1/01/2020, 14:46
Las palabras habían sido dichas, y Kokuō no tenía nada más que añadir. Por eso, cuando Datsue se dirigió hacia los dos muchachos, ella hizo lo propio y se retiró. La nieve de sus cabellos volvió a ser plumas de cuervo, y sus ojos, del color del mar pasó a las avellanas. Ayame apenas había recobrado la consciencia sobre sí misma cuando sintió los brazos de Datsue rodeándola a ella y a Daruu. No pudo evitarlo, tensó todos los músculos del cuerpo cuando su cerebro mandó la señal de alarma ante la inminente amenaza de un nuevo Fuuinjutsu. Pero...
—Gracias.
Una simple palabra fue suficiente para atravesar su coraza como si se tratara de la punta bien afilada de una lanza. Emocionada, Ayame tuvo que hacer esfuerzo para reprimir las lágrimas. Y, al final, terminó por corresponder a aquel abrazo de tres.
—Prometimos ayudarte si lo necesitabas... Y aquí estamos.
Cuando los soltó, Datsue se dejó caer sobre la arena. Daruu le siguió poco después. A Ayame, fatigada como estaba, no le faltaron ganas, pero había algo que le preocupaba más. Volteó la cabeza hacia el cuerpo inconsciente de Hanabi, y durante un instante no pudo sino sentir alivio de que el Uzukage hubiese seguido inconsciente mientras el bijuu había salido a escena.
—Daruu tiene razón —agregó Datsue, devolviendo la atención sobre él—. Bakudan aprovechó para atacarnos justo cuando Hanabi y yo terminamos nuestro duelo. Justo cuando uno estaba inconsciente y el otro al límite de sus fuerzas. Era un puto loco, pero un loco inteligente.
—Al menos no ha logrado su objetivo... —suspiró Ayame.
De repente, Datsue se rio, y esa carcajada debió de sacudir sus heridas porque no tardó en quejarse de dolor:
—¡Ay! ¿Sabéis cómo lo recibí? ¡Con la bijuudama de la que no quiere conflictos!
Ayame tardó algunos segundos en entenderlo, pero cuando lo hizo se quedó pálida como la cera.
«Esa bijuudama... no puede estar refiriéndose a...»
Pero, oh, sí que podía.
—Ay, por las tetas de Amaterasu, qué bueno —Seguía riéndose Datsue, carcajeándose a mandíbula batiente—. Me la guardé por mucho tiempo, y doy fe que mereció la pena. Oh, sí, y se la comió de lleno. Lástima que el hijoputa la mitigó con una de sus técnicas explosivas.
—No sólo pudiste absorberla... también podías devolverla... —dijo, con un hilo de voz.
Aquella bijuudama le traía funestos recuerdos de cuando perdió el control de aquella manera durante el examen de Chunin, precisamente mientras luchaba contra Datsue. Pero ahora, a aquellos sentimientos tan oscuros se le sumaba el terror. El terror de saber que aquel Uchiha había estado guardando en uno de sus ojos una auténtica arma de destrucción masiva.
¿Es que había algo que el Sharingan no pudiera hacer?
—Gracias.
Una simple palabra fue suficiente para atravesar su coraza como si se tratara de la punta bien afilada de una lanza. Emocionada, Ayame tuvo que hacer esfuerzo para reprimir las lágrimas. Y, al final, terminó por corresponder a aquel abrazo de tres.
—Prometimos ayudarte si lo necesitabas... Y aquí estamos.
Cuando los soltó, Datsue se dejó caer sobre la arena. Daruu le siguió poco después. A Ayame, fatigada como estaba, no le faltaron ganas, pero había algo que le preocupaba más. Volteó la cabeza hacia el cuerpo inconsciente de Hanabi, y durante un instante no pudo sino sentir alivio de que el Uzukage hubiese seguido inconsciente mientras el bijuu había salido a escena.
—Daruu tiene razón —agregó Datsue, devolviendo la atención sobre él—. Bakudan aprovechó para atacarnos justo cuando Hanabi y yo terminamos nuestro duelo. Justo cuando uno estaba inconsciente y el otro al límite de sus fuerzas. Era un puto loco, pero un loco inteligente.
—Al menos no ha logrado su objetivo... —suspiró Ayame.
De repente, Datsue se rio, y esa carcajada debió de sacudir sus heridas porque no tardó en quejarse de dolor:
—¡Ay! ¿Sabéis cómo lo recibí? ¡Con la bijuudama de la que no quiere conflictos!
Ayame tardó algunos segundos en entenderlo, pero cuando lo hizo se quedó pálida como la cera.
«Esa bijuudama... no puede estar refiriéndose a...»
Pero, oh, sí que podía.
—Ay, por las tetas de Amaterasu, qué bueno —Seguía riéndose Datsue, carcajeándose a mandíbula batiente—. Me la guardé por mucho tiempo, y doy fe que mereció la pena. Oh, sí, y se la comió de lleno. Lástima que el hijoputa la mitigó con una de sus técnicas explosivas.
—No sólo pudiste absorberla... también podías devolverla... —dijo, con un hilo de voz.
Aquella bijuudama le traía funestos recuerdos de cuando perdió el control de aquella manera durante el examen de Chunin, precisamente mientras luchaba contra Datsue. Pero ahora, a aquellos sentimientos tan oscuros se le sumaba el terror. El terror de saber que aquel Uchiha había estado guardando en uno de sus ojos una auténtica arma de destrucción masiva.
¿Es que había algo que el Sharingan no pudiera hacer?