28/01/2020, 18:21
—Ya, pues no va a poder ser —cortó Yui, tajantemente—. Verás, es que firmé en un papel —agregó, desviando la mirada hacia la jōnin enmascarada que acompañaba al Uzukage—. Que protegería a este mocoso con mi vida. Y si no lo cumplo, pues mira, que me muero. Y no me apetece morirme.
—Ah, sí, el contrato de sangre... —murmuró Kintsugi, recordando que el propio Kenzou también lo había firmado hacía un año. Ahora, con él muerto, ella era la única que se libraba de aquel trato.
En ese momento, y tal como hizo un año atrás, Shanise, la acompañante de Yui, tomó el turno de palabra.
—Esperad. ¿Por qué iba Juro a matar a su Kage y a irse de la aldea? —cuestionó, y Kintsugi ladeó la cabeza hacia ella. No intervino, ni produjo un solo sonido, pero su presencia se volvió más amenazadora. No era para menos, aquellas preguntas, aquel cuestionario sin sentido sólo estaba mancillando la memoria del Tercero—. ¿En qué contexto acabó con Kenzou? ¿No estamos quizás ante el mismo caso que con Aotsuki Ayame? El sello podría haber sido revertido. Aunque... —Shanise se acarició el mentón y bajó la mirada—. No, eso es imposible. Si hubieran revertido el sello, el bijuu estaría atrapado en forma humana. Como lo estuvo el Gobi.
—Yui tiene razón, Kintsugi-dono —intervino Hanabi—. Hemos jurado proteger a los jinchūrikis con nuestra propia vida. En el momento no se nos ocurrió que uno de nuestros elegidos pudiese… traicionarnos. Pero no nos precipitemos. Shanise tiene razón, tenemos muchas preguntas y muy pocas respuestas. Quizá Kurama, en todo este tiempo, consiguió mejorar el sello de reversión. Además, ¿por qué iba a atacar Juro precisamente ahora? Si es que nos faltan datos… —El Uzukahe intercambió las miradas entre ambas—. Solo queda una persona que sepa con certeza lo que sucedió. Nada más volver a la Villa, se lo preguntaré. Preguntaré directamente a Juro… o al bijū, si es que controla su cuerpo.
Los argumentos que esgrimían tanto Shanise como Hanabi eran muy similares a lo que le dijo Sasagani Yota en su día, pero sus palabras no consiguieron regresar a los recuerdos de Kintsugi en aquellos instantes (Carisma de Yota 20).
—¿Es que acaso tenéis escondido a Juro en Uzushiogakure? —preguntó la Morikage, con peligrosa suavidad—. No era el bijū el que estaba manejando a nuestro jinchūriki, os lo puedo asegurar con rotundidad. Su aspecto y su voz seguían siendo los suyos.
»Todo esto ocurrió a raíz de que Juro regresara de una misión junto a un compañero. Según testimonio de ambos, fueron emboscados por un General durante el transcurso de dicha misión y Juro fue secuestrado. Al cabo de varias horas regresó por su propio pie, pero no le contó a nadie, ni siquiera a su compañero de misión, quién era ese General o cómo consiguió librarse de él y volver. Horas después, Juro va a hablar con su Kage y le obliga a sacrificarse a sí mismo para salvar la aldea de una destrucción masiva. Supongo que con esto os podréis imaginar, señores Kage, cuáles son las sospechas que estamos manejando ahora mismo.
Kintsugi miró directamente a Yui entonces.
—No sé a qué viene tanta extrañeza. ¿No fue tu jinchūriki la que casi reventó medio estadio en Uzushiogakure durante los exámenes?
—¡Son todos unos monstruos! —gritó la Inuzuka, dando una sonora palmada en la mesa.
Hana se abstuvo de volver a reñirla por su falta de decoro.
—Ah, sí, el contrato de sangre... —murmuró Kintsugi, recordando que el propio Kenzou también lo había firmado hacía un año. Ahora, con él muerto, ella era la única que se libraba de aquel trato.
En ese momento, y tal como hizo un año atrás, Shanise, la acompañante de Yui, tomó el turno de palabra.
—Esperad. ¿Por qué iba Juro a matar a su Kage y a irse de la aldea? —cuestionó, y Kintsugi ladeó la cabeza hacia ella. No intervino, ni produjo un solo sonido, pero su presencia se volvió más amenazadora. No era para menos, aquellas preguntas, aquel cuestionario sin sentido sólo estaba mancillando la memoria del Tercero—. ¿En qué contexto acabó con Kenzou? ¿No estamos quizás ante el mismo caso que con Aotsuki Ayame? El sello podría haber sido revertido. Aunque... —Shanise se acarició el mentón y bajó la mirada—. No, eso es imposible. Si hubieran revertido el sello, el bijuu estaría atrapado en forma humana. Como lo estuvo el Gobi.
—Yui tiene razón, Kintsugi-dono —intervino Hanabi—. Hemos jurado proteger a los jinchūrikis con nuestra propia vida. En el momento no se nos ocurrió que uno de nuestros elegidos pudiese… traicionarnos. Pero no nos precipitemos. Shanise tiene razón, tenemos muchas preguntas y muy pocas respuestas. Quizá Kurama, en todo este tiempo, consiguió mejorar el sello de reversión. Además, ¿por qué iba a atacar Juro precisamente ahora? Si es que nos faltan datos… —El Uzukahe intercambió las miradas entre ambas—. Solo queda una persona que sepa con certeza lo que sucedió. Nada más volver a la Villa, se lo preguntaré. Preguntaré directamente a Juro… o al bijū, si es que controla su cuerpo.
Los argumentos que esgrimían tanto Shanise como Hanabi eran muy similares a lo que le dijo Sasagani Yota en su día, pero sus palabras no consiguieron regresar a los recuerdos de Kintsugi en aquellos instantes (Carisma de Yota 20).
—¿Es que acaso tenéis escondido a Juro en Uzushiogakure? —preguntó la Morikage, con peligrosa suavidad—. No era el bijū el que estaba manejando a nuestro jinchūriki, os lo puedo asegurar con rotundidad. Su aspecto y su voz seguían siendo los suyos.
»Todo esto ocurrió a raíz de que Juro regresara de una misión junto a un compañero. Según testimonio de ambos, fueron emboscados por un General durante el transcurso de dicha misión y Juro fue secuestrado. Al cabo de varias horas regresó por su propio pie, pero no le contó a nadie, ni siquiera a su compañero de misión, quién era ese General o cómo consiguió librarse de él y volver. Horas después, Juro va a hablar con su Kage y le obliga a sacrificarse a sí mismo para salvar la aldea de una destrucción masiva. Supongo que con esto os podréis imaginar, señores Kage, cuáles son las sospechas que estamos manejando ahora mismo.
Kintsugi miró directamente a Yui entonces.
—No sé a qué viene tanta extrañeza. ¿No fue tu jinchūriki la que casi reventó medio estadio en Uzushiogakure durante los exámenes?
—¡Son todos unos monstruos! —gritó la Inuzuka, dando una sonora palmada en la mesa.
Hana se abstuvo de volver a reñirla por su falta de decoro.