29/01/2020, 21:41
(Última modificación: 29/01/2020, 21:41 por Amedama Daruu.)
Con tantos elogios a Ayame, casi pareciera que era kunoichi de Uzushiogakure. Para gozo y regocijo de la Arashikage, no era así, y buceó en las palabras de Hanabi alegremente. Las saboreó, cuando escuchó, una vez más, que una de sus kunoichi le salvó la vida. Se alegró por saber que el Uzukage estaba de acuerdo con ella, aunque le sorprendió que él también tuviera un punto de vista tan... favorable a los bijuu. Eso no supo por qué, pero le mosqueaba. ¿Qué había pasado ahí?
Por supuesto, ya llegó Kintsugi a romper la magia.
Yui escuchó a la Morikage con atención, ahora que ya había dejado de insistir en usar a Aotsuki Ayame como ejemplo. Kintsugi era una mujer tranquila, pero a cada palabra más que salía de sus labios exudaba una gota más de odio. El vaso volcó al final, revelando todo el rencor que había dentro.
Ah, pero Yui ahí sí que la comprendía muy bien. Alguien había matado a su antecesor en el puesto, ¿y qué había hecho ella?
«Asesinarlo. Asesinar a su familia. Asesinar a sus amigos. Asesinar a sus conocidos. Justicia. Reparación. Eso es lo que busca, y no se detendrá hasta que lo consiga.»
Hasta ella, una mujer tan impulsiva, la jinchūriki de la Tormenta, era capaz de ponerse en el lugar de otros.
Y ese... ese era el problema.
—Recorre ese camino, y encontrarás un alivio momentáneo —dijo, seria—. Cuando esos bijū escapen de su prisión, y que no te quepa duda que algún día escaparán... se tomarán su represalia. Y entonces tendrás muchas ciudades fantasma de las que preocuparte.
»Ellos tienen mil vidas, y los humanos, sólo una. Con tu vida haz lo que te salga del coño. Pero con la de mi gente, no se juega. No quiero que uno de esos bichos, emputadísimo, arrase con mi País. Así que si tengo que impedir con mis propias manos que te pongas a cazar monstruos como en un puto cómic de acción...
«Joder, Ayame, mira lo que has hecho.»
»...lo haré. ¿Quieres que te ayude a ajusticiar a un traidor? Hablas en mi idioma. ¿Vienes aquí a contarnos nosequé de ponernos a encerrar y esconder bijū? Que te follen.
Por supuesto, ya llegó Kintsugi a romper la magia.
Yui escuchó a la Morikage con atención, ahora que ya había dejado de insistir en usar a Aotsuki Ayame como ejemplo. Kintsugi era una mujer tranquila, pero a cada palabra más que salía de sus labios exudaba una gota más de odio. El vaso volcó al final, revelando todo el rencor que había dentro.
Ah, pero Yui ahí sí que la comprendía muy bien. Alguien había matado a su antecesor en el puesto, ¿y qué había hecho ella?
«Asesinarlo. Asesinar a su familia. Asesinar a sus amigos. Asesinar a sus conocidos. Justicia. Reparación. Eso es lo que busca, y no se detendrá hasta que lo consiga.»
Hasta ella, una mujer tan impulsiva, la jinchūriki de la Tormenta, era capaz de ponerse en el lugar de otros.
Y ese... ese era el problema.
—Recorre ese camino, y encontrarás un alivio momentáneo —dijo, seria—. Cuando esos bijū escapen de su prisión, y que no te quepa duda que algún día escaparán... se tomarán su represalia. Y entonces tendrás muchas ciudades fantasma de las que preocuparte.
»Ellos tienen mil vidas, y los humanos, sólo una. Con tu vida haz lo que te salga del coño. Pero con la de mi gente, no se juega. No quiero que uno de esos bichos, emputadísimo, arrase con mi País. Así que si tengo que impedir con mis propias manos que te pongas a cazar monstruos como en un puto cómic de acción...
«Joder, Ayame, mira lo que has hecho.»
»...lo haré. ¿Quieres que te ayude a ajusticiar a un traidor? Hablas en mi idioma. ¿Vienes aquí a contarnos nosequé de ponernos a encerrar y esconder bijū? Que te follen.