11/01/2020, 23:44
Datsue, al fin, dio su brazo a torcer:
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió a Daruu, que no paraba de insistir en el tema. Cruzó las piernas sobre la arena, sentado, y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
El equipo Llueve Nueve. Daruu no sabía si eso le gustaba o no le gustaba. Había algo en todo ello que le parecía sinceramente mal, y eso también le causaba cierto remordimiento. Debía ser, se dijo, que aquella renovada amistad con Datsue todavía no había terminado de asentar. Su vieja desconfianza hacia los uzujin —y créanme, había pocos uzujin más uzujin que aquél, quizás el Uzukage que estaba durmiendo, al menos que sea ya por el cargo— le pesaba.
Datsue miró a Daruu, luego a Ayame, y luego de reojo a Hanabi.
—Bien, la cosa fue reñida. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... —El viejo Datsue trató de poseerle por unos instantes, pero él le apartó cortando por lo sano:—. En fin, sí. Gané yo.
En otras circunstancias, Daruu no le habría creído. Claro que no lo habría hecho, Uchiha Datsue era, además de un uzujin más uzujin de todos los uzujin, el mentiroso más mentiroso de todo Oonindo. Pero le creyó. El caso es que le creyó, y no supo por qué.
—Bien hecho. —El amejin se dejó caer de nuevo sobre la arena. Sobre él recaía ahora otro peso más. En su duelo a Amekoro Yui, tendría que ganar. ¿Acaso iba a ser menos que Datsue?
Ni hablar.
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió a Daruu, que no paraba de insistir en el tema. Cruzó las piernas sobre la arena, sentado, y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
El equipo Llueve Nueve. Daruu no sabía si eso le gustaba o no le gustaba. Había algo en todo ello que le parecía sinceramente mal, y eso también le causaba cierto remordimiento. Debía ser, se dijo, que aquella renovada amistad con Datsue todavía no había terminado de asentar. Su vieja desconfianza hacia los uzujin —y créanme, había pocos uzujin más uzujin que aquél, quizás el Uzukage que estaba durmiendo, al menos que sea ya por el cargo— le pesaba.
Datsue miró a Daruu, luego a Ayame, y luego de reojo a Hanabi.
—Bien, la cosa fue reñida. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... —El viejo Datsue trató de poseerle por unos instantes, pero él le apartó cortando por lo sano:—. En fin, sí. Gané yo.
En otras circunstancias, Daruu no le habría creído. Claro que no lo habría hecho, Uchiha Datsue era, además de un uzujin más uzujin de todos los uzujin, el mentiroso más mentiroso de todo Oonindo. Pero le creyó. El caso es que le creyó, y no supo por qué.
—Bien hecho. —El amejin se dejó caer de nuevo sobre la arena. Sobre él recaía ahora otro peso más. En su duelo a Amekoro Yui, tendría que ganar. ¿Acaso iba a ser menos que Datsue?
Ni hablar.