5/06/2020, 20:05
Pero Daruu resopló, y Ayame se temió lo peor.
—Creo que te lo he dejado caer alguna vez, pero nunca te he explicado exactamente lo que pasó —explicó Daruu, y entonces bajó la voz—: Ayame, cuando dije que le maté, es que le maté. Se me fue la mano, y ya creía que me iba a costar caro. No respiraba. Su pulso era nulo. Estaba frío. Y por si te preguntas si se trataba de una ilusión u otro truco similar, no. No tenía chakra, lo vi con el Byakugan. Estaba muerto. Pero cuando llegué a la cabaña de Yachi y estaba preguntándome ya qué iba a hacer con él, ¡se despertó! ¡Sin más! ¡Sin más!
Ayame había ido palideciendo a medida que Daruu pronunciaba sus palabras. Hasta el punto en el que se había quedado blanca como la luna, y congelada en el sitio, con los palillos alzados a mitad de bocado. Miraba a su compañero con los ojos abiertos como platos, incapaz de creer lo que le estaba contando.
Daruu había matado a Datsue. Literalmente. No era ningún tipo de metáfora. Muerto. Muerto como la carne que se estaban comiendo ahora. Y después Datsue había resucitado. Vuelto a la vida. Volvía a caminar, volvía a respirar y su corazón volvía a latir.
—Eso, Ayame, seguro que fue otro de esos dichosos Fūinjutsu —añadió, señalándola con el dedo—. Magia negra.
Ayame abrió la boca, pero las palabras morían en su garganta. Tuvo que hacer un par de intentos, y carraspear ligeramente, antes de conseguir pronunciar algo.
—O del Sharingan... ¡No hay nada que ese dichoso ojo no pueda hacer! —exclamó enrabietada, y alzó una mano para comenzar a enumerar—. Ver el chakra, bloquear ilusiones, absorber bijūdamas, teletransportarte... ¡Invocar un maldito demonio esqueleto gigante! Vamos, si ahora me dices que también puede burlar a la muerte, me lo creo.
—Creo que te lo he dejado caer alguna vez, pero nunca te he explicado exactamente lo que pasó —explicó Daruu, y entonces bajó la voz—: Ayame, cuando dije que le maté, es que le maté. Se me fue la mano, y ya creía que me iba a costar caro. No respiraba. Su pulso era nulo. Estaba frío. Y por si te preguntas si se trataba de una ilusión u otro truco similar, no. No tenía chakra, lo vi con el Byakugan. Estaba muerto. Pero cuando llegué a la cabaña de Yachi y estaba preguntándome ya qué iba a hacer con él, ¡se despertó! ¡Sin más! ¡Sin más!
Ayame había ido palideciendo a medida que Daruu pronunciaba sus palabras. Hasta el punto en el que se había quedado blanca como la luna, y congelada en el sitio, con los palillos alzados a mitad de bocado. Miraba a su compañero con los ojos abiertos como platos, incapaz de creer lo que le estaba contando.
Daruu había matado a Datsue. Literalmente. No era ningún tipo de metáfora. Muerto. Muerto como la carne que se estaban comiendo ahora. Y después Datsue había resucitado. Vuelto a la vida. Volvía a caminar, volvía a respirar y su corazón volvía a latir.
—Eso, Ayame, seguro que fue otro de esos dichosos Fūinjutsu —añadió, señalándola con el dedo—. Magia negra.
Ayame abrió la boca, pero las palabras morían en su garganta. Tuvo que hacer un par de intentos, y carraspear ligeramente, antes de conseguir pronunciar algo.
—O del Sharingan... ¡No hay nada que ese dichoso ojo no pueda hacer! —exclamó enrabietada, y alzó una mano para comenzar a enumerar—. Ver el chakra, bloquear ilusiones, absorber bijūdamas, teletransportarte... ¡Invocar un maldito demonio esqueleto gigante! Vamos, si ahora me dices que también puede burlar a la muerte, me lo creo.