29/03/2020, 00:08
(Última modificación: 29/03/2020, 00:10 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
Tras despedirse de Hana; volvió hasta su habitación realmente contenta, tarareando una cancion incluso. Aunque pensó que en todo el dia no le había deseado buena suerte para los combates, sin importar en que ronda se llegaran a enfrentar. Era una tontería, una estupidez; en cualquier otra ocasión podría verla por los pasillos o en algún otro lugar y decírselo entonces, pero sentía una imperiosa necesidad. Podría ir y llevarle algún dulce, le había quedado claro que los amaba, y seguro que un chocolate caliente con una pequeña nube era la guinda para un día tan divertido. Utilizaba aquella camisa tan rosada que Hana le había regalado para dormir, y llevarle aquella taza junto a eso, seguro que la pondría aún más alegre.
Con cuidado y mucha determinación, consiguió llegar hasta las habitaciones destinadas para los del remolino con dos tazas en la mano. Una puerta entre abierta iluminaba los oscuros pasillos, por lo que se acercó algo curiosa; tal vez con suerte era la habitación de Hana. Y acertó; pero alguien más la acompañaba. No quería interrumpirles, pero tampoco podría perder mucho el tiempo allí.
— No tengo mucho que ofrecerte, apenas tengo comida ni bebida.
— Con un vaso de agua me valdrá, si no puedo quedarme mucho más o Ichiro me matará. — pidió tomando asiento
Hana se rió mientras volvía con dos vasos de agua.
«Espera ¿ese no era el chico de esta mañana?[/color] pensó viendo través del pequeño hueco por el que escapaba la luz pasillo.»
— Yo también he vuelto ahora para evitar que Eri-sensei me mate. Bueno, creo que ambos sabemos qué quieres, Jiro-kun. — atajó Hana sentándose en el otro sillón.
El chico alzó las cejas, entre sorprendido y asustado.
— Pues seré franco. Me gustas, Hana-chan. Sé que no nos conocemos desde hace años, ni somos grandes amigos, pero me gustaría que me dieses una oportunidad. Primero de conocernos y luego... lo que veamos.
«Oh, ya veo. Bueno, Hana dijo que no estaba interesado en él si mal no recuerdo»
El chico se incorporó, apoyando sus codos en sus rodillas para estar más cerca de ella, que se tocaba los mechones que le colgaban delante de los hombros, nerviosa.
— Me caes bien, es decir, eres un buen chico y todo eso. Somos amigos, pero no sé si quiero algo más. Nunca me lo he planteado con nadie. ¿Qué se siente? No te quiero decir que no, es que... no sé, es confuso. ¿Cómo estás tan seguro de que te gusto? — Hana imitó la posición de Jiro
— Es difícil de explicar con palabras. — contestó con tono pensativo. — Cierra los ojos, a ver si consigues imaginártelo.
«Espera ¿¡QUÉ!?»
Un suave y cálido beso; para muchos y seguramente para Jiro también sería una sensación casi mágica. Una suave luz acariciando sus pieles con la luna y las estrellas de fondo que podían observarse desde la ventana; acarició sus cabellos y sus labios se tocaron de forma gentil y delicada. Hana no opuso resistencia alguna, de hecho prácticamente le invitó. Unas palabras resonaron entonces en la mente de la joven kunoichi de la lluvia; ásperas, duras y roncas, era la voz de Oda.
Y si mintió en que no le interesaba aquel chico ¿en qué más podría haber mentido? ¿Y si solo buscaba información? ¿Si eran hermanas, no se contaban todo? Miles de pensamientos pasaron de forma fugaz ante su mente, imposibles de procesar, quedándose en blanco. Los dedos de una taza se deslizaron, cayendo contra el suelo. El estridente sonido la devolvió a la realidad, y era más que claro que ambos lo escucharían, asediada por el pánico y la incertidumbre, hecho a correr tirando la otra por error también, directa hacia su habitación.
¿Era una tontería? ¿Una estupidez? Seguramente, pero no era capaz de procesar el sentimiento que tenía mientras huía soltando alguna lagrima por el camino.
Con cuidado y mucha determinación, consiguió llegar hasta las habitaciones destinadas para los del remolino con dos tazas en la mano. Una puerta entre abierta iluminaba los oscuros pasillos, por lo que se acercó algo curiosa; tal vez con suerte era la habitación de Hana. Y acertó; pero alguien más la acompañaba. No quería interrumpirles, pero tampoco podría perder mucho el tiempo allí.
— No tengo mucho que ofrecerte, apenas tengo comida ni bebida.
— Con un vaso de agua me valdrá, si no puedo quedarme mucho más o Ichiro me matará. — pidió tomando asiento
Hana se rió mientras volvía con dos vasos de agua.
«Espera ¿ese no era el chico de esta mañana?[/color] pensó viendo través del pequeño hueco por el que escapaba la luz pasillo.»
— Yo también he vuelto ahora para evitar que Eri-sensei me mate. Bueno, creo que ambos sabemos qué quieres, Jiro-kun. — atajó Hana sentándose en el otro sillón.
El chico alzó las cejas, entre sorprendido y asustado.
— Pues seré franco. Me gustas, Hana-chan. Sé que no nos conocemos desde hace años, ni somos grandes amigos, pero me gustaría que me dieses una oportunidad. Primero de conocernos y luego... lo que veamos.
«Oh, ya veo. Bueno, Hana dijo que no estaba interesado en él si mal no recuerdo»
El chico se incorporó, apoyando sus codos en sus rodillas para estar más cerca de ella, que se tocaba los mechones que le colgaban delante de los hombros, nerviosa.
— Me caes bien, es decir, eres un buen chico y todo eso. Somos amigos, pero no sé si quiero algo más. Nunca me lo he planteado con nadie. ¿Qué se siente? No te quiero decir que no, es que... no sé, es confuso. ¿Cómo estás tan seguro de que te gusto? — Hana imitó la posición de Jiro
— Es difícil de explicar con palabras. — contestó con tono pensativo. — Cierra los ojos, a ver si consigues imaginártelo.
«Espera ¿¡QUÉ!?»
Un suave y cálido beso; para muchos y seguramente para Jiro también sería una sensación casi mágica. Una suave luz acariciando sus pieles con la luna y las estrellas de fondo que podían observarse desde la ventana; acarició sus cabellos y sus labios se tocaron de forma gentil y delicada. Hana no opuso resistencia alguna, de hecho prácticamente le invitó. Unas palabras resonaron entonces en la mente de la joven kunoichi de la lluvia; ásperas, duras y roncas, era la voz de Oda.
En este mundo, no puedes confiar en nadie.
Todos te pueden mentir, y todos te pueden traicionar.
Es el mejor consejo que te puedo dar.
Todos te pueden mentir, y todos te pueden traicionar.
Es el mejor consejo que te puedo dar.
Y si mintió en que no le interesaba aquel chico ¿en qué más podría haber mentido? ¿Y si solo buscaba información? ¿Si eran hermanas, no se contaban todo? Miles de pensamientos pasaron de forma fugaz ante su mente, imposibles de procesar, quedándose en blanco. Los dedos de una taza se deslizaron, cayendo contra el suelo. El estridente sonido la devolvió a la realidad, y era más que claro que ambos lo escucharían, asediada por el pánico y la incertidumbre, hecho a correr tirando la otra por error también, directa hacia su habitación.
¿Era una tontería? ¿Una estupidez? Seguramente, pero no era capaz de procesar el sentimiento que tenía mientras huía soltando alguna lagrima por el camino.