18/04/2020, 21:55
(Última modificación: 18/04/2020, 22:26 por Himura Ren. Editado 2 veces en total.)
— No me cambies de tema sacando pandas de la chistera. Estamos hablando de tu regalo. Pero ya que insistes, te prefiero a ti como regalo que cualquier panda. — como siempre, su lengua iba más rápida que su cerebro. — Quiero decir, celebrar el día contigo, no tú entera como regalo. Aunque sé que eso es difícil porque estaremos ya en la villa y no podremos vernos tan a menudo. Así que no te preocupes, no pasa nada.
Hecha ahora un manojo de nervios, la rubia intento negar un malentendido que del cual Ren, no fue capaz de comprender el doble sentido. Por lo que se limitó a sonreír dulcemente; parecía que no hubiera ocurrido nada antes de su combate, como si toda esa franja de tiempo se hubiera desdibujado.
— Si se me ocurre cualquier cosa, seras la primera en enterarte, no te preocupes — añadió. — Supongo que ya deberíamos marcharnos de aquí, ya estoy...
La mirada de Ren se había clavado entonces detras de Hana, en la puerta por la que minutos antes habían desaparecido Oda y Nanashi. Ahora en ella, la bloqueaba otra persona. Su voz casi enmudecío, y su rostro pasó lentamente de uno que reflejaba una sorpresa, a uno verdaderamente intimidado.
— Pa-Pa-Padre... — dijo con un miedo inhumano en la voz. Aquella criatura quimérica de meses atrás, no le había generado el mismo terror que el que aquel hombre le infundía en su corazón. Desvió la mirada casi al momento al suelo, y sus ojos parecian listos para volver a llorar; temblaba brevemente y se mordía el labio intentando mantener la calma, pero no pudo evitar agarrarse a Hana de la parte baja de su camisa.
—¿Te sorprende verme aquí? Recuerda que los familiares tenemos derecho a venir también; como iba a perderme el combate de mi dulce niñita — su voz estaba cargada de sarcasmo, y apestaba algo a alcohol; no porque lo hubiera bebido recientemente si no porque ya era prácticamente "su" olor.
Era un hombre moreno y alto, no tanto como Oda y también poseía una barba de varios dias sin afeitar como la de Nanashi. Su rostro estaba lleno de surcos y arrugas que no eran propias por la edad, si no por otros tejemanejes así como una cicatríz que le adornaba toda la mejilla derecha desde la parte de abajo de la mandibula hasta la zona entre el ojo y la oreja. Llevaba un chaleco de color pistacho abierto y una camisa oscura corta; en la zona cercana al corazón, se podía distinguir una placa dorada y la bandana atada a su hombro derecho. Tenia una complexión fuerte y los brazos con cicatrices de un lado a otro.
— Oh vaya. Tu eras la mocosa con la que luchó — añadió mientras avanzaba al interior de la habitación y con cada paso, la morena se estremecía aferrándose más y más a Hana.
Hecha ahora un manojo de nervios, la rubia intento negar un malentendido que del cual Ren, no fue capaz de comprender el doble sentido. Por lo que se limitó a sonreír dulcemente; parecía que no hubiera ocurrido nada antes de su combate, como si toda esa franja de tiempo se hubiera desdibujado.
— Si se me ocurre cualquier cosa, seras la primera en enterarte, no te preocupes — añadió. — Supongo que ya deberíamos marcharnos de aquí, ya estoy...
La mirada de Ren se había clavado entonces detras de Hana, en la puerta por la que minutos antes habían desaparecido Oda y Nanashi. Ahora en ella, la bloqueaba otra persona. Su voz casi enmudecío, y su rostro pasó lentamente de uno que reflejaba una sorpresa, a uno verdaderamente intimidado.
— Pa-Pa-Padre... — dijo con un miedo inhumano en la voz. Aquella criatura quimérica de meses atrás, no le había generado el mismo terror que el que aquel hombre le infundía en su corazón. Desvió la mirada casi al momento al suelo, y sus ojos parecian listos para volver a llorar; temblaba brevemente y se mordía el labio intentando mantener la calma, pero no pudo evitar agarrarse a Hana de la parte baja de su camisa.
—¿Te sorprende verme aquí? Recuerda que los familiares tenemos derecho a venir también; como iba a perderme el combate de mi dulce niñita — su voz estaba cargada de sarcasmo, y apestaba algo a alcohol; no porque lo hubiera bebido recientemente si no porque ya era prácticamente "su" olor.
Era un hombre moreno y alto, no tanto como Oda y también poseía una barba de varios dias sin afeitar como la de Nanashi. Su rostro estaba lleno de surcos y arrugas que no eran propias por la edad, si no por otros tejemanejes así como una cicatríz que le adornaba toda la mejilla derecha desde la parte de abajo de la mandibula hasta la zona entre el ojo y la oreja. Llevaba un chaleco de color pistacho abierto y una camisa oscura corta; en la zona cercana al corazón, se podía distinguir una placa dorada y la bandana atada a su hombro derecho. Tenia una complexión fuerte y los brazos con cicatrices de un lado a otro.
— Oh vaya. Tu eras la mocosa con la que luchó — añadió mientras avanzaba al interior de la habitación y con cada paso, la morena se estremecía aferrándose más y más a Hana.