— Mi hermano era un buen chico, y su carrera como shinobi no iba mal, pero... ¿Tener el poder para aguantar a un bijuu? No sé. Es de las personas que sufren en silencio, ¿sabes? Lo comprobé perfectamente. Nunca habla de sus sentimientos, nunca se expresa con nadie, nunca se apoya en nada. Hasta que revienta — suspiró Katsue.

Alzó una ceja. De hecho, era extraño que le hubiera contado algo a su alumno. ¿Tan agobiado se sentiría como para depender de un genin mucho menor que él? ¿Quería advertirle a caso de lo que estaba a punto de pasar? Con amargura, pensó, que quizá no habría sido tan mala idea interrogar a Kazuma. Puede que él supiera más de lo que nadie pensara.

O puede que tampoco supiera gran cosa. Pero su hermano y él habían compartido una estrecha relación.

— No te voy a mentir. No sé cuál es peor. La primera implica que Juro es un monstruo y que nadie se ha dado cuenta hasta ahora. La segunda, que mi hermano está en peligro y quizá, haya sido asesinado por esa criatura. En los dos casos, hemos perdido a Juro casi con toda seguridad — Por supuesto que lo había pensado. Claro que sí. Su corazón aún guardaba unas pequeñas ascuas de esperanza por que su hermano siguiera vivo, en algún lugar. Pero la realidad era cruel e implacable —. Si mi hermano esta en peligro, saltaría a ayudarle, aunque supusiera mi muerte. Si lo hubiera hecho de manera deliberada... eso significaría que es un traidor que ha intentado asesinarnos a todos. Igual que su padre, en su día.

Suspiró. Que su abuela le perdonara lo que estaba a punto de decir.

— Si ese segundo caso se da, entonces... estaría mejor muerto. Por nuestro bien y por la memoria de mi madre — La voz le tembló, y por primera vez, Eikyuu Katsue dudo. Si tuviera la oportunidad, ¿Ella podría poner fin a la vida de su hermanito? Su cabeza le decía que era lo que había que hacer, pero su corazón... se estremecía tan solo de pensarlo. Recordó entonces, años atrás, cuando la vida la había puesto en esa misma decisión, ante su padre, y ella misma había puesto fin a la vida de aquel miserable. Intentó alejar esos pensamientos de ella —. ¿Y tú, Kazuma? ¿Estas listo para afrontar esta decisión también?

—¿Ahora mismo? Si ¿En el momento de la verdad? No lo sé —dijo, dejando ver que era lo que había dentro de él—. Desde un principio sensei me dijo que primero es la aldea, mas allá de cualquier miedo o deseo personal… También me dijo que, si llegaba una situación en donde tuviese que abandonarle por el bien de la aldea, que tendría que hacerlo; ya fuese con dudas o preguntas, pero que tendría que hacerlo.

En aquel momento él había aceptado aquello, pero ahora no estaba tan seguro.

—Para tener un poco de contexto, las cosas están así:

»Todo lo que las legendas decían sobre las bestias con colas era verdad, al menos en cuanto a su existencia se refiere. Dichas bestias son seres racionales, de manera que tienen sus propias emociones e intereses. La más poderosa de esas bestias, tiene un profundo rencor contra los ninjas y está determinada a destruir las tres grandes aldeas. Esto último, según se, motivo la alianza de las tres grandes. Porque esta bestia, Kurama, quería reclutar a sus hermanos para ello. Como son seres pensantes y sintientes, hay quienes no quieren colaborar con él; entre ellos, la bestia que había en el interior de Juro-sensei. Dicha bestia moriría si Juro-sensei muriese, por lo que le conviene protegerlo si no quiere que su bestia hermana le consiga. Según me he informado, en los otros países no hay recompensas por Juro, ni carteles de se busca. Como es en este momento que las aldeas más necesitan a sus guardianes, imagino que Uzushio y Ame no veían como productivo darle casa a Juro-sensei… Quizá fuese dicho desacuerdo el que ha provocado la disolución de la alianza.

»En fin que aunque la bestia se hubiese descontrolado y hubiese decidido matar a nuestro Kage como venganza, le es de suma importancia que su portador siga con vida. E igual de importante será para las otras aldeas esto también, pues creo que preferirían tenerlo de aliado que de enemigo.

Katsue escuchó, atónita, toda la información con la que el genin contaba. Desde luego que estaba sorprendida, aunque no lo iba a demostrar facilmente. No tras todo lo que había pasado.

— ¿Esas criaturas tienen una mente racional capaz de albergar pensamientos e ideas propias ? Suena a un disparate. Pero peor aún es la existencia de ese... Kurama — Pero entonces, comprendió, que si el genin sabía eso era porque Juro se lo había contado. Sintió una punzada de dolor. ¿Por qué ella no sabía nada entonces? ¿Tan poco había confiado su hermano pequeño en ella? —. Relajate un poco, Kazuma-kun. Dices que la bestia en Juro no quiere colaborar con Kurama, ¿Por qué lo sabes? Si acaso ella ha tomado el control del cuerpo de mi hermano, ¿Por qué entonces asesinar al Kage si no esta con Kurama? ¿Qué obtiene?

Suspiró. Con la mano derecha, comenzó a masajearse las sienes. Le dolía mucho la cabeza de repente.

— Además, todos sabemos que esas bestias fueron asesinadas en su día por los tres Kages. Por eso se creó el Valle del Fin. Por eso murieron los antiguos fundadores — puntualizó Katsue —. Si esas criaturas están de vuelta es, por qué, en realidad. o no murieron, o son inmortales. En ambos casos, no entiendo por qué esa criatura inmortal necesitaría mantener vivo el cuerpo de mi hermanito.

Lo de las otras aldeas era cierto y podía creerlo. Pero el problema era principalmente, ese desacuerdo. Aunque Juro estuviera en menor peligro en otras zonas, en su aldea, era claro que le cazaría en cuanto apareciera. La actual Morikage quería su cabeza. Y muy probablemente, les tendrían en vigilancia a ellos como su familia cercana, por lo que tampoco podrían hacer muchos movimientos.

—Lo se: si estuviera aliada con Kurama, asesinar al Kage es una de las cosas que haría —admitió, sin gustarle mucho la idea—. Aun así, ¿Qué gana con matar al líder y no destruir la villa? Simplemente, otro tomara el mando y continuaran siendo sus enemigos.

Aquello era una de las cosas que más le consternaban. Si la bestia de verdad estaba aliada con aquel monstruo del Nueve colas, el mayor golpe contra sus enemigos hubiese sido barrer la aldea del mapa y acabar de un golpe con un tercio de sus principales enemigos.

—Según entendí, las bestias son… recurrentes: pueden morir, pero siempre volverán; y parece que lo harán recordando todo —se atrevió a decir—. En cuanto a porque necesita del cuerpo de Juro-sensei…

No estaba seguro de si lo que iba a decir era cierto, pero era una de las cosas que más había pensado, aunque la idea resultaba cruel.

—¿Por qué no encerrar a los bijuu en objetos inertes? Porque, como suele ser con el fuinjutsu, al romperse quedaría libre su contenido —arrojo aquello, esperando que la abominable implicación de la siguiente pregunta no abrumara a Katsue—. ¿Por qué encerrar a los bijuu en un cuerpo humano? Porque, con los arreglos necesarios, puedes hacer que al morir el portador se lleve consigo el contenido…

El chaval tenía un punto. ¿Por qué no haber destruido la villa y haber matado a todo el mundo? Si bien el Morikage les había protegido la primera vez, no habría sido capaz de hacerlo una segunda, y estaba más que segura de que esa criatura habría sido lo suficientemente hábil como para haber conseguido lanzar otra técnica así.

— Bueno, nuestro Morikage tenía una gran fama. Quizá pensó que ningún otra persona que viniera después podría ser tan poderosa... aunque tienes razón. Estuvimos a su merced y podría habernos eliminado a todos — Si hubiera servido a Kurama, ¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué conformarse con el asesinato del Morikage pudiendo haber cometido un genocidio?

Entonces, el chico sugirió lo que ella ya se había esperado, de cierta manera. La muerte de su hermanito provocaría que la muerte de la criatura. Aun así, si ese monstruo es capaz de regresar, ¿Qué importaría la muerte durante un tiempo? Quizá era una pregunta insensible (llegando a suponer que esos monstruos tuvieran sentimientos o sensación de dolor) pero ella seguía sin estar segura del todo.

— La muerte de Juro no le vendría bien del todo, supongo. Aunque siempre podría revivir, caso contrario al de mi hermano — puntualizó Katsue —. No sabemos cuanto tardan, pero a juzgar por la situación, podría llevarles un largo tiempo regenerarse. Quizá a esa bestia le interese mantenerse viva en esta época y en este tiempo determinado. Quizá por eso esté intentando mantener vivo el cuerpo de mi hermano.

—Si… Lo cierto es que me preocupa más la postura que tengamos que tomar nosotros que la que ha de tomar Juro-sensei —confeso, arrugando un poco el rostro—. Si todo lo que me dijo es verdad, Oonindo necesita de los guardianes y sus bestias para sobrevivir; pero en el otro extremo esta nuestra Kage que les ha declarado enemigas y desea la cabeza de una de ellas al punto de romper una alianza infinitamente importante.

Se avecinaban tiempos difíciles, y parecía que el primer lugar que recibiría el embate sería Kusagakure.

—Si las demás naciones necesitan de los guardianes para sobrevivir y Kusa repudia de ellos, ¿en qué lugar nos deja eso a nosotros? ¿Aliados indirectos de Kurama? ¿Enemigos sobreentendidos del resto del mundo? Si se diera el caso de que las bestias fueran el factor decisivo para solventar este peligro y sus “vidas” dependiesen de Kusa, ¿Esta se inclinaría por sus intereses o por los del resto del mundo?

Katsue escuchó las (muchas) preguntas de Kazuma, mientras el chico comenzaba a desvariar sobre la importancia de los bijuu y sobre la aparente postura de la Morikage. Lo cierto es que ella podía entender perfectamente a su Kage: los bijuu habían causado muchos problemas y habían estado a punto de morir a causa de uno.

¿Qué ellos eran la esperanza? Kurama era un bijuu. Si la cosa era combatir fuego contra fuego, ¿No sería mejor que todos desaparecieran de la faz de la tierra? Eso sería lo correcto.

— Me preocupa más que Kusa haya roto el pacto ante la perspectiva de una doble alianza de Uzushiogakure y Amegakure contra ella. No es solo que haya roto el pacto, es que ha acabado en malos términos con los líderes de las respectivas aldeas — Katsue suspiró, claramente indignada con la situación —. Sé que todo tiene relación con los bijuu. Los bijuu esto, los bijuu otros... No sé que decirte, Kazuma-kun. Yo también odio a esas criaturas con toda mi alma.

Pero... ¿A costa de la vida de los demás?

— Sin embargo, es cierto que en caso de una amenaza externa, las villas deberían estar unidas. Cazar a Juro o no, no debería ser su prioridad — volvió a suspirar —. No somos aliados indirectos de Kurama, no seas estupido. Pero si que somos enemigos del resto del mundo. No hay nadie que nos va a apoyar. Justamente igual que mi hermano. Quizá las otras dos grandes villas puedan acabar solas con la amenaza de Kurama, pero entonces, Kusagakure ya no será necesaria para nadie.

» Quién sabe. Igual, si mi hermano sigue siendo mi hermano y no esa bestia sedienta de sangre, pueda encontrar una oportunidad ahí. Quizá pueda unirse a la alianza en contra de Kurama — No se hizo ilusiones. Las cosas no pintaban bien para nadie.

—Son tiempos difíciles para ser un ninja, sobre todo uno de Kusagakure —suspiro con resignación.

Era precisamente en tiempos como aquellos que era difícil el saber que era lo correcto. Puede que las decisiones tomadas por la Kage demostrasen ser lo mejor a largo plazo, o puede que terminasen condenándolos a todos. Aquello era algo que nadie sabía, en qué términos quedarían las aldeas.

«Aunque, por otra parte, si Kurama acaba con todos nosotros no habrá diplomacia por la cual preocuparse, porque estaremos muertos», pensó con algo de un oscuro humor.

—Son muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo, pero puede que todo mejore luego del Torneo de los Dojos —dijo mientras colocaba la invitación que le habían dado sobre la mesa—. Iré y averiguare todo lo que me sea posible sobre cómo están realmente las cosas.

El torneo. Katsue había escuchado de él, desde luego. Le había parecido algo... curioso. Especialmente después de ver las relaciones diplomáticas de Kusagakure actuales. Más que una competición sana para ver el nivel de poder de las villas, aquello parecía una competición para ver quién la tenía más grande.

Observó ala invitación, luego a Kazuma y comprendió que él estaba metido en aquello, quisiera o no. Sintió un poco de lástima.

— Ten cuidado. No sé cómo estarán los ánimos en aquel lugar — Ella no pensaba ir, desde luego. Aún recordaba lo que ocurrió en el último torneo en el que estuvo, y no le hizo ninguna gracia —. No creo que te vayas a encontrar con Juro. Dudo que mi hermano sea tan idiota como para meterse ahí. Pero me gustaría saber cómo actúa la Morikage frente a la competición y al resto de Kages.

No quiso meterle miedo pero, quizá, la Morikage le estaba probando. Para ver dónde estaba su lealtad. Esperó, por su bien, que actuará de manera correcta. Si ya había tenido problemas debido a su fama con Juro, lo peor era enemistarse a ella delante de miles de personas.

Pero era mayorcito. Sabía cuidarse. No hacía falta que se lo dijera.

— En fin. Siento haberte recibido de esa manera. Supongo que después del trato que hemos recibido, no podía fiarme de la primera persona que entrara por esa puerta — se encogió de hombros —. ¿Quieres algo de beber? La tienda está abandonada, pero la despensa sigue funcionando.

—Sí, algo de beber estaría bien —respondió, con una lentitud como si estuviera pensando en algo mas—. Por cierto, Katsue-san…, te noto un poco endeble, ¿has estado comiendo bien? Eso es importante.

Puede que no lo pareciese, pero el joven peliblanco era bastante atento con lo que a las labores hogareñas se refería; además de que consideraba la alimentación como una de las tres cotidianidades más importantes, siendo que las dos otras eran el asearse y el dormir.

Katsue desapareció un momento por una de las puertas interiores del establecimiento y regresó a los pocos minutos, dejando sobre el mostrador dos bebidas frías: una de limón y otra de naranja. La verdad es que no tenía mucha más variedad en la despensa, y no se sentía con fuerzas como para regresar a casa y ver a su abuela aún. Invitó a Kazuma a coger la que más le gustara.

Si ninguno de los dos sabores eran del gusto del chico, bueno, que se largará a beber fuera.

— De verdad. Eres un chico muy preguntón, ¿eh? — señaló Katsue —. No, no mucho. La comida no me sabe bien últimamente. Además, que más da. Nadie viene a la tienda y mis días de kunoichi ya pasaron. No necesito estar en forma.

Se encogió de hombros.

— Tu vives solo, ¿no es así? ¿Qué harás ahora que mi hermano no está? ¿Te asignaran un nuevo sensei? — se interesó la chica —. Supongo que hacer misiones es tu principal fuente de ingresos. No puedes parar después de esto.

—Creo que he aprendido lo suficiente como para continuar por mi cuenta —dijo mientras tomaba la bebida de limón—. Además, no me sentiría cómodo cambiando la manera que tengo de hacer las cosas.

Kazuma recordó sus días de academia, especialmente los últimos y más tormentosos.

—¿Sabes? Me costó mucho graduarme de la academia, era terriblemente malo en el combate practico —admitió mientras daba un sorbo, para luego sostener el contenedor frente a si y detallarlo—. Al final, luego de un entrenamiento terrible durante las vacaciones, pude cumplir con los requisitos mínimos para graduarme.

Continúo bebiendo y contando.

—Podría decirse que ya tenía una especie de infamia venida de la academia, pues parece que no tenía madera de ninja —conto, casi divertido—. Creo que por eso nadie quería ponerme bajo su tutela. Nadie excepto Juro, sensei; que, honestamente, creo que era el único con la paciencia suficiente como para no estrangularme luego de una tarde de preguntas y metidas de pata.

Kazuma afirmó que había aprendido lo suficiente y que, por tanto, no necesitaba a nadie más que le guiará en sus primeros pasos como ninja. Katsue intentó no reírse: ¡A ese chico aún le quedaba tanto por aprender! Definitivamente, el joven tendría que formarse y tendría muchos más referentes que su hermano, pero decidió dejarle, en ese momento, con la idea en la cabeza. Todos habían pasado por esa clase de etapa.
Tras eso, el chico decidió abrirle su corazón y contarle una de sus experiencias más traumáticas de la academia, cuando fue incapaz de pasar la academia durante un tiempo debido a lo malo que era en el combate práctico.

Katsue sabía algo de eso. Su hermano le había contado, días antes de empezar a tutelar a Kazuma, que iba a encargarse de un alumno rezagado.

Recordar la cara de ilusión de su hermano hizo que se le revolviera el estómago.

— Tu pasado no define tu presente, ni cómo eres, ni lo que llegarás a ser. Esa clase de infamia es una estupidez. El mundo shinobi está lleno de prepotencia — suspiró Katsue —. Yo no era una mala estudiante, Kazuma-kun, pero también tuve problemas con el taijutsu. A Juro tampoco se le da nada bien. Creo que es algo de familia. Pero eso no nos impidió convertirnos en shinobi ni aspirar a lo grande.

Él, el guardián de la aldea y el asesino de su Kage. Ella, bueno, una tendera que había abandonado la carrera para cuidar a su familia. Era de risa. Un mismo contexto, unos resultados muy distintos.

— Desde que te conocí, hasta ahora, has crecido y has cambiado. Te lo puedo asegurar. Mi hermano ha hecho un buen trabajo contigo, claro está, pero no eres un niño inaguantable. Aún te queda mucho camino por delante — admitió Katsue —. Habrás conocido a compañeros, amigos, puede que hasta a enemigos, en tus cortos pasos. Muchas veces, ellos son los que te harán mejorar y cambiar.

» Quizá me arrepienta de esto. Mis días de shinobi ya pasaron hace años pero… bueno, que diablos. Si algún día necesitas consejo o ayuda, aquí estoy. Puede que sea capaz de ayudarte.

—Gracias por eso, Katsue-san —dijo mientras hacia una leve reverencia.

Aquellas palabras le reconfortaban, aunque no tenía metas que pudiesen considerarse grandes; pare él era suficiente llevar una vida tranquila en su descanso e interesante en sus actividades. Evitar cualquier conflicto propio y ver los ajenos desde una distancia segura. “¿Y para que quieres ser ninja si no estás dispuesto a resolver las cosas por las malas?” le había preguntado un profesor de la academia en una de aquellas clases en donde tenían que explicar qué clase de ninjas querían ser.

«Quizá por eso Juro-sensei me era tan genial», pensó; pues era el primero que había dado el visto bueno a su camino ninja, evitar el combate, ser “discreto” y volver a casa para tratar de vivir una cotidianidad tranquila.

—Creo que es hora de que me marche, tengo mucho que preparar —menciono, marcando el fin de su visita.

Katsue no pudo evitar sonreír ante la reverencia de Kazuma. Fue solo durante un momento: una verdadera sonrisa fugaz. Se preguntó así misma si al final, disfrutaría tanto como su hermano con ese chiquillo.

Pero era hora de que se marchara. Llevaban un rato hablando y se había hecho tarde.

— Por supuesto. Puedes regresar cuando quieras. Eres bienvenido en casa — alegó, encogiéndose de hombros — Quién sabe. Puede que hasta alegres un poco a la abuela.

El orgullo era algo difícil de tragar para alguien como Katsue. Terca y cabeza hasta la médula, odiaba que alguien le dijera que se había equivocado. Que no tenía razón. Por eso, en su juventud había llegado hasta situaciones extremas y ridículas donde ella se había aferrado a su posición hasta hacer temblar su propia cordura.

Pero esos tiempos habían quedado lejos. El tiempo hacía madurar a la gente.

— Gracias a ti también, Kazuma-kun. Por venir. Me has hecho sentir mejor — murmuró, como despedida. Después, la muchacha se marchó a una de las puertas interiores de la tienda, sin detenerse si quiera a esperar a que Kazuma se marchara. Dio por hecho que lo haría.

Durante mucho tiempo, había estado llorando, aunque nunca lo admitiría a nadie. Por todo lo que había pasado. Por todo lo que podría haber hecho para cambiar la situación. La impotencia era el motor de su llanto. La fuente de su desesperación.

Se sentó al lado de la nevera y sacó otra bebida. Un poco más. Un poco más y volvería a casa para ver su abuela.

Solo necesitaba olvidarse de todos estos recuerdos que otra vez, atormentaban su mente.