18/03/2020, 14:38
—Sí... supongo que no querrán que las peleas salgan muy desiguales —comentó Daruu en respuesta—. Espero que me toque contra alguien que no me fuerce demasiado, en realidad. En la situación en la que estamos, es lógico que los Daimyō quieran demostraciones de fuerza, pero sería imprudente revelar muchas de nuestras cartas.
Ayame hizo un ligero mohín.
—Ya... a mí tampoco me hace ninguna gracia tener que revelar mis técnicas ante tanta gente —concedió—. Pero eso no quiere decir que me vaya a contener, ni mucho menos. ¡Seguro que nos tocan oponentes muy fuertes, no podemos permitirnos el lujo de relajarnos! —exclamó—. De las personas que conozco en Uzushiogakure, los más fuertes que se me ocurren son Eri y Datsue y de Kusagakure... quizás Yota.
Pero siempre cabía la posibilidad de que se encontraran con alguien de quien no hubiesen oído hablar hasta entonces. Si tuviese que elegir a alguien, Ayame no sabía muy bien a quién elegir. Eri le caía muy bien, pero no conocía sus habilidades. De Yota sabía que utilizaba arañas y el Raiton, no le agradaba demasiado la idea de enfrentarse a alguien así. Y Datsue... Datsue era un Uchiha, y la kunoichi nunca había tenido una buena experiencia en sus combates con ellos. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar su combate contra Akame en la final del anterior torneo, y su violento combate contra Datsue durante los exámenes de Chūnin. Y eso por no hablar de la disputa a vida o muerte que tuvo con aquel exiliado de Amegakure en el Bosque de Azur. Pero una parte de ella sentía cierta curiosidad, y en cierta manera le gustaría tener una revancha con Datsue, ahora que estaban en buenas condiciones.
En ese momento pasaron por delante de una pastelería, y el olor del horno y de los dulces retorció las entrañas de Ayame de pura glotonería. Se abrazó el estómago, profundamente avergonzada, y se volvió hacia su compañero.
—¿Dónde te apetece ir?
Ayame hizo un ligero mohín.
—Ya... a mí tampoco me hace ninguna gracia tener que revelar mis técnicas ante tanta gente —concedió—. Pero eso no quiere decir que me vaya a contener, ni mucho menos. ¡Seguro que nos tocan oponentes muy fuertes, no podemos permitirnos el lujo de relajarnos! —exclamó—. De las personas que conozco en Uzushiogakure, los más fuertes que se me ocurren son Eri y Datsue y de Kusagakure... quizás Yota.
Pero siempre cabía la posibilidad de que se encontraran con alguien de quien no hubiesen oído hablar hasta entonces. Si tuviese que elegir a alguien, Ayame no sabía muy bien a quién elegir. Eri le caía muy bien, pero no conocía sus habilidades. De Yota sabía que utilizaba arañas y el Raiton, no le agradaba demasiado la idea de enfrentarse a alguien así. Y Datsue... Datsue era un Uchiha, y la kunoichi nunca había tenido una buena experiencia en sus combates con ellos. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar su combate contra Akame en la final del anterior torneo, y su violento combate contra Datsue durante los exámenes de Chūnin. Y eso por no hablar de la disputa a vida o muerte que tuvo con aquel exiliado de Amegakure en el Bosque de Azur. Pero una parte de ella sentía cierta curiosidad, y en cierta manera le gustaría tener una revancha con Datsue, ahora que estaban en buenas condiciones.
En ese momento pasaron por delante de una pastelería, y el olor del horno y de los dulces retorció las entrañas de Ayame de pura glotonería. Se abrazó el estómago, profundamente avergonzada, y se volvió hacia su compañero.
—¿Dónde te apetece ir?