22/06/2020, 19:42
—¡Que no te gusta combatir así, dices! —clamó Daruu, indignado—. Pero vamos a ver, se trata de competir. Si no sabe o no puede contrarrestarlo, pues ya se apañará.
—Sí, pero...
—¡Ah, pero conmigo no tuviste problemas en usar ese Genjutsu de las plumitas! —agregó, cruzándose de brazos. Fue entonces cuando pareció darse cuenta de que había estado hablando demasiado alto, porque, antes de que Ayame pudiera decir nada al respecto, se apresuró a bajar el tono de voz—. Ah, espera, que viene el camarero.
»Unmochidevainillayotrodetartadequeso.
—¿Quieren pos...? Oh.
Daruu miró a su carta. Volvió a mirar al camarero, que se había quedado plantado en el sitio, y se aclaró la garganta.
—Un mochi de vainilla y otro de tarta de queso —repitió, de forma más inteligible.
—Claro... claro —respondió, anotando el pedido en la libreta mientras lo miraba de reojo. Y se alejó, murmurando para sí algo que ninguno de los dos llegó a escuchar. Ni siquiera Ayame, que a aquellas alturas se estaba tapando la boca para no reírse en voz alta.
—¿Has visto como me miraba? —preguntó Daruu en voz baja, inclinándose hacia Ayame—. Ni que tuviera monos en la cara.
—Monos en la cara no sé, pero un buen pegote de queso en la mejilla... —respondió Ayame, con lágrimas en los ojos—. Creo que deben pensar que estamos un poco locos...
»Pero lo que iba a decirte antes, tú ya sabes cómo nos ponemos cuando combatimos. ¡Vamos siempre con todo por delante! Además —agregó, inflando los carrillos—, a ti también intenté hacerte lo de la niebla. ¡No recordaba que esos ojos tuyos veían a través de ella! Pero no sé... me supo mal hacerlo con Eri, pero estoy segura de que si la hubiese dejado acercarse me habría frito más de una vez con esos Raitones suyos. Maldita sea, ¿es que todo Ōnindo domina el Raiton? Sólo falta que mi último oponente también lo haga...
—Sí, pero...
—¡Ah, pero conmigo no tuviste problemas en usar ese Genjutsu de las plumitas! —agregó, cruzándose de brazos. Fue entonces cuando pareció darse cuenta de que había estado hablando demasiado alto, porque, antes de que Ayame pudiera decir nada al respecto, se apresuró a bajar el tono de voz—. Ah, espera, que viene el camarero.
»Unmochidevainillayotrodetartadequeso.
—¿Quieren pos...? Oh.
Daruu miró a su carta. Volvió a mirar al camarero, que se había quedado plantado en el sitio, y se aclaró la garganta.
—Un mochi de vainilla y otro de tarta de queso —repitió, de forma más inteligible.
—Claro... claro —respondió, anotando el pedido en la libreta mientras lo miraba de reojo. Y se alejó, murmurando para sí algo que ninguno de los dos llegó a escuchar. Ni siquiera Ayame, que a aquellas alturas se estaba tapando la boca para no reírse en voz alta.
—¿Has visto como me miraba? —preguntó Daruu en voz baja, inclinándose hacia Ayame—. Ni que tuviera monos en la cara.
—Monos en la cara no sé, pero un buen pegote de queso en la mejilla... —respondió Ayame, con lágrimas en los ojos—. Creo que deben pensar que estamos un poco locos...
»Pero lo que iba a decirte antes, tú ya sabes cómo nos ponemos cuando combatimos. ¡Vamos siempre con todo por delante! Además —agregó, inflando los carrillos—, a ti también intenté hacerte lo de la niebla. ¡No recordaba que esos ojos tuyos veían a través de ella! Pero no sé... me supo mal hacerlo con Eri, pero estoy segura de que si la hubiese dejado acercarse me habría frito más de una vez con esos Raitones suyos. Maldita sea, ¿es que todo Ōnindo domina el Raiton? Sólo falta que mi último oponente también lo haga...