29/03/2020, 22:49
Por poco que la cálida sensación de sus labios la distrajese, todo eso se esfumó cuando oyeron un fuerte estruendo en la puerta. Hana fue la primera en salir disparada hacia la misma, atisbando a lo lejos una conocida figura a la huida. Pero no podía ser. ¿Qué haría Ren a esas horas allí? ¿Y el ruido?
El calor empezó a invadir sus sandalias y al bajar la mirada vio un mar algo espeso de color marrón con un barco de nube surcándolo. También había fragmentos de lo que parecía ser dos tazas. No podía ser, de todas, todas. ¿Ren trayendole un chocolate caliente y saliendo a toda prisa tras verla... besandose con Jiro? Pero... si Ren le había dicho abiertamente que no sabía nada del amor romantico, todo aquello debería darle exactamente igual ¿no? ¿Qué estaba pasando?
Jiro la siguió a la puerta, viendo el charco de chocolate, se disculpó de nuevo y Hana aceptó sus disculpas con un asentimiento. Necesitaba pensar. Mucho. Y así se lo explicó al rubio, que insistió en ayudarla a limpiar ese estropicio antes de marcharse. La kunoichi centró toda su atención en limpiar, despejandose la cabeza de todo pensamiento. No fue hasta que se encontró sola, estirada en la cama que empezó a darle vueltas.
¿Debería haber ido tras ella? ¿Había sido Ren siquiera? Sí, tenía que haber sido ella. ¿Quien iba a ser sino? ¿Eri? Imposible. ¿Y por qué había salido corriendo? Tal vez solo se había sorprendido. Igual sería eso y le estaba dando demasiadas vueltas. Se durmió, autoengañandose, sabiendo que no era solo eso. Al día siguiente, antes de empezar a entrenar se pasó por delante de Nishinoya, pero se dijo que era demasiado pronto para aquello, así que volvió al mediodia, después de su entrenamiento matutino.
Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada, así que llamó un par de veces. Escuchó algo al otro lado, ruidos muy flojos, pero nada. La puerta no se abrió y ni siquiera recibió una respuesta. Pensó en tirar la puerta abajo, era una cuestion de seguridad, ¿y si le había pasado algo a Ren? Sin embargo, sabía que eso solo era una excusa y que si usaba una técnica para reventar una puerta en una residencia de otra aldea... bueno, igual empezaba ella la guerra que quería evitar.
Volvió aquella noche también, ni siquiera sabía si Ren estaba tras la puerta, porque estaba tan cerrada como la primera vez. La llamó, a un volumen más que suficiente para que la oyese. No hubo respuesta. No podía insistir más, podrían salir a quejarse los ninjas de Amegakure, y con razón.
Esa noche no durmió. No paraba de darle vueltas a lo sucedido. Tal vez habría tenido que insistir más, pedirle perdón, explicarle lo sucedido. Pero, ¿qué culpa tenía ella? ¡Ren ni siquiera se dignaba a decirle qué había pasado! ¿Culpa suya de qué? ¡Si tan en serio se tomaba su relación de hermanas podría haber salido a decir algo! ¡Pero no! Tenía que ser ella la que fuese, no una ni dos, sino tres veces a buscarla. ¿Para qué? Para que la ignorase.
Volvería el día siguiente, pero ya no más. Porque si seguía yendo acabaría rompiéndose ante aquella puerta cerrada tras la cual se encontraba la que debía ser su familia, castigandola por algo que Hana desconocía. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué siempre perdía a todo el mundo? ¿Acaso era ella el problema? ¿Era una versión kunoichi de un gato negro?
De aquella noche solo recordaba llorar, abrazada a un peluche como había hecho la noche que perdió a sus padres, enfadada consigo misma, enfadada con el mundo.
Al día siguiente repitió el proceso, con el mismo resultado. Solo que cuando fue por la noche, en vez de volver a intentar llamar la atención de su hermana, vio una figurita que representaba al Dios de la Lluvia y estaba sobre una columna de piedra al lado de la fuente con los peces koi. La estatuilla en sí no tenía mucho valor, era de madera, pero el nivel de detalle había sorprendido a Hana el primer día.
No pudo evitar acercarse y no pudo evitar estirar la mano y sopesar cuanto pesaba. Para cuando volvió a pensar con claridad estaba a mitad de camino hacia Nantonoya, moviéndose por donde no hubiese caminos ni gente. Cuando llegó a su habitación entró en pánico, ¿qué demonios iba a hacer ella con una estatuilla de Amenokami? La escondió entre su ropa sucia, no iba a devolverla, por ahora.
El calor empezó a invadir sus sandalias y al bajar la mirada vio un mar algo espeso de color marrón con un barco de nube surcándolo. También había fragmentos de lo que parecía ser dos tazas. No podía ser, de todas, todas. ¿Ren trayendole un chocolate caliente y saliendo a toda prisa tras verla... besandose con Jiro? Pero... si Ren le había dicho abiertamente que no sabía nada del amor romantico, todo aquello debería darle exactamente igual ¿no? ¿Qué estaba pasando?
Jiro la siguió a la puerta, viendo el charco de chocolate, se disculpó de nuevo y Hana aceptó sus disculpas con un asentimiento. Necesitaba pensar. Mucho. Y así se lo explicó al rubio, que insistió en ayudarla a limpiar ese estropicio antes de marcharse. La kunoichi centró toda su atención en limpiar, despejandose la cabeza de todo pensamiento. No fue hasta que se encontró sola, estirada en la cama que empezó a darle vueltas.
¿Debería haber ido tras ella? ¿Había sido Ren siquiera? Sí, tenía que haber sido ella. ¿Quien iba a ser sino? ¿Eri? Imposible. ¿Y por qué había salido corriendo? Tal vez solo se había sorprendido. Igual sería eso y le estaba dando demasiadas vueltas. Se durmió, autoengañandose, sabiendo que no era solo eso. Al día siguiente, antes de empezar a entrenar se pasó por delante de Nishinoya, pero se dijo que era demasiado pronto para aquello, así que volvió al mediodia, después de su entrenamiento matutino.
Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada, así que llamó un par de veces. Escuchó algo al otro lado, ruidos muy flojos, pero nada. La puerta no se abrió y ni siquiera recibió una respuesta. Pensó en tirar la puerta abajo, era una cuestion de seguridad, ¿y si le había pasado algo a Ren? Sin embargo, sabía que eso solo era una excusa y que si usaba una técnica para reventar una puerta en una residencia de otra aldea... bueno, igual empezaba ella la guerra que quería evitar.
Volvió aquella noche también, ni siquiera sabía si Ren estaba tras la puerta, porque estaba tan cerrada como la primera vez. La llamó, a un volumen más que suficiente para que la oyese. No hubo respuesta. No podía insistir más, podrían salir a quejarse los ninjas de Amegakure, y con razón.
Esa noche no durmió. No paraba de darle vueltas a lo sucedido. Tal vez habría tenido que insistir más, pedirle perdón, explicarle lo sucedido. Pero, ¿qué culpa tenía ella? ¡Ren ni siquiera se dignaba a decirle qué había pasado! ¿Culpa suya de qué? ¡Si tan en serio se tomaba su relación de hermanas podría haber salido a decir algo! ¡Pero no! Tenía que ser ella la que fuese, no una ni dos, sino tres veces a buscarla. ¿Para qué? Para que la ignorase.
Volvería el día siguiente, pero ya no más. Porque si seguía yendo acabaría rompiéndose ante aquella puerta cerrada tras la cual se encontraba la que debía ser su familia, castigandola por algo que Hana desconocía. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué siempre perdía a todo el mundo? ¿Acaso era ella el problema? ¿Era una versión kunoichi de un gato negro?
De aquella noche solo recordaba llorar, abrazada a un peluche como había hecho la noche que perdió a sus padres, enfadada consigo misma, enfadada con el mundo.
Al día siguiente repitió el proceso, con el mismo resultado. Solo que cuando fue por la noche, en vez de volver a intentar llamar la atención de su hermana, vio una figurita que representaba al Dios de la Lluvia y estaba sobre una columna de piedra al lado de la fuente con los peces koi. La estatuilla en sí no tenía mucho valor, era de madera, pero el nivel de detalle había sorprendido a Hana el primer día.
No pudo evitar acercarse y no pudo evitar estirar la mano y sopesar cuanto pesaba. Para cuando volvió a pensar con claridad estaba a mitad de camino hacia Nantonoya, moviéndose por donde no hubiese caminos ni gente. Cuando llegó a su habitación entró en pánico, ¿qué demonios iba a hacer ella con una estatuilla de Amenokami? La escondió entre su ropa sucia, no iba a devolverla, por ahora.