1/01/2020, 02:49
Pese a los argumentos que esgrimían ambos shinobi, Kokuō no daba su... ¿cuerno? a torcer. Sea como fuere, Datsue pareció darse por vencido, zanjó el tema de conversación con un abrazo que al principio Daruu recibió quedándose rígido como una piedra. Una parte inconsciente de sí mismo se preguntó si alguna mano traviesa se deslizaría su espalda y le implantaría un nuevo fūinjutsu. Pero no. Aquellos tiempos habían pasado. Él había confiado en ellos para vencer al General, y Daruu debía corresponder. Se dejó abrazar y abrazó. Y luego, como Datsue, se dejó caer en la arena.
Al contrario que Datsue, en situaciones de peligro real como aquellas, Daruu no podía tomarse con guasa ni siquiera las victorias aplastantes ni las buenas jugadas. Por eso en lugar de reír con él cuando contó cómo había recibido al General de Kurama, él chasqueó la lengua contra el paladar y desvió la mirada. Hanabi yacía en la arena junto a ellos con una expresión pétrea de preocupación.
—¿Oye, y quién ganó, Hanabi o tú?
Al contrario que Datsue, en situaciones de peligro real como aquellas, Daruu no podía tomarse con guasa ni siquiera las victorias aplastantes ni las buenas jugadas. Por eso en lugar de reír con él cuando contó cómo había recibido al General de Kurama, él chasqueó la lengua contra el paladar y desvió la mirada. Hanabi yacía en la arena junto a ellos con una expresión pétrea de preocupación.
—¿Oye, y quién ganó, Hanabi o tú?