21/05/2020, 20:34
— ¿A-Así está bien?
Hana asintió pero Ren se daría cuenta de que se retorcía tanto de dolor como de alivio.
— Así, un poco más fuerte.
Sin embargo, su pequeño placer no tardó en ser interrumpido por el mismo enfermero, que esta vez traía una bandeja con él.
— ¡No! ¿Qué haces? — se lanzaría a dejar la bandeja sobre la mesita antes de quitarle las manos a Ren de forma brusca de encima de Hana. — ¡¿Pero no ves que está herida?!
— ¡Pero me pica! — se quejó la rubia antes de que Ren pudiese contestar.
— ¡Ayer casi te sacas el estomago de tanto rascarte! Si no te llegamos a parar ahora estarias en cuidados intensivos.
— ¡Estaba dormida! Ahora tengo el control.
— ¿Qué control vas a tener si lo primero que has hecho ha sido pedirle que te rasque?
— ¡Hito! — le vovlieron a llamar de fuera
Tras un leve suspiro entredientes, se giró a Ren.
— ¡Tú! Dale el desayuno y, por dios, no le hagas caso. Anoche tuvimos que sedarla para que dejase de rascarse.
Y desapareció por donde había aparecido. Hana miró a Ren con ojos de cordera.
— Lo siento, Ren. ¡Es que me picaba! Bueno, y aún me pica. Si pudieras... — no terminó la frase, sabía que era inapropiado pedirselo.
En la bandeja del desayuno había una taza con leche, una magdalena y una manzana. Ni más, ni menos. Y todo sin azúcar, claro. Ni siquiera había cubiertos.
Hana asintió pero Ren se daría cuenta de que se retorcía tanto de dolor como de alivio.
— Así, un poco más fuerte.
Sin embargo, su pequeño placer no tardó en ser interrumpido por el mismo enfermero, que esta vez traía una bandeja con él.
— ¡No! ¿Qué haces? — se lanzaría a dejar la bandeja sobre la mesita antes de quitarle las manos a Ren de forma brusca de encima de Hana. — ¡¿Pero no ves que está herida?!
— ¡Pero me pica! — se quejó la rubia antes de que Ren pudiese contestar.
— ¡Ayer casi te sacas el estomago de tanto rascarte! Si no te llegamos a parar ahora estarias en cuidados intensivos.
— ¡Estaba dormida! Ahora tengo el control.
— ¿Qué control vas a tener si lo primero que has hecho ha sido pedirle que te rasque?
— ¡Hito! — le vovlieron a llamar de fuera
Tras un leve suspiro entredientes, se giró a Ren.
— ¡Tú! Dale el desayuno y, por dios, no le hagas caso. Anoche tuvimos que sedarla para que dejase de rascarse.
Y desapareció por donde había aparecido. Hana miró a Ren con ojos de cordera.
— Lo siento, Ren. ¡Es que me picaba! Bueno, y aún me pica. Si pudieras... — no terminó la frase, sabía que era inapropiado pedirselo.
En la bandeja del desayuno había una taza con leche, una magdalena y una manzana. Ni más, ni menos. Y todo sin azúcar, claro. Ni siquiera había cubiertos.