9/04/2020, 21:20
Ayame se levantó, aún agarrándose un brazo que no sentía, y se apartó de la fétida presencia de Daruu. Lo último que necesitaba en aquellas condiciones era presenciar aquella escena, o no tardaría en unirse ella también al concierto.
—Tranquilos, ¡muchachos! —exclamó Datsue—. Os he colocado un fūinjutsu para que le diga al hijoputa de vuestro cerebro que ya sabéis que os duele el estómago pero que deje de dar por culo. Vamos, que os he anulado el sentido del tacto —resumió, ¡como si fuera lo más normal del mundo!—. En unos siete u ocho minutitos desaparecerá el efecto y volveremos todos a sentirnos como la mierda. Pero mientras tanto… aprovechad. Pero con cabeza, coño. No os pongáis a dar saltitos.
—¡Ah, bueno! ¡Ahora queda todo claro! —clamó Ayame, con voz ponzoñosa llena de sarcasmo—. Discúlpame, qué desagradecida soy. Si todo está bien, por supuesto... ¡MENOS PORQUE NO ME SIENTO EL MALDITO BRAZO!
Y era una sensación terriblemente desagradable. Sabes que tu brazo está ahí, lo estás viendo. Pero es como si no fuera más que una ilusión. Y de las malas.
—Hijo... hijo de puta —farfullaba Daruu, apoyado en el tronco del árbol—. No te tiró un Suiton porque... porque dudo que pueda hacer sellos sin sentir los dedos. ¡Mira, no puedo, cabrón! —protestó, haciendo amagos extraños con sus manos y dedos—. Ah, espera, sin sellos si que puedo, ¿no? ¡Pues géiser que te comes desgra-AAAH, MIERDA! —gritó. Había intentado dar un pisotón en el suelo y a consecuencia de ello terminó cayendo al suelo tras torcerse el tobillo.
Ayame respiró hondo varias veces, tratando de serenarse. Según Datsue, en ocho minutos pasaría aquella no-sensación, así que no tenían más remedio que guardar paciencia y... aguantarse.
—Vale... vale... —dijo Ayame en voz baja, sentándose de nuevo en el suelo con las piernas cruzadas—. Más te vale que esto se pase en ocho minutos, Datsue, o te prometo que... Agh, yo que sé —Suspiró—. El caso es que así no voy a poder hacer lo que quería hacer —dijo al fin, mirándole por debajo de las pestañas.
»Porque quería enseñarte una técnica.
—Tranquilos, ¡muchachos! —exclamó Datsue—. Os he colocado un fūinjutsu para que le diga al hijoputa de vuestro cerebro que ya sabéis que os duele el estómago pero que deje de dar por culo. Vamos, que os he anulado el sentido del tacto —resumió, ¡como si fuera lo más normal del mundo!—. En unos siete u ocho minutitos desaparecerá el efecto y volveremos todos a sentirnos como la mierda. Pero mientras tanto… aprovechad. Pero con cabeza, coño. No os pongáis a dar saltitos.
—¡Ah, bueno! ¡Ahora queda todo claro! —clamó Ayame, con voz ponzoñosa llena de sarcasmo—. Discúlpame, qué desagradecida soy. Si todo está bien, por supuesto... ¡MENOS PORQUE NO ME SIENTO EL MALDITO BRAZO!
Y era una sensación terriblemente desagradable. Sabes que tu brazo está ahí, lo estás viendo. Pero es como si no fuera más que una ilusión. Y de las malas.
—Hijo... hijo de puta —farfullaba Daruu, apoyado en el tronco del árbol—. No te tiró un Suiton porque... porque dudo que pueda hacer sellos sin sentir los dedos. ¡Mira, no puedo, cabrón! —protestó, haciendo amagos extraños con sus manos y dedos—. Ah, espera, sin sellos si que puedo, ¿no? ¡Pues géiser que te comes desgra-AAAH, MIERDA! —gritó. Había intentado dar un pisotón en el suelo y a consecuencia de ello terminó cayendo al suelo tras torcerse el tobillo.
Ayame respiró hondo varias veces, tratando de serenarse. Según Datsue, en ocho minutos pasaría aquella no-sensación, así que no tenían más remedio que guardar paciencia y... aguantarse.
—Vale... vale... —dijo Ayame en voz baja, sentándose de nuevo en el suelo con las piernas cruzadas—. Más te vale que esto se pase en ocho minutos, Datsue, o te prometo que... Agh, yo que sé —Suspiró—. El caso es que así no voy a poder hacer lo que quería hacer —dijo al fin, mirándole por debajo de las pestañas.
»Porque quería enseñarte una técnica.