22/12/2019, 11:52
(Última modificación: 22/12/2019, 13:50 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
Tras el intento fallido, no le quedo más que aguantarle y escuchar su historia.
—D... Dueño... No... No exactamente... —añadió dubitativo—. Yo... Estaba practicando la Técnica de Invocación en un parque aislado, cerca de aquí. Pero... Pero... Creo que se me ha ido un poco de las manos.
—Estás... ¿Estás diciendo que esos jabalíes son invocaciones fuera de control? —contestó con un tono alarmante.
Aquella estrábica persona asintió una y otra vez, por lo Ayame no dudo ni un segundo más pies en polvorosa, seguido del causante de los disturbios, Ren intento seguirles el paso, pero su aguante todavía era demasiado bajo, por lo que todavía no se había recuperado de la carrera anterior. El señor de los gorrinos se percató, y se volvió hacia Ren, con aspecto amenazante.
—¿E-Eh?... — balbuceo con una media sonrisa bajo aquella intimidación.
—¿Vais...? ¿Vais a ayudarme?
—¡Hombre! ¡Desde luego no podemos dejar a los animales sueltos por ahí! Podrían resultar heridos, o herir a otras personas... ¡Daruu salió corriendo detrás de un jabalí enorme con un solo colmillo! ¡Tenemos que detenerle antes de que haga alguna locura!
—¡¿DETRÁS DEL GRAN ŌSHISHI?! —gritó, aterrorizado.
— Yo haré lo que pueda pero... ¡DEJA DE SACUDIRME COMO SI FUERA UN SACO DE PATATAS! —gritaba y pataleaba a la espalda de aquel hombre, con el vientre apoyado sobre su hombro, y golpeándole la espalda repetidas veces con las manos; cesando y añadiendo gritos de asombro cada vez que daba algún salto medianamente largo.
—D... Dueño... No... No exactamente... —añadió dubitativo—. Yo... Estaba practicando la Técnica de Invocación en un parque aislado, cerca de aquí. Pero... Pero... Creo que se me ha ido un poco de las manos.
—Estás... ¿Estás diciendo que esos jabalíes son invocaciones fuera de control? —contestó con un tono alarmante.
Aquella estrábica persona asintió una y otra vez, por lo Ayame no dudo ni un segundo más pies en polvorosa, seguido del causante de los disturbios, Ren intento seguirles el paso, pero su aguante todavía era demasiado bajo, por lo que todavía no se había recuperado de la carrera anterior. El señor de los gorrinos se percató, y se volvió hacia Ren, con aspecto amenazante.
—¿E-Eh?... — balbuceo con una media sonrisa bajo aquella intimidación.
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—¿Vais...? ¿Vais a ayudarme?
—¡Hombre! ¡Desde luego no podemos dejar a los animales sueltos por ahí! Podrían resultar heridos, o herir a otras personas... ¡Daruu salió corriendo detrás de un jabalí enorme con un solo colmillo! ¡Tenemos que detenerle antes de que haga alguna locura!
—¡¿DETRÁS DEL GRAN ŌSHISHI?! —gritó, aterrorizado.
— Yo haré lo que pueda pero... ¡DEJA DE SACUDIRME COMO SI FUERA UN SACO DE PATATAS! —gritaba y pataleaba a la espalda de aquel hombre, con el vientre apoyado sobre su hombro, y golpeándole la espalda repetidas veces con las manos; cesando y añadiendo gritos de asombro cada vez que daba algún salto medianamente largo.