16/03/2020, 23:13
Llevaba unos cuantos días en los dojos, cada uno entrenando más que el anterior, su sensei apenas le daba cuartel alguno en vistas de que quedaba menos de dos semanas para que empezase el torneo en sí. De momento tenían tiempo para visitar el lugar y relajarse, pero Eri había preferido hacer trabajar a Hana hasta que le doliesen los huesos de persona de interior que tenía. Llevaban ya semanas con ese entrenamiento, sin embargo, en los dojos se había intensificado.
No había sido hasta ese día en concreto, que la pelirroja le había dado el día libre. Obviamente, participando ella también, no podía dedicar el tiempo por completo a la rubia, tendría su propio régimen de ejercicios, por eso le había dicho que le daba el día libre pero que por lo menos hiciese un mínimo de esfuerzo. Por eso Hana se había ido tras la pista de Ren de inmediato.
Como buena kunoichi, Hana sabía que lo importante para una buena infiltración era la confianza. Se dejó la bandana en su habitación y se vistió con su indumentaria habitual pero en tonos azulados, para pasar desapercibida y se dirigió a Nishinoya. Se pateó todo el espacio que les habían reservado en los dojos a los shinobis de una punta a la otra, aún no entendía por qué las residencias estaban tan separadas las unas de las otras. Finalmente, llegó a Nishinoya. Sabía qué edificio era el de las chicas, pero una vez dentro se percató de que no tenía ni idea de qué puerta era la de Ren, o si Ren siquiera estaba allí.
No era la primera hora de la mañana, más bien era media mañana a pocas horas de la comida, ¿qué podía estar haciendo la morena a esas horas? Solo esperaba que estuviese allí, porque solo había una manera de saberlo. Cogió todo el aire que pudo antes de gritar:
— ¡¡¡¡Ren-chan!!!! — y después se escondió detrás del marco de la puerta principal del edificio, esperando ver qué puerta se abría y si de ella salía Ren o cualquier otra kunoichi que saliese a quejarse del alarido que acababa de dar.
No había sido hasta ese día en concreto, que la pelirroja le había dado el día libre. Obviamente, participando ella también, no podía dedicar el tiempo por completo a la rubia, tendría su propio régimen de ejercicios, por eso le había dicho que le daba el día libre pero que por lo menos hiciese un mínimo de esfuerzo. Por eso Hana se había ido tras la pista de Ren de inmediato.
Como buena kunoichi, Hana sabía que lo importante para una buena infiltración era la confianza. Se dejó la bandana en su habitación y se vistió con su indumentaria habitual pero en tonos azulados, para pasar desapercibida y se dirigió a Nishinoya. Se pateó todo el espacio que les habían reservado en los dojos a los shinobis de una punta a la otra, aún no entendía por qué las residencias estaban tan separadas las unas de las otras. Finalmente, llegó a Nishinoya. Sabía qué edificio era el de las chicas, pero una vez dentro se percató de que no tenía ni idea de qué puerta era la de Ren, o si Ren siquiera estaba allí.
No era la primera hora de la mañana, más bien era media mañana a pocas horas de la comida, ¿qué podía estar haciendo la morena a esas horas? Solo esperaba que estuviese allí, porque solo había una manera de saberlo. Cogió todo el aire que pudo antes de gritar:
— ¡¡¡¡Ren-chan!!!! — y después se escondió detrás del marco de la puerta principal del edificio, esperando ver qué puerta se abría y si de ella salía Ren o cualquier otra kunoichi que saliese a quejarse del alarido que acababa de dar.