30/05/2020, 15:41
Katsue no pudo evitar sonreír ante la reverencia de Kazuma. Fue solo durante un momento: una verdadera sonrisa fugaz. Se preguntó así misma si al final, disfrutaría tanto como su hermano con ese chiquillo.
Pero era hora de que se marchara. Llevaban un rato hablando y se había hecho tarde.
— Por supuesto. Puedes regresar cuando quieras. Eres bienvenido en casa — alegó, encogiéndose de hombros — Quién sabe. Puede que hasta alegres un poco a la abuela.
El orgullo era algo difícil de tragar para alguien como Katsue. Terca y cabeza hasta la médula, odiaba que alguien le dijera que se había equivocado. Que no tenía razón. Por eso, en su juventud había llegado hasta situaciones extremas y ridículas donde ella se había aferrado a su posición hasta hacer temblar su propia cordura.
Pero esos tiempos habían quedado lejos. El tiempo hacía madurar a la gente.
— Gracias a ti también, Kazuma-kun. Por venir. Me has hecho sentir mejor — murmuró, como despedida. Después, la muchacha se marchó a una de las puertas interiores de la tienda, sin detenerse si quiera a esperar a que Kazuma se marchara. Dio por hecho que lo haría.
Durante mucho tiempo, había estado llorando, aunque nunca lo admitiría a nadie. Por todo lo que había pasado. Por todo lo que podría haber hecho para cambiar la situación. La impotencia era el motor de su llanto. La fuente de su desesperación.
Se sentó al lado de la nevera y sacó otra bebida. Un poco más. Un poco más y volvería a casa para ver su abuela.
Solo necesitaba olvidarse de todos estos recuerdos que otra vez, atormentaban su mente.
Pero era hora de que se marchara. Llevaban un rato hablando y se había hecho tarde.
— Por supuesto. Puedes regresar cuando quieras. Eres bienvenido en casa — alegó, encogiéndose de hombros — Quién sabe. Puede que hasta alegres un poco a la abuela.
El orgullo era algo difícil de tragar para alguien como Katsue. Terca y cabeza hasta la médula, odiaba que alguien le dijera que se había equivocado. Que no tenía razón. Por eso, en su juventud había llegado hasta situaciones extremas y ridículas donde ella se había aferrado a su posición hasta hacer temblar su propia cordura.
Pero esos tiempos habían quedado lejos. El tiempo hacía madurar a la gente.
— Gracias a ti también, Kazuma-kun. Por venir. Me has hecho sentir mejor — murmuró, como despedida. Después, la muchacha se marchó a una de las puertas interiores de la tienda, sin detenerse si quiera a esperar a que Kazuma se marchara. Dio por hecho que lo haría.
Durante mucho tiempo, había estado llorando, aunque nunca lo admitiría a nadie. Por todo lo que había pasado. Por todo lo que podría haber hecho para cambiar la situación. La impotencia era el motor de su llanto. La fuente de su desesperación.
Se sentó al lado de la nevera y sacó otra bebida. Un poco más. Un poco más y volvería a casa para ver su abuela.
Solo necesitaba olvidarse de todos estos recuerdos que otra vez, atormentaban su mente.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60