14/12/2019, 01:01
(Última modificación: 14/12/2019, 01:02 por Amedama Daruu.)
Ah, sí, claro. Por eso le habían dicho que se apartase.
Daruu apenas había asimilado contra quién estaba luchando: contra uno de esos Generales de Kurama. Según lo que sabían hasta el momento, al menos la que se enfrentó a Ayame era capaz de utilizar chakra del Kyuubi e incluso hacer servir su cuerpo como altavoz de la voz de la Bestia. Si esas ya eran palabras mayores, cuando se dio cuenta de que estaba luchando hombro a hombro con el mismísimo Uzukage, entonces apaga y vámonos.
Una nube negruzca cubrió a Bakudan por completo. Daruu había vivido y visto lo suficiente como para saber que eran cenizas ardientes. Él mismo las había sufrido, de hecho, no hace mucho, y sintió un escalofrío por ello. Pero nunca a aquella escala. El artífice de aquello brillaba como un lucero inextinguible. A los ojos de Daruu, el chakra anaranjado del líder del Remolino era casi cegador, como una supernova a punto de estallar. Casi no podía mirarle, pero tuvo que hacerlo para cerciorarse de algo. Supo entonces que ese brillo era el de un chakra que estaba agotándose, y sintió un repentino mareo. ¿Cómo debía de ser aquél hombre al cien por cien de sus energías? Se mordió el labio y, al tiempo que Hanabi caía inconsciente, dirigió la mirada al negro profundo de la técnica de cenizas.
¿Cómo de ser el General de Kurama al cien por cien, entonces, para que ni Datsue y él juntos hubieran podido vencerlo sin ayuda?
Daruu se tapó el rostro con un brazo. Una extraña emoción le palpitó en el pecho. ¿Debía haber bastado, verdad? ¡Tenía que estar muerto!
Pero el muchacho no tenía por qué preocuparse. Porque allá estaba Datsue, con aquél monstruo Uchiha ejerciendo el poder ejecutivo. Daruu tuvo que volver a apartar la mirada, pero esta vez por un motivo muy distinto.
Porque sabía que aunque estuviera de acuerdo con lo que venía, iba a ser de todo menos bonito.
Tuvo que volver a taparse los ojos, esta vez por la terrible tormenta de arena que desató el golpe. El viento y las partículas cristalizadas arañaron su piel durante unos segundos, y luego...
Luego, el silencio.
Daruu ni siquiera se atrevió a mirar a aquél gigante de chakra. No quería pensar en cuánto poder debía estar amasando Datsue entre sus manos. Por supuesto, no conocía las consecuencias. Datsue, aquél día, había sacrificado mucho. Había pagado el precio, y Susanoo le había dado como correspondía una contundente respuesta. Era justo, pero desde el punto de vista de Daruu, que sabía que jamás podría llegar a su nivel, no era más que otra derrota. Y aquella derrota en otro momento le habría jodido, oh, por supuesto. Pero en aquél sólo le producía un miedo primitivo. El de tener que verse, por desgracia, al otro lado.
No hace mucho había estado al otro lado.
El amejin hizo una seña a Ayame y salió corriendo hacia el Uzukage. Se arrodillo ante él y le dio la vuelta con cuidado. Estaba magullado, pero no tenía heridas importantes. Eso sí, se estaba dando una buena siesta.
—¡Hanabi-dono! ¿¡Está usted bien!?
Daruu apenas había asimilado contra quién estaba luchando: contra uno de esos Generales de Kurama. Según lo que sabían hasta el momento, al menos la que se enfrentó a Ayame era capaz de utilizar chakra del Kyuubi e incluso hacer servir su cuerpo como altavoz de la voz de la Bestia. Si esas ya eran palabras mayores, cuando se dio cuenta de que estaba luchando hombro a hombro con el mismísimo Uzukage, entonces apaga y vámonos.
Una nube negruzca cubrió a Bakudan por completo. Daruu había vivido y visto lo suficiente como para saber que eran cenizas ardientes. Él mismo las había sufrido, de hecho, no hace mucho, y sintió un escalofrío por ello. Pero nunca a aquella escala. El artífice de aquello brillaba como un lucero inextinguible. A los ojos de Daruu, el chakra anaranjado del líder del Remolino era casi cegador, como una supernova a punto de estallar. Casi no podía mirarle, pero tuvo que hacerlo para cerciorarse de algo. Supo entonces que ese brillo era el de un chakra que estaba agotándose, y sintió un repentino mareo. ¿Cómo debía de ser aquél hombre al cien por cien de sus energías? Se mordió el labio y, al tiempo que Hanabi caía inconsciente, dirigió la mirada al negro profundo de la técnica de cenizas.
¿Cómo de ser el General de Kurama al cien por cien, entonces, para que ni Datsue y él juntos hubieran podido vencerlo sin ayuda?
¡¡BAAAAUUUUUMMMMM!!
Daruu se tapó el rostro con un brazo. Una extraña emoción le palpitó en el pecho. ¿Debía haber bastado, verdad? ¡Tenía que estar muerto!
Pero el muchacho no tenía por qué preocuparse. Porque allá estaba Datsue, con aquél monstruo Uchiha ejerciendo el poder ejecutivo. Daruu tuvo que volver a apartar la mirada, pero esta vez por un motivo muy distinto.
Porque sabía que aunque estuviera de acuerdo con lo que venía, iba a ser de todo menos bonito.
—....Y AHORA PAGA........... EL PRECIO
¡¡¡BAAAAAAAMMMMMMMMMMMMMM!!!
Tuvo que volver a taparse los ojos, esta vez por la terrible tormenta de arena que desató el golpe. El viento y las partículas cristalizadas arañaron su piel durante unos segundos, y luego...
Luego, el silencio.
Daruu ni siquiera se atrevió a mirar a aquél gigante de chakra. No quería pensar en cuánto poder debía estar amasando Datsue entre sus manos. Por supuesto, no conocía las consecuencias. Datsue, aquél día, había sacrificado mucho. Había pagado el precio, y Susanoo le había dado como correspondía una contundente respuesta. Era justo, pero desde el punto de vista de Daruu, que sabía que jamás podría llegar a su nivel, no era más que otra derrota. Y aquella derrota en otro momento le habría jodido, oh, por supuesto. Pero en aquél sólo le producía un miedo primitivo. El de tener que verse, por desgracia, al otro lado.
No hace mucho había estado al otro lado.
El amejin hizo una seña a Ayame y salió corriendo hacia el Uzukage. Se arrodillo ante él y le dio la vuelta con cuidado. Estaba magullado, pero no tenía heridas importantes. Eso sí, se estaba dando una buena siesta.
—¡Hanabi-dono! ¿¡Está usted bien!?
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)