17/03/2020, 21:27
(Última modificación: 17/03/2020, 21:30 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Oh, por todos los dioses. ¿Cuántas más quejas tendría que soportar? Ahora era por algo que Daruu le había explicado mil veces a Ayame. «Que no tengo ninguna marca, que no...», se repetía mentalmente. Pero no lo dijo. Porque si lo hubiera dicho, Ayame le hubiese vuelto a recriminar: «¡Y lo bien que nos hubiera venido!» con aquella vocecilla tan irritante que ponía cuando estaba de mal humor. Tenía razones para estarlo, claro. Daruu no le culpaba por eso. Ayame había tenido una muy mala experiencia en un ferrocarril, y el viaje la había estresado.
Hasta ahí todo bien.
¡Pero es que todo le parecía mal, a la tía! Que si los filetes de ternera estaban tiesos —a Daruu el suyo le parecía tiernito, en su punto—, que si a la verdura le faltaba cocción —Daruu opinaba que no tenía ni idea de lo que significaba la expresión 'al dente'—, que si la fruta estaba ya casi podrida —en realidad ahí tenía razón, pero era una simple cuestión de mala suerte: a él las piezas le habían tocado algo verdes, como le gustaban. ¡No se puede generalizar!—, que si las camas estaban duras y que el tren se movía demasiado. ¡Joder, que es un tren, no esperarás que sea un hotel de cinco estrellas!
Con el tiempo, las parejas encuentran fricciones. Hay quien piensa que la magia se rompe, pero es que la magia no es amor, no es cariño. Es una revolución hormonal pasajera que le da a uno al comienzo. Después toca lo difícil: conocerse de verdad. Lo que sucede es que algunos, conociendo, descubren que en realidad no se quieren. Con Daruu y Ayame no era así. Por eso, Daruu se limitó a soltar un 'meeeeh' con desgana y siguió caminando por las tranquilas, al menos a esa hora, calles de Sendōshi.
Es precisamente allí, en Sendōshi, donde comenzaron su relación formalmente. Al menos donde tuvieron su primera cita. Ahora mismo, Daruu tenía la cabeza tan taladrada que no quería ni pensar en tener una cenita especial de segundo aniversario. Pero más tarde, cuando las cosas estuvieran más calmadas, tal vez. Tal vez sí. Miró distraído un escaparate de una tienda cercana. ¿Qué sería un buen regalo?
—Oye, ¿contra quién crees que nos tocará luchar? —preguntó Ayame de pronto. «Dioses, ha vuelto a la normalidad». Daruu acompañó a sus reflexiones con un suspiro de alivio—. He oído que esta vez han dividido los combates en dos subcategorías o algo así...
—Sí... supongo que no querrán que las peleas salgan muy desiguales —dijo Daruu—. Espero que me toque contra alguien que no me fuerce demasiado, en realidad. En la situación en la que estamos, es lógico que los Daimyō quieran demostraciones de fuerza, pero sería imprudente revelar muchas de nuestras cartas. —Pero había una razón mucho más imperiosa que aquella.
Le daba un palo que te cagas. Le encantaba el Valle de los Dojos. Había tranquilidad, había silencio. Había un refugio de esas avenidas gigantescas y rodeadas de ruido de Amegakure. Era un sitio bonito. Se iba con Ayame. Probablemente acudieran amigos de Uzushiogakure con los que había cortado contacto tras lo que pasó en el Examen de Chūnin, y que ahora sabía que no habían tenido culpa ninguna. Eri, por ejemplo. ¿Qué habría sido de ella?
Sí, había que tener prudencia. Pero sobretodo, para Daruu un par de meses sin misiones, alejado del ajetreo de la villa, en aquél paraíso... fua. Unas vacaciones de puta madre.
Hasta ahí todo bien.
¡Pero es que todo le parecía mal, a la tía! Que si los filetes de ternera estaban tiesos —a Daruu el suyo le parecía tiernito, en su punto—, que si a la verdura le faltaba cocción —Daruu opinaba que no tenía ni idea de lo que significaba la expresión 'al dente'—, que si la fruta estaba ya casi podrida —en realidad ahí tenía razón, pero era una simple cuestión de mala suerte: a él las piezas le habían tocado algo verdes, como le gustaban. ¡No se puede generalizar!—, que si las camas estaban duras y que el tren se movía demasiado. ¡Joder, que es un tren, no esperarás que sea un hotel de cinco estrellas!
Con el tiempo, las parejas encuentran fricciones. Hay quien piensa que la magia se rompe, pero es que la magia no es amor, no es cariño. Es una revolución hormonal pasajera que le da a uno al comienzo. Después toca lo difícil: conocerse de verdad. Lo que sucede es que algunos, conociendo, descubren que en realidad no se quieren. Con Daruu y Ayame no era así. Por eso, Daruu se limitó a soltar un 'meeeeh' con desgana y siguió caminando por las tranquilas, al menos a esa hora, calles de Sendōshi.
Es precisamente allí, en Sendōshi, donde comenzaron su relación formalmente. Al menos donde tuvieron su primera cita. Ahora mismo, Daruu tenía la cabeza tan taladrada que no quería ni pensar en tener una cenita especial de segundo aniversario. Pero más tarde, cuando las cosas estuvieran más calmadas, tal vez. Tal vez sí. Miró distraído un escaparate de una tienda cercana. ¿Qué sería un buen regalo?
—Oye, ¿contra quién crees que nos tocará luchar? —preguntó Ayame de pronto. «Dioses, ha vuelto a la normalidad». Daruu acompañó a sus reflexiones con un suspiro de alivio—. He oído que esta vez han dividido los combates en dos subcategorías o algo así...
—Sí... supongo que no querrán que las peleas salgan muy desiguales —dijo Daruu—. Espero que me toque contra alguien que no me fuerce demasiado, en realidad. En la situación en la que estamos, es lógico que los Daimyō quieran demostraciones de fuerza, pero sería imprudente revelar muchas de nuestras cartas. —Pero había una razón mucho más imperiosa que aquella.
Le daba un palo que te cagas. Le encantaba el Valle de los Dojos. Había tranquilidad, había silencio. Había un refugio de esas avenidas gigantescas y rodeadas de ruido de Amegakure. Era un sitio bonito. Se iba con Ayame. Probablemente acudieran amigos de Uzushiogakure con los que había cortado contacto tras lo que pasó en el Examen de Chūnin, y que ahora sabía que no habían tenido culpa ninguna. Eri, por ejemplo. ¿Qué habría sido de ella?
Sí, había que tener prudencia. Pero sobretodo, para Daruu un par de meses sin misiones, alejado del ajetreo de la villa, en aquél paraíso... fua. Unas vacaciones de puta madre.