17/04/2020, 21:35
—A ver, a ver. Pero aquí hay algo importante que estamos ignorando —intervino Daruu, en cuanto Ayame terminó de hablar—. Datsue tenía otro secreto, ¿verdad? ¿Qué es, otra técnica de jinchūriki? ¡Vamos, llevo con la curiosidad desde el día de la conversación, macho!
—Daruu, no deberías ser tan impaciente... —dijo Ayame, con una tenue sonrisa.
«Casi parece que tienes tú más curiosidad que yo.» Pensó, pero sus ojos no engañaban a nadie cuando se clavaron en Datsue. Esperaba, expectante y llena de ilusión.
—Ah, lo mío. Ya. No, ehm… La verdad que es una tontería —respondió Datsue, y parecía algo incómodo con la situación—. ¿Una técnica de jinchūriki? Uff, ojalá, Daruu. Shukaku y yo tenemos en mente hacer algo. Algo grande. Pero todavía no hemos conseguido llevarlo a cabo.
»No, veréis, en Uzu tenemos por costumbre regalar algo a nuestros compañeros cuando obtienen un ascenso —añadió el Uchiha, y Ayame comenzó a ruborizarse al darse cuenta de por dónde estaban yendo los tiros—. A mí me regalaron un perro, por ejemplo. Ya veis, ¿eh? A quién se le ocurre cargar con dicha responsabilidad precisamente a mí. Así que cuando Ayame me dijo que había ascendido, pensé en tener un pequeño detalle también.
—¿Un perro también? —preguntó Ayame, con una radiante sonrisa de oreja a oreja.
Pero no era un perro. Datsue, liberó su mano dejando la chaqueta colgante sobre su hombro y después la pasó por el dorso de la otra. Como si de un mago se tratara, sacó un pergamino mediano de la nada y lo extendió frente a él en el suelo. Una pequeña nube de humo estalló entonces desde su superficie y Ayame no pudo evitar tensarse en el momento. Gajes de las experiencias que había tenido con el Uchiha y sus Fūinjutsu. Pero lo que había tras la nube de humo era una cajita envuelta en papel de regalo.
Y Ayame se sonrojó aún más.
—Felicidades de nuevo por el ascenso, Ayame —le dijo, con una sonrisa nerviosa, entregándole la cajita que ella tomó con manos temblorosas—. Ya te digo que no es gran cosa, ¿eh?
—Pero si ni siquiera tenías que... —murmuró ella.
Pero enmudeció al retirar el papel de regalo y verse con un estuche de cuero entre las manos. Sus dedos recorrieron el grabado de una luna llena que estaba sobre él, una luna llena distorsionada, como si estuviese reflejada en las aguas de un lago. Y cuando dejó con cuidado el estuche y lo abrió, las lágrimas acudieron a sus ojos: Una pluma, varias plumillas de diferentes puntas y grosores, un reposaplumas y hasta cinco tinteros de diferentes colores.
—Como vi que te gusta dibujar y hacer retratos…Pensé que igual te molaría —dijo Datsue, encogiéndose de hombros—. Ya avisé que era una tontería.
A Ayame le temblaron violentamente las manos y se mordió el labio inferior. Después de su ascenso lo único que había recibido habían sido riñas, y más riñas. Nadie lo había celebrado con ella, nadie le había regalado nada. Y Datsue había sido el primero que...
No pudo evitarlo. Se lanzó hacia delante y le abrazó, pasando sus brazos por detrás de su cuello.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Es genial! ¡Gracias! —sollozaba. Se separó de él y volvió a coger el estuche, con ojos brillantes como zafiros—. ¡Con esto haré el mejor Libro Bingo del mundo! ¡Todos querrán tener mis retratos!
—Daruu, no deberías ser tan impaciente... —dijo Ayame, con una tenue sonrisa.
«Casi parece que tienes tú más curiosidad que yo.» Pensó, pero sus ojos no engañaban a nadie cuando se clavaron en Datsue. Esperaba, expectante y llena de ilusión.
—Ah, lo mío. Ya. No, ehm… La verdad que es una tontería —respondió Datsue, y parecía algo incómodo con la situación—. ¿Una técnica de jinchūriki? Uff, ojalá, Daruu. Shukaku y yo tenemos en mente hacer algo. Algo grande. Pero todavía no hemos conseguido llevarlo a cabo.
»No, veréis, en Uzu tenemos por costumbre regalar algo a nuestros compañeros cuando obtienen un ascenso —añadió el Uchiha, y Ayame comenzó a ruborizarse al darse cuenta de por dónde estaban yendo los tiros—. A mí me regalaron un perro, por ejemplo. Ya veis, ¿eh? A quién se le ocurre cargar con dicha responsabilidad precisamente a mí. Así que cuando Ayame me dijo que había ascendido, pensé en tener un pequeño detalle también.
—¿Un perro también? —preguntó Ayame, con una radiante sonrisa de oreja a oreja.
Pero no era un perro. Datsue, liberó su mano dejando la chaqueta colgante sobre su hombro y después la pasó por el dorso de la otra. Como si de un mago se tratara, sacó un pergamino mediano de la nada y lo extendió frente a él en el suelo. Una pequeña nube de humo estalló entonces desde su superficie y Ayame no pudo evitar tensarse en el momento. Gajes de las experiencias que había tenido con el Uchiha y sus Fūinjutsu. Pero lo que había tras la nube de humo era una cajita envuelta en papel de regalo.
Y Ayame se sonrojó aún más.
—Felicidades de nuevo por el ascenso, Ayame —le dijo, con una sonrisa nerviosa, entregándole la cajita que ella tomó con manos temblorosas—. Ya te digo que no es gran cosa, ¿eh?
—Pero si ni siquiera tenías que... —murmuró ella.
Pero enmudeció al retirar el papel de regalo y verse con un estuche de cuero entre las manos. Sus dedos recorrieron el grabado de una luna llena que estaba sobre él, una luna llena distorsionada, como si estuviese reflejada en las aguas de un lago. Y cuando dejó con cuidado el estuche y lo abrió, las lágrimas acudieron a sus ojos: Una pluma, varias plumillas de diferentes puntas y grosores, un reposaplumas y hasta cinco tinteros de diferentes colores.
—Como vi que te gusta dibujar y hacer retratos…Pensé que igual te molaría —dijo Datsue, encogiéndose de hombros—. Ya avisé que era una tontería.
A Ayame le temblaron violentamente las manos y se mordió el labio inferior. Después de su ascenso lo único que había recibido habían sido riñas, y más riñas. Nadie lo había celebrado con ella, nadie le había regalado nada. Y Datsue había sido el primero que...
No pudo evitarlo. Se lanzó hacia delante y le abrazó, pasando sus brazos por detrás de su cuello.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Es genial! ¡Gracias! —sollozaba. Se separó de él y volvió a coger el estuche, con ojos brillantes como zafiros—. ¡Con esto haré el mejor Libro Bingo del mundo! ¡Todos querrán tener mis retratos!