20/05/2020, 13:00
Reiji la ayudó a salir del ring y ambos fueron hasta la enfermeria, o más bien la enfermeria vino a ellos. Ya había medicos esperando en cuanto salieron del ring. Mientras que a Reiji le dijeron que pasase a la enfermeria del estadio a ella le dijeron que tenían que llevarla directamente al hospital.
Ninguno de los dos shinobis protestó. Hana no tenía fuerzas ni para pensar, sentía como se le iba por la pierna. En lo que para ella fue un parpadeo estaba ya en una fria camilla con una mujer de pelo blanco rasgandole las improvisadas vendas que ahora eran rojas. La mujer examinó la herida, obligando a Hana a retorcerse de dolor y serenarse mientras sus manos estiraban y apretaban.
La médica le informó de que iba a limpiar y desinfectar la herida, le iba a doler y no podía darle nada para el dolor ya que había perdido mucha sangre. Hana estaba segura de estar más pálida que un fantasma, entre la sangre perdida y el miedo que la invadia, no sabía ni qué decir. Apretó los dientes y asintió, cerrando los ojos.
Le dolió como si le estuviesen sacando al demonio de su misma pierna. Entre el ardor y el dolor punzante, creyó que se desmayaba cinco o seis veces, pero era el mismo dolor el que no le dejaba descansar. Finalmente, aplicó el chakra verdoso característico del ninjutsu medico y un corte que potencialmente le habría costado una pierna pasó a ser un corte superficial.
Sobre la herida del abdomen, le explicó que la mejor opción era darle medicamentos y en un par de días se pasaría. Hana asintió como si supiese de qué estaba hablando, aún aturdida del combate y el dolor.
Todo eso acabó con ella sobre una camilla, con la pierna vendada e inmovilizada y una vía en el brazo izquierdo. Reclinó la camilla hasta que estaba prácticamente sentada, estar tumbada la mareaba ahora mismo y esperó. No tenía nada más que hacer. A veces miraba el goteo incesante de la medicación. de momento solo era medicina para la herida del abdomen, que si no se movía ni le dolía. Le habían advertido que notaría picores, que no se rascase bajo ningún concepto, pero ella no notaba nada.
—¿Se puede?
— Adelante. — contestó sentandose tan normal como podía, vestía la bata del hospital y estaba tan despeinada como era posible, pero no quería dar la impresión de estar medio muerta y preocupar a su visita.
Ninguno de los dos shinobis protestó. Hana no tenía fuerzas ni para pensar, sentía como se le iba por la pierna. En lo que para ella fue un parpadeo estaba ya en una fria camilla con una mujer de pelo blanco rasgandole las improvisadas vendas que ahora eran rojas. La mujer examinó la herida, obligando a Hana a retorcerse de dolor y serenarse mientras sus manos estiraban y apretaban.
La médica le informó de que iba a limpiar y desinfectar la herida, le iba a doler y no podía darle nada para el dolor ya que había perdido mucha sangre. Hana estaba segura de estar más pálida que un fantasma, entre la sangre perdida y el miedo que la invadia, no sabía ni qué decir. Apretó los dientes y asintió, cerrando los ojos.
Le dolió como si le estuviesen sacando al demonio de su misma pierna. Entre el ardor y el dolor punzante, creyó que se desmayaba cinco o seis veces, pero era el mismo dolor el que no le dejaba descansar. Finalmente, aplicó el chakra verdoso característico del ninjutsu medico y un corte que potencialmente le habría costado una pierna pasó a ser un corte superficial.
Sobre la herida del abdomen, le explicó que la mejor opción era darle medicamentos y en un par de días se pasaría. Hana asintió como si supiese de qué estaba hablando, aún aturdida del combate y el dolor.
Todo eso acabó con ella sobre una camilla, con la pierna vendada e inmovilizada y una vía en el brazo izquierdo. Reclinó la camilla hasta que estaba prácticamente sentada, estar tumbada la mareaba ahora mismo y esperó. No tenía nada más que hacer. A veces miraba el goteo incesante de la medicación. de momento solo era medicina para la herida del abdomen, que si no se movía ni le dolía. Le habían advertido que notaría picores, que no se rascase bajo ningún concepto, pero ella no notaba nada.
—¿Se puede?
— Adelante. — contestó sentandose tan normal como podía, vestía la bata del hospital y estaba tan despeinada como era posible, pero no quería dar la impresión de estar medio muerta y preocupar a su visita.