12/01/2020, 13:55
Pero el Uchiha le restó importancia al asunto, agitando una mano en el aire.
—Solo se quedó agotado por el consumo de chakra tan bestia que hizo, pero está más entero que yo. No te preocupes, volverá a estar a tope en menos de lo que un kusareño tarda en decir: ¡me rindo!
Se rio de su propio chiste, y aunque Ayame esbozó una sonrisa temblorosa no se quedó del todo tranquila. Quizás fueran gajes del oficio. Estaban hablando del Uzukage, después de todo, procurar su seguridad era la máxima prioridad de cualquier shinobi que se considerara como tal.
—Eso espero... —expresó.
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió entonces a Daruu, exasperado ante su insistencia. Datsue cruzó las piernas sobre la arena y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
«Somos... ¿un equipo?» Ayame no pudo evitar sentirse algo inquieta ante la idea al comparar aquel concepto con el que tenían Daruu y ella como el Equipo Kori. ¿Era lo mismo? ¿De verdad estaban en el mismo equipo? Se ruborizó ligeramente. Seguía pareciéndole algo marciano, después de todo lo que habían pasado.
Datsue clavó sus pupilas en Daruu, después en Ayame y por último miró de reojo a su líder.
—Bien, la cosa fue reñida —comenzó a relatar—. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... En fin, sí. Gané yo.
El tiempo pareció detenerse por completo. Uno. Dos. Hasta tres segundos pasaron completamente congelados en el sitio como las aguas calmas de un lago. Hasta que se lanzó la piedra.
—¡Venga ya! —exclamó Ayame, con una risotada.
—Bien hecho —respondió Daruu, sin embargo.
Ayame se volvió de golpe hacia él, a tiempo de ver cómo se dejaba caer de nuevo en la arena.
—¿En serio te lo vas a tragar? —le preguntó, anonadada—. ¡Estamos hablando de Sarutobi Hanabi! ¡El Uzukage! ¡El shinobi más poderoso de Uzushiogakure! ¡¿Cómo va a vencerle, Datsue?!
Puede que aquello fueran también gajes de oficio. Ayame había pasado por demasiadas mentiras y trolas de aquel Uchiha como para creerle tan fácilmente.
—Solo se quedó agotado por el consumo de chakra tan bestia que hizo, pero está más entero que yo. No te preocupes, volverá a estar a tope en menos de lo que un kusareño tarda en decir: ¡me rindo!
Se rio de su propio chiste, y aunque Ayame esbozó una sonrisa temblorosa no se quedó del todo tranquila. Quizás fueran gajes del oficio. Estaban hablando del Uzukage, después de todo, procurar su seguridad era la máxima prioridad de cualquier shinobi que se considerara como tal.
—Eso espero... —expresó.
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió entonces a Daruu, exasperado ante su insistencia. Datsue cruzó las piernas sobre la arena y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
«Somos... ¿un equipo?» Ayame no pudo evitar sentirse algo inquieta ante la idea al comparar aquel concepto con el que tenían Daruu y ella como el Equipo Kori. ¿Era lo mismo? ¿De verdad estaban en el mismo equipo? Se ruborizó ligeramente. Seguía pareciéndole algo marciano, después de todo lo que habían pasado.
Datsue clavó sus pupilas en Daruu, después en Ayame y por último miró de reojo a su líder.
—Bien, la cosa fue reñida —comenzó a relatar—. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... En fin, sí. Gané yo.
El tiempo pareció detenerse por completo. Uno. Dos. Hasta tres segundos pasaron completamente congelados en el sitio como las aguas calmas de un lago. Hasta que se lanzó la piedra.
—¡Venga ya! —exclamó Ayame, con una risotada.
—Bien hecho —respondió Daruu, sin embargo.
Ayame se volvió de golpe hacia él, a tiempo de ver cómo se dejaba caer de nuevo en la arena.
—¿En serio te lo vas a tragar? —le preguntó, anonadada—. ¡Estamos hablando de Sarutobi Hanabi! ¡El Uzukage! ¡El shinobi más poderoso de Uzushiogakure! ¡¿Cómo va a vencerle, Datsue?!
Puede que aquello fueran también gajes de oficio. Ayame había pasado por demasiadas mentiras y trolas de aquel Uchiha como para creerle tan fácilmente.