13/12/2019, 22:48
(Última modificación: 13/12/2019, 23:36 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Pasaron muchas cosas en un intervalo de tiempo muy corto. Lo que unos llamarían caos, otros podrían decir que tan solo se trataba de una pequeña reunión familiar. Porque allí, de pronto, Susano’o vio a su hermano reflejado en el cuerpo de una muchacha menuda y aparentemente frágil, reverberado en su canto de sirena. Porque allí, Susano’o vio más allá del chico de ojos blancos, y leyó en su sangre, alto y claro: Hacia el Sol.
Sonrió. Las leyendas contaban que no era sino su culpa, la de Susano’o, que los tres hermanos hubiesen estado enemistados por largo tiempo. Toda leyenda tiene algo de cierto, y quizá en esta historia concreta, tiene algo de muy cierto. Pero lo único que importaba ahora es que estaban juntos de nuevo.
Por separado, eran dioses. Unos de tantos y tantos que poblaban Oonindo. Juntos, eran los tres hijos nobles. Juntos, eran imparables. Juntos, eran el jodido dogma.
Se dio cuenta entonces que había un cuarto. Una alianza inesperada. Su medio hermano: Kagutsuchi, la razón de que ellos tres estuviesen con vida. Oh, sí, los tres se la debían. De una manera u otra, habían sido las acciones de Kagutsuchi las que habían posibilitado que ellos estuviesen allí. Y, de tal forma que envió a su madre Izanami al Yomi, trató de hacer lo mismo con aquel pobre diablo de risa estridente y boca cubierta por una tela. ¿Qué ocultaría tras aquella equis?
Nunca lo sabrían.
Datsue deliraba. El consumo de chakra tan basto al que había estado sometiendo a su cuerpo, minuto a minuto, provocaba que dejase descuidadas otras zonas, como su cerebro. A pesar de esto, tenía la mente lo suficientemente clara como para saber distinguir lo importante: Bakudan yacía en el suelo, y seguía respirando. Algo dicho en esta frase la volvía abominable. Insufrible. Intolerable.
El Uchiha descendió del cielo y avanzó hacia él para ponerle solución.
—Mataste a Uzumaki Goro. —Su voz era la de un juez; sus ojos lloraban lágrimas de sangre; y en su mano de puro chakra azul turquesa, un mazo empezaba a cobrar forma para dictar sentencia—. Mataste a un Hermano del Desierto. —Un clon, lejos, desapareció en una nube de humo provocando que el sello explosivo que tenía pegado a la espalda estallase en una gran explosión—. ¿Me oyes, Bakudan? ¿Me oyes, Kurama? Mataste a un Hermano del Desierto, y ahora…
Levantó el mazo, tan largo como una rama del Árbol Sagrado y tan pesado como la rabia, el rencor y la culpa que había atormentado el corazón del Uchiha por ciento sesenta y tres días con sus ciento sesenta y dos noches. Ya era hora de quitarse un poco de encima.
Cuando el mazo se volvió a elevar en el aire, la marca de una enorme espiral se dejó ver en la playa. En el centro, un amasijo de carne y huesos aplastados, tan destrozados que si no fuese por la emblemática tela blanca con una equis en el centro el cuerpo de Bakudan hubiese quedado irreconocible. Los surcos que formaban la espiral bebían de su cuerpo, de la sangre que manaba incontrolable por cada poro destrozado, empapando la arena y convirtiendo aquel curioso símbolo…
… en una espiral carmesí.
—Larga vida a Uzushiogakure no Sato.
Sonrió. Las leyendas contaban que no era sino su culpa, la de Susano’o, que los tres hermanos hubiesen estado enemistados por largo tiempo. Toda leyenda tiene algo de cierto, y quizá en esta historia concreta, tiene algo de muy cierto. Pero lo único que importaba ahora es que estaban juntos de nuevo.
Por separado, eran dioses. Unos de tantos y tantos que poblaban Oonindo. Juntos, eran los tres hijos nobles. Juntos, eran imparables. Juntos, eran el jodido dogma.
Se dio cuenta entonces que había un cuarto. Una alianza inesperada. Su medio hermano: Kagutsuchi, la razón de que ellos tres estuviesen con vida. Oh, sí, los tres se la debían. De una manera u otra, habían sido las acciones de Kagutsuchi las que habían posibilitado que ellos estuviesen allí. Y, de tal forma que envió a su madre Izanami al Yomi, trató de hacer lo mismo con aquel pobre diablo de risa estridente y boca cubierta por una tela. ¿Qué ocultaría tras aquella equis?
Nunca lo sabrían.
Datsue deliraba. El consumo de chakra tan basto al que había estado sometiendo a su cuerpo, minuto a minuto, provocaba que dejase descuidadas otras zonas, como su cerebro. A pesar de esto, tenía la mente lo suficientemente clara como para saber distinguir lo importante: Bakudan yacía en el suelo, y seguía respirando. Algo dicho en esta frase la volvía abominable. Insufrible. Intolerable.
El Uchiha descendió del cielo y avanzó hacia él para ponerle solución.
—Mataste a Uzumaki Goro. —Su voz era la de un juez; sus ojos lloraban lágrimas de sangre; y en su mano de puro chakra azul turquesa, un mazo empezaba a cobrar forma para dictar sentencia—. Mataste a un Hermano del Desierto. —Un clon, lejos, desapareció en una nube de humo provocando que el sello explosivo que tenía pegado a la espalda estallase en una gran explosión—. ¿Me oyes, Bakudan? ¿Me oyes, Kurama? Mataste a un Hermano del Desierto, y ahora…
Levantó el mazo, tan largo como una rama del Árbol Sagrado y tan pesado como la rabia, el rencor y la culpa que había atormentado el corazón del Uchiha por ciento sesenta y tres días con sus ciento sesenta y dos noches. Ya era hora de quitarse un poco de encima.
—....Y AHORA PAGA........... EL PRECIO
¡¡¡BAAAAAAAMMMMMMMMMMMMMM!!!
Cuando el mazo se volvió a elevar en el aire, la marca de una enorme espiral se dejó ver en la playa. En el centro, un amasijo de carne y huesos aplastados, tan destrozados que si no fuese por la emblemática tela blanca con una equis en el centro el cuerpo de Bakudan hubiese quedado irreconocible. Los surcos que formaban la espiral bebían de su cuerpo, de la sangre que manaba incontrolable por cada poro destrozado, empapando la arena y convirtiendo aquel curioso símbolo…
… en una espiral carmesí.
—Larga vida a Uzushiogakure no Sato.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado