28/03/2020, 20:11
— Yo sería incapaz de alzar mi espada contra tí Nos vamos a un pequeño pueblo y vivimos la vida de hermanas que queremos. ¡Si no te doy una paliza antes! ¡Jajaja!
La morena había estirado sus manos sobre la mesa hasta encontrar las de Hana, en un gesto mucho más delicado de lo que era la kunoichi de Amegakure. Después entrelazo los dedos con una dulzura digna del bollito de chocolate más azucarado de Onindo, para después decirle las palabras más bonitas que se le podían ocurrir a la rubia, que ya se imaginaba la escena.
Podían vivir en un pueblo perdido de la mano de Kami-sama perfectamente. Ella podía hacer bollería de cualquier tipo o pan y Ren podía usar su conocimiento sobre armas para hacerse herrera y afilar las herramientas de los locales, después pasar las tardes en algún lago cercano, viendo como el sol se ocultaba para dar por finalizado el día. Aquella era una vida a la que no podía decirle que no.
Pero entonces Ren soltó que le iba a dar una paliza y se rió, yendo directa la orgullo de la rubia.
— ¡Perdona! — le dijo Hana indignada, apretando el agarre. — Pero creo que deberías temer tú que yo te diese una paliza.
La morena había estirado sus manos sobre la mesa hasta encontrar las de Hana, en un gesto mucho más delicado de lo que era la kunoichi de Amegakure. Después entrelazo los dedos con una dulzura digna del bollito de chocolate más azucarado de Onindo, para después decirle las palabras más bonitas que se le podían ocurrir a la rubia, que ya se imaginaba la escena.
Podían vivir en un pueblo perdido de la mano de Kami-sama perfectamente. Ella podía hacer bollería de cualquier tipo o pan y Ren podía usar su conocimiento sobre armas para hacerse herrera y afilar las herramientas de los locales, después pasar las tardes en algún lago cercano, viendo como el sol se ocultaba para dar por finalizado el día. Aquella era una vida a la que no podía decirle que no.
Pero entonces Ren soltó que le iba a dar una paliza y se rió, yendo directa la orgullo de la rubia.
— ¡Perdona! — le dijo Hana indignada, apretando el agarre. — Pero creo que deberías temer tú que yo te diese una paliza.