manejarla a tu voluntad. Cuando yo digo que yo soy el agua es algo literal, porque lo soy. Tú... Tú puedes ser Los ojos. ¡Sí, eso te pega!
—Por cierto —dijo al cabo de un rato—. ¿Vosotros conocéis a Roga? Un chavalín muy ducho con el Raiton, de vuestra Villa.
—¿Roga? —preguntó Ayame, haciendo memoria—. ¡Ah, sí, Roga! ¡El músico! Luché una vez contra él, sí. ¿Por qué lo dices?