1/03/2020, 16:06
Como cada mañana, aquél hombre esperaba.
Esperaba sentado, mientras la lluvia caía sobre él y empapaba su pelo, su ropa, resbalaba sobre sus hombros y acababa en el suelo, sobre la resbaladiza plataforma en medio del Lago de Amegakure. Sí, como cada mañana, aquél hombre esperaba, pero no lo hacía en el mismo sitio, ni de la misma forma. No esperaba bebiéndose un café bien cargado, sin azúcar, como a él le gustaba. Ni leyendo el periódico, ni preparándose para ir a trabajar al hospital, u observando desde las sombras cuando tenía un día libre. Preguntándose, en su fuero interno, cuando llegaría el día en el que se cumpliría por fin la promesa. Esperaba sin decir ni una palabra, pero tampoco completamente en silencio, como lo había hecho todos estos meses. Esperaba cabizbajo, pero no con la guardia baja, como un auténtico shinobi cuando se preparaba. Esperaba algo, o a alguien, al fin y al cabo, y no esperaba, simplemente. Acuclillado, parecía tranquilo, pero estaba expectante.
Aotsuki Zetsuo esperaba porque se había cansado de esperar.
Aquella mañana, Aotsuki Ayame volvía a despertar, quizás ignorando lo que le depararía el día, como cualquier otro día normal. No esperaba nada, como aquél hombre que era su padre sí lo hacía. Pero la casa estaba inusualmente vacía, el silencio era denso y el olor que tanto odiaba a café hacía tiempo que ya no pululaba por la cocina. Sin embargo, una nota escrita con letra pulcra la aguardó junto a su propia placa de jōnin. Aotsuki Zetsuo era un hombre de justas y certeras palabras. Pocas veces se andaba con rodeos hacia los suyos. Y así, le hizo saber:
No, Zetsuo no se andaba con rodeos. Pero tampoco empleaba más palabras de las que eran necesarias. Con la placa de su hija había bastado. Ella ya sabía lo que significaba.
Y ahora, tenía algo que esperar de aquél día.
Esperaba sentado, mientras la lluvia caía sobre él y empapaba su pelo, su ropa, resbalaba sobre sus hombros y acababa en el suelo, sobre la resbaladiza plataforma en medio del Lago de Amegakure. Sí, como cada mañana, aquél hombre esperaba, pero no lo hacía en el mismo sitio, ni de la misma forma. No esperaba bebiéndose un café bien cargado, sin azúcar, como a él le gustaba. Ni leyendo el periódico, ni preparándose para ir a trabajar al hospital, u observando desde las sombras cuando tenía un día libre. Preguntándose, en su fuero interno, cuando llegaría el día en el que se cumpliría por fin la promesa. Esperaba sin decir ni una palabra, pero tampoco completamente en silencio, como lo había hecho todos estos meses. Esperaba cabizbajo, pero no con la guardia baja, como un auténtico shinobi cuando se preparaba. Esperaba algo, o a alguien, al fin y al cabo, y no esperaba, simplemente. Acuclillado, parecía tranquilo, pero estaba expectante.
Aotsuki Zetsuo esperaba porque se había cansado de esperar.
Aquella mañana, Aotsuki Ayame volvía a despertar, quizás ignorando lo que le depararía el día, como cualquier otro día normal. No esperaba nada, como aquél hombre que era su padre sí lo hacía. Pero la casa estaba inusualmente vacía, el silencio era denso y el olor que tanto odiaba a café hacía tiempo que ya no pululaba por la cocina. Sin embargo, una nota escrita con letra pulcra la aguardó junto a su propia placa de jōnin. Aotsuki Zetsuo era un hombre de justas y certeras palabras. Pocas veces se andaba con rodeos hacia los suyos. Y así, le hizo saber:
En el sitio de siempre.
No, Zetsuo no se andaba con rodeos. Pero tampoco empleaba más palabras de las que eran necesarias. Con la placa de su hija había bastado. Ella ya sabía lo que significaba.
Y ahora, tenía algo que esperar de aquél día.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)