1/04/2020, 17:03
Había llegado el día. Por fin había empezado el torneo de los Dojos. Era el momento de poner a prueba el acero de los Sasaki. Era hora de demostrarle al mundo donde se forjaban las mejores armas: En uzushio. En la forja de los Sasaki.
Nos habían separado y aislado. No sabíamos quien luchaba fuera, no sabíamos quién sería nuestro rival. Solo sabíamos que todo el mundo miraría por que dos combates no sucedían al mismo tiempo.
Estaba ansioso por conocer a mi rival a través de su forma de luchar y esperaba que no fuera nadie de uzushiogakure. A los compañeros mejor eliminarlos en la final.
Para aquella ocasión me había vestido con un uwagi de color rojo, el color representativo de la villa que me vio nacer, sin mangans, dejando a la vista el tatuaje de mi brazo derecho, el irezumi de los sasaki y mi bandana atada en el brazo izquierdo. El resto de mi ropa era el habitual. hakama negro, obi de color gris y las sandalias de paja.
Llevaba atadas al obi dos espadas, pero había dejado a Ichiko reposando en el barco, su hora ya había pasado, pues era la espada de mi yo niño.
En su lugar me acompañaba Aichō, la ultima espada que había forjado. Era un espada cuyo significado era mucho más que el hecho de que yo mismo la había fabricado. A su lado, Tsubame, la espada que me había hecho mi padre cuando me gradué como ninja, siempre confiable.
Salí al estadio cuando un samurái, que no se parecía en nada a los de la isla del hierro, me guío hasta el exterior de la habitación donde había aguardado mi turno.
Primero salude a la grade de los Kages y los señores feudales en símbolo de respeto con una reverencia, luego, hice lo mismo hacia la grada del publico, incluso las gradas de Kusagakure.
Que ya no fueran aliados no significaba que la gente que había acudido a ver los combates no mereciese el mismo respeto que el resto de las villas.
Después de saludar, aguardé a que apareciese mi oponente en la posición en la que me había indicado el samurái que esperase.
Nos habían separado y aislado. No sabíamos quien luchaba fuera, no sabíamos quién sería nuestro rival. Solo sabíamos que todo el mundo miraría por que dos combates no sucedían al mismo tiempo.
Estaba ansioso por conocer a mi rival a través de su forma de luchar y esperaba que no fuera nadie de uzushiogakure. A los compañeros mejor eliminarlos en la final.
Para aquella ocasión me había vestido con un uwagi de color rojo, el color representativo de la villa que me vio nacer, sin mangans, dejando a la vista el tatuaje de mi brazo derecho, el irezumi de los sasaki y mi bandana atada en el brazo izquierdo. El resto de mi ropa era el habitual. hakama negro, obi de color gris y las sandalias de paja.
Llevaba atadas al obi dos espadas, pero había dejado a Ichiko reposando en el barco, su hora ya había pasado, pues era la espada de mi yo niño.
En su lugar me acompañaba Aichō, la ultima espada que había forjado. Era un espada cuyo significado era mucho más que el hecho de que yo mismo la había fabricado. A su lado, Tsubame, la espada que me había hecho mi padre cuando me gradué como ninja, siempre confiable.
Salí al estadio cuando un samurái, que no se parecía en nada a los de la isla del hierro, me guío hasta el exterior de la habitación donde había aguardado mi turno.
Primero salude a la grade de los Kages y los señores feudales en símbolo de respeto con una reverencia, luego, hice lo mismo hacia la grada del publico, incluso las gradas de Kusagakure.
Que ya no fueran aliados no significaba que la gente que había acudido a ver los combates no mereciese el mismo respeto que el resto de las villas.
Después de saludar, aguardé a que apareciese mi oponente en la posición en la que me había indicado el samurái que esperase.