Torbellino

Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.

Torbellino

Uchiha Datsue Sin conexión

Uzukage

Nivel: 40
Exp: 446 puntos
Dinero: 3805 ryōs

· Fue 70

· Pod 100

· Res 40

· Int 80

· Agu 70

· Car 110

· Agi 70

· Vol 80

· Des 80

· Per 70

#112

21/11/2019, 14:00 (Última modificación: 21/11/2019, 14:04 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)

Al principio, no sintió nada. Como si su alma hubiese salido expulsada de su cuerpo ante semejante explosión. Estaba como en otra dimensión, en otro plano, vagando en una oscuridad infinita en la que los problemas de los mortales le resultaban mundanos. Su cuerpo le llamó, cual Kuchiyose no Jutsu. Él trató de resistirse. Se estaba tan bien allí…

Tan bien…

¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiii…!

Oía gritos eclipsados por el pitido de sus oídos. Todo le pareció muy confuso, caótico. Le dolía el cuerpo a rabiar, la cabeza. Todo. Un arma metálica daba vueltas en el aire directa hacia él. Vio una sombra. Alguien se acababa de poner en medio recibiendo el impacto por él.

—¿Qué somos? —preguntó el mini-Shukaku, que tenía el hacha clavada en la espalda. La protección de la arena le había salvado de desaparecer—. ¿Profesionales, o amateurs?

—Pro..

—¡Pues espabila, imbécil!

El mini-Shukaku le tendió una mano y le ayudó a levantarse. Luego se dio la vuelta, y Datsue apoyó las manos en su espalda para tomar impulso y volar de nuevo hacia el cielo. El mini-Shukaku, en cambio, empezó a correr hacia adelante. Hacia Bakudan. Cuando llegó a su altura, saltó hacia arriba, buscando clavarle las garras en aquella cara de demente.

—¡Hanabi! —exclamó Datsue, acercándose a él aprovechando la distracción. Era curioso, pero ahora que estaba al borde de la muerte, su corazón estaba tranquilo. No había dudas. No había lamentaciones por cagadas monumentales pasadas. Sabía que un fallo ahora, cualquiera, significaría su muerte. Y eso lo ponía fácil: solo le valía acertar, acertar, ¡acertar!—. ¡Susano’o!

Y Susano’o acudió a su llamada. Diligente, como siempre. Demandante de un precio, como Datsue estaba descubriendo. Sus ojos lloraron lágrimas de sangre y unas costillas rodearon a mentor y pupilo, protegiéndolos a ambos. Pero la cosa no quedó ahí. Dos brazos surgieron de los huesos, uno a cada lado. Esta vez no iba a andarse con chiquitas. Esta vez, pediría la ayuda de Susano’o al completo.

Y, entonces, sacó su último as bajo la manga. Su arma definitiva. Su mejor baza.

—Llueve Nueve.